Pecados Capitales

 

    La Lujuria.

Tradicionalmente se ha entendido la lujuria como “appetitus inorditatus delectationis venerae” es decir como un apetito desordenado de los placeres eróticos. La tradición cristiana subdividió este pecado en la simple fornicación, el estupro, el rapto, el incesto, el sacrilegio, el adulterio, el pecado contra la naturaleza, comprendiendo bajo esta última especie, la polución voluntaria, la sodomía y la bestialidad. La lujuria sería siempre un “pecado mortal” pues involucra directamente la utilización del otro, del prójimo, como un medio y un objeto para la satisfacción de los placeres sexuales.

Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición clásica especialmente la griega–, entienden por “amor” algo muy distinto de lo que el mundo contemporáneo comprende. El concepto de amor tiene una importancia central en el cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor es “superabundancia”, capacidad de dar y de darse, “caritas”, en definitiva: caridad, una de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse por el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia el Nuevo Testamento: “...amar al prójimo como a sí mismo”. El amor cristiano, y también el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad, incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aun más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte a sí en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.Por otro lado, para el pensamiento cristiano la sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara. La reproducción y la perpetuación de la especie. Esta clara finalidad da también sentido a la existencia del hombre ordenado su acción en vista del amor de Dios. La lujuria, en cambio, que no tiene en vistas la finalidad de la reproducción y que por esto pierde todo sentido, se convierte en una acción vacía, sin sentido, que de alguna manera nadifica al hombre y lo aleja del Ser de Dios.

 

La Lujuria es...

No saber decir que no
Encontrarse constantemente en situaciones peligrosas
Volver la cabeza sediento de sexo a cada paso
Sentirse atraído exclusivamente por la belleza
Las fantasías eróticas
El uso de objetos eróticos
La adicción a la pareja como si de una droga se tratara
Perder la identidad por fundirse con la pareja
La obsesión con lo romántico- la búsqueda del "efecto mágico"
El deseo de excitar a la otra persona


Otra Perspectiva Personal

La lujuria mata
La lujuria es la cosa más importante de mi vida, es más importante que yo.
Esclavo de la lujuria, me es imposible ser yo mismo.
La lujuria me esclaviza, mata la libertad, me mata a mí.
La lujuria siempre quiere más, la lujuria produce más lujuria.
La lujuria es celosa, quiere poseerme.
La lujuria hace que me obsesione conmigo mismo, hace que me encierre dentro de mí.
La lujuria hace que el sexo sea imposible sin ella
La lujuria destruye la capacidad de amar, mata al amor.
La lujuria elimina la capacidad de recibir amor; me mata a mí.
La lujuria genera sentimientos de culpa y la culpa hay que expiarla.
La lujuria hace que parte de mí desee la muerte, porque no puedo soportar lo que me hago a mí mismo y carezco de fuerzas para evitarlo.
Cada vez con más frecuencia, dirijo esa culpa y autoodio hacia mi interior y hacia los demás.
La lujuria me destruye a mí y a los que me rodean.
La lujuria mata al espíritu; mi espíritu soy yo, y la lujuria me mata!

 

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