A r q u i t e c t u r a

Proyecto Salón Hogar

1. Ciencia que se ocupa de proyectar y construir edificios y monumentos: su sueño era poder estudiar arquitectura algún día.
2. Estilo artístico particular que presenta un edificio o un monumento: la arquitectura futurista busca nuevas formas y diseños.
3. (sust. pl.) Conjunto de diseños, proyectos y edificaciones de carácter unitario (por desarrollar una misma función o pertenecer a un mismo arquitecto, a un área geográfica determinada o a un monumento histórico concreto): las arquitecturas del Japón buscan crear un diálogo poético con la naturaleza.
4. [Por extensión] Estructura o forma particular de un objeto: los cristales de cuarzo presentan una arquitectura muy compleja.
5. [Informática] Estructura conceptual y organización lógica de un sistema de computación: la arquitectura de los ordenadores futuros permitirá el procesamiento de datos en paralelo.

Modismos
Arquitectura civil. Ciencia que se ocupa de la construcción de edificios no destinados al culto religioso.
Arquitectura hidráulica. Ciencia que se ocupa de conducir y aprovechar las aguas o de construir obras debajo de ellas.
Arquitectura militar. Ciencia que se ocupa de proyectar y construir fortificaciones.
Arquitectura naval. Ciencia que se ocupa de proyectar y construir embarcaciones.
Arquitectura religiosa. Ciencia que se ocupa de proyectar y construir edificios destinados al culto religioso.

Sinónimos
Edificación, construcción, proyecto, urbanización, trazado, cimentación, disposición, aspecto, estructura, forma, orden, software, soporte lógico.

Antónimos
Desorden, desorganización, ruina, hardware, soporte físico.

(1)Arte -Teoría de la Arquitectura.

Definición y concepto de Arquitectura

Estrictamente la Arquitectura se puede definir como el arte o la ciencia de proyectar y construir edificios perdurables. Frente al resto de las artes, la arquitectura integra un fin estético con un claro fin utilitario; así presenta un aspecto técnico que sigue unas determinadas reglas, propias de su asociado la construcción, con el objeto de crear obras adecuadas a su propósito, al tiempo que como arte debe ser capaz de provocar un placer estético.

Atendiendo a estos dos conceptos no se debe confundir la definición de Arquitectura como resultado, con la de las técnicas que hacen posible este resultado. En este sentido cabe preguntarse si toda construcción, por elemental que sea, es arquitectura, para concluir que por el contrario Arquitectura es el resultado de una intención consciente de crear, mientras que el simple conjunto de conocimientos sobre materiales y técnicas, medio para la ejecución del edificio ideado, es construcción.

Atendiendo a estos dos conceptos el tratadista romano Vitrubio fijó en el siglo I a.C. las tres condiciones básicas de la arquitectura: Firmitas, utilitas, venustas (´resistencia, funcionalidad y belleza´).

Y siguiendo estas dos premisas la arquitectura se ha materializado, en todas las culturas, con unas características peculiares. En las sociedades más desarrolladas ha producido variedades de estilos, de técnicas y de propósitos. Todo ello constituye lo que denominamos la Historia de la Arquitectura, frente a lo que se conoce como Teoría de la Arquitectura.

Pese a la claridad que aparentemente presenta la palabra arquitectura, definida como el arte de construir, no existe estrictamente una definición convincente y que ofrezca una validez universal. Cada etapa o cada corriente ha producido sus propias definiciones. Como tal, el concepto de arquitectura como arte de construir fue empleado por Alberti en el primer tratado que existe, estrictamente, sobre teoría de la arquitectura, De re aedificatoria (1485); este autor, incluso en el propio título, desdeña, la idea de que la arquitectura fuera una simple aplicación matemática, como había expuesto Vitrubio. Sin embargo la denominación de arquitectura como arte de construir, procede de la tradición neoclásica francesa y no se incluye en los tratados escritos hasta después de 1750; pero es en el Renacimiento donde se empiezan a separar estas cuestiones, hasta entonces raramente se establece la distinción entre arquitectura y construcción, la arquitectura como arte y la construcción como técnica, al igual que es el momento en el que se varía la consideración del artista, que pasa de ser un trabajador manual a una persona que trabaja con el intelecto.

La arquitectura frente a las otras artes responde, en primer lugar, a una necesidad básica del hombre de cobijo y seguridad; y en segundo lugar, a una necesidad estética, de modo que ambas se convierten en un fenómeno inherente a la historia de la cultura, de la civilización, del pensamiento y de la religión, durante siglos. Así la arquitectura, con independencia de las diferencias que determinan las distintas técnicas constructivas y los diferentes estilos estéticos, presenta una unidad temática entre las realizaciones, sean de culturas contrarias o de diversos períodos; es decir, todas las culturas y los distintos periodos han construido viviendas, palacios, templos, edificios públicos, etc., aunque estas construcciones presenten una disparidad formal y estilística tan enorme, como la existente entre un zigurat mesopotámico y una catedral gótica.

Una de las características determinantes de la arquitectura a lo largo de los siglos y que, de alguna forma, la distancia del resto de las denominadas Bellas Artes, es que está construida para perdurar; esta idea determina que muchos edificios no siempre hayan desempeñado el mismo papel que actualmente les atribuimos, y que por supuesto cuando se construyeron apenas valoraran la función artística ya que imperaba, ante todo, la función utilitaria. Éste sería el caso de una gran parte de la arquitectura doméstica y específicamente de la denominada arquitectura popular, o los ejemplos, tan de moda, de rehabilitación de edificios históricos a los que se asignan nuevos usos, palacios convertidos en museos, conventos utilizados como oficinas, castillos transformados en hoteles, murallas destinadas a parques, etc. Pero no sólo se ha alterado su uso, sino también su aspecto, integrándose dentro de la memoria arquitectónica colectiva, con una imagen distinta de lo que fue el edificio original. Es difícil imaginar el efecto que producirían los templos griegos con su pintura original después de nuestra costumbre de verlos degradados y con sus materiales al descubierto. Muchos edificios medievales o barrocos no presentaban sus materiales vistos, especialmente cuando habían sido construidos con ladrillo, sino que estaban enlucidos y, con frecuencia, encalados. Sin embargo, la moda por los materiales vistos y el rechazo de los revestimientos de la arquitectura contemporánea ha determinado que en las intervenciones realizadas en los monumentos para su conservación se hayan seguido unos criterios que alteran y modifican sensiblemente la apariencia original de los edificios. Éstos abandonan la función para los que fueron creados, y en muchos casos también su aspecto, y adquieren el valor que les concede la Historia de la Arquitectura y es este valor el que determina su conservación y, en casos, su adaptación a nuevas funciones.

A menudo se ha acometido el estudio de las obras de arquitectura desde el concepto, nacido en el siglo XVIII, de monumento, es decir, obras aisladas que en sí mismas o por el arquitecto que las construyó merecen tener este calificativo; siguiendo esta idea sobre las construcciones excelentes, la historia de la arquitectura, y a través de ella la valoración de la Arquitectura, se ha realizado mediante el estudio de obras muy concretas, paradigmáticas de un estilo, y de un conjunto de grandes arquitectos. Así la arquitectura, que es en sí misma una actividad continua y orgánica de la labor humana, enraizada dentro de las más profundas necesidades del hombre, tanto físicas como espirituales, ha sido entendida como una sucesiva reunión de construcciones singulares, de arquitectos destacados y de estilos que surgen como respuesta rebelde al estilo anterior, como profunda reacción. Ésta es actualmente, y ha sido, la historia de la arquitectura, tal y como se puede ver en los párrafos que siguen. Pero por encima de esta visión, la arquitectura, como ya se ha señalado, es un todo continuo y orgánico, que responde no sólo a la necesidad humana de cobijo, sino a la necesidad más amplia de civilización.

La historia de la arquitectura ha olvidado durante mucho tiempo una parte fundamental y muy numerosa de las construcciones realizadas por el hombre, en realidad se puede decir que la historia de la arquitectura se ha ido componiendo como una historia de olvidos. Por una parte, ha olvidado un enorme conjunto de construcciones, enorme en cuanto a número y en cuanto a repercusión, que fueron reflejo de cada uno de los estilos artísticos en los que se engloban, pese a no ser obras sobresalientes de los mismos; a través de estas construcciones se puede conocer la repercusión real de un estilo artístico, la adaptabilidad de sus propuestas a las necesidades y a las costumbres de una determinada comunidad, o la incidencia que la nueva estética tiene en esa comunidad. Pero la historia de la arquitectura no sólo ha olvidado esto, sino también el enorme conjunto de construcciones que quedan englobadas de forma genérica en lo que se denomina arquitectura popular, pese al sinfín de matices que este conjunto presenta y a las dificultades que existen para trazar la línea que separa las construcciones populares de las que no lo son.

A esto hay que añadir que la historia de la arquitectura se ha escrito muchas veces como una historia de la estética de la arquitectura, olvidando, aunque disimuladamente, su componente de funcionalidad; el arquitecto es ante todo un intelectual, un artista, y la arquitectura es por encima de cualquier otra consideración arte.

Con estas visiones restrictivas la historia de la arquitectura ha amputado de su estudio amplios conjuntos de construcciones que explican cada una de las culturas a las que pertenecen desde sus motivos más propios e internos, pero que además nos hablan de sus desarrollos económicos, de sus necesidades y creencias religiosas, de sus formas de gobierno, etc. La arquitectura se convierte en una de las fuentes más ricas y complejas desde la que se puede abordar la historia de las civilizaciones.

Pese a los nuevos planteamientos que las metodologías modernas han introducido en el estudio de la Historia del Arte, en general, y de la Historia de la Arquitectura en particular, lo cierto es que esta historia, valorada en su conjunto, está todavía por escribir. Y son los problemas y los condicionamientos de la arquitectura del presente los que van determinando un lento cambio de actitud hacia la percepción de las obras del pasado. Así, han sido los profundos problemas urbanísticos que plantean las nuevas ciudades, y las despiadadas destrucciones de las ciudades históricas, los que han determinado un creciente auge de los estudios de urbanismo histórico, unido esto a la necesidad de entender cada arquitectura construida en el contexto general de la ciudad. La degradación, mutilación y alteración experimentada por la ciudad histórica ha llevado a la reconsideración de conjunto y no de monumento, como categoría de protección, pero también como forma de abordar el estudio y el conocimiento de las arquitecturas; de la obra concreta se da paso al estudio de la ciudad, la ciudad entendida como obra de conjunto.

Distinción entre la Historia y la Teoría de la Arquitectura

Pese a sus limitaciones actuales, la historia de la arquitectura ha permitido conocer una parte del legado arquitectónico recibido. Sin embargo, la distinción entre la Historia y la Teoría de la arquitectura es una invención relativamente reciente, por lo que el estudio histórico de la arquitectura es también una disciplina incipiente. Estrictamente, como idea no surge hasta la mitad del siglo XVIII, cuando en 1758 Julien-David LeRoy publicó Les Ruines des plus beaux monuments de la Grèce, escrito donde se analizan los edificios de la época de Vitrubio desde dos perspectivas diferenciadas, la de la historia y la de la teoría de la arquitectura. Aunque la separación académica de ambas disciplinas no se produjo hasta 1818, cuando se establecieron dos cátedras diferenciadas en la Escuela de Bellas Artes de París; precedente de este hecho es el curso específico sobre Historia de la Arquitectura que, desde 1750, impartía Jacques-Francois Blondel, que consideraba la Historia de la Arquitectura como una sucesiva enumeración de referencias literarias.

Sin embargo, el moderno concepto de Historia de la Arquitectura deriva, como se ha indicado, del movimiento intelectual del siglo XVIII que desarrolló los conceptos de razón, naturaleza, y hombre, a través de los cuales se llegó a la teoría del evolucionismo y a su aplicación a cada rama del conocimiento. Las ciencias, especialmente naturales y sociales, fueron consideradas en su secuencia histórica. En la filosofía de la arquitectura, como en el resto de las filosofías, la introducción del método histórico no solamente facilitó la enseñanza de estos temas, sino que también favoreció la elaboración de la especulación teórica. Persuadidos por estas ideas, a los estudiosos les resultaba más interesante hablar de la historia de la arquitectura que de la arquitectura en sí misma, más cautivador discutir las diferencias o coincidencias de cada época arquitectónica que reflexionar sobre métodos prácticos que resolvieran los problemas del momento.

La importancia concedida a la historia, desde el pensamiento evolucionista, y a partir de él por el movimiento romántico, tuvo como resultado, en arquitectura, no sólo el desarrollo de los estudios de historia de la arquitectura, sino una actitud activa hacia ese pasado que se concretó en los denominados estilos historicistas, los neos, con especial incidencia del neogótico que, en su faceta más racional, pragmática y científica, ayudó a la conclusión y restauración de muchas catedrales europeas, y al conocimiento profundo de este estilo con la división de escuelas regionales y cronologías, así como a la solución de ciertos problemas estructurales aportados por estudiosos como Eugène Emmanuel Violet-Le Duc.

Si se ha definido la Arquitectura como ´el arte y la técnica de construir edificios´, se debe precisar que en este hecho emplea los recursos de la práctica y expresión requeridos por la civilización donde se produce. Toda sociedad sedentaria posee técnicas de construcción, produce arquitectura, ya que éste es un hecho necesario incluso en las culturas menos desarrolladas. El hombre, obligado a luchar contra los elementos, consigue con la arquitectura no sólo una defensa eficaz contra el medio, sino también una forma de humanizarlo, requisito y símbolo del desarrollo de una civilización.

Tipos de Arquitectura

La Arquitectura surge sólo cuando existe la necesidad de ella, para colmar las expectativas de un individuo o de un grupo. Las leyes económicas evitan que los arquitectos, para emular a otros artistas, realicen obras para las cuales la demanda es inexistente o sólo potencial. Así, los tipos y usos de la arquitectura dependen de las necesidades sociales; los tipos están establecidos no por los arquitectos sino por las sociedades; la sociedad fija las necesidades y asigna al arquitecto el trabajo de descubrirlas, transformarlas en idea y llevarlas a la práctica. Atendiendo a estas necesidades podemos decir que los tipos básicos de arquitectura son: doméstica, religiosa, social, industrial, comercial, etc. A cada uno de ellos vamos a dedicar unas breves líneas.

Arquitectura doméstica

La arquitectura doméstica, es decir, los edificios de vivienda, está producida por una unidad social básica, que puede ser el individuo, la familia, o el clan y sus equivalentes. Esta arquitectura cubre las necesidades básicas de albergue y seguridad del hombre, y como tal puede ser una arquitectura muy simple, reducida a un único espacio, pero al tiempo puede ser una arquitectura muy compleja que reúna en sí no sólo las necesidades básicas de vivienda, sino también las necesidades económicas básicas de una unidad familiar, agrícolas, industriales o comerciales.
 

Casa tradicional de las Islas Arán (Irlanda).

Si esta arquitectura doméstica está desarrollada por las elites de poder, tendrá que atender a diferentes funciones; los grupos poderosos construyen casas, villas, jardines o palacios de recreo, en las que prima por encima del fin utilitario, de albergue, seguridad, etc., un fin simbólico, expresión de la distinción de clase; estos edificios tienen que ser aptos para disfrutar de una infinita variedad de actividades domésticas conectadas con la posición del individuo que los posee. Pero además esta arquitectura, en principio doméstica, puede desarrollar funciones de otro tipo, por ejemplo los palacios de las antiguas monarquías no eran sólo y privadamente la casa del rey y su familia, sino que en ellos se reunían órganos de gobierno, administraciones, etc. En este sentido es modélico el palacio de Versalles, que posee una ciudad en sí mismo, una ciudad desarrollada para cubrir las necesidades derivadas de la lujosa vida de la Corte de Luis XIV.

Un tercer tipo de arquitectura doméstica, son los edificios de vivienda. En ellos se reúne la idea de comunidad con la idea de privacidad. Las viviendas grupales han existido desde siempre en las distintas culturas, si bien presentado matices muy diferenciados; han existido viviendas comunales en formas de organización igualitaria; el sistema feudal definió el castillo como un ámbito comunal donde se reunían todas las clases sociales, y donde todos tenían cobijo y protección. El imperio romano, y fundamentalmente la ciudad de Roma, desarrolló los edificios comunales de apartamentos, con un criterio más cercano la idea actual de bloque de viviendas. Sin embargo fue a partir del siglo XVII, pero especialmente en el XVIII y XIX, cuando este tipo de vivienda se hizo popular y empezó a ser

Edificio de pisos.

muy utilizada por la alta burguesía de las ciudades. Concretamente en el XIX, los grandes ensanches de la ciudades históricas determinaron la aparición de bloques de apartamentos de una extraordinaria calidad, donde la idea de alineación, clasicismo y uniformidad fue dominante. Con todo, no ha sido hasta el siglo XX, con el avance en diferentes campos, la utilización de las grandes estructuras de hierro y hormigón, la aparición de los ascensores, las calefacciones centrales, etc., cuando estos edificios de apartamentos se construyen con un gran número de pisos, hasta llegar a los denominados rascacielos, y cuando estos edificios se popularizan y se convierten en la forma de cubrir la acuciante y cada vez mayor demanda de viviendas baratas. La industrialización, el abandono del campo y la aglomeración de población en las ciudades determinan una presión sobre el suelo y una demanda de viviendas que se resuelve con la construcción de estos bloques de apartamentos, ahora de dudosa calidad y destinados a las clases de menos recursos económicos.
 

 

Arquitectura religiosa

La historia de la arquitectura se concentra de forma más intensa en los edificios religiosos. Dada la importancia de la religión en las distintas civilizaciones, este tipo de edificios constituyó con frecuencia uno de los elementos más significativos producidos por los artistas de cada cultura.

La tipología de edificios religiosos es muy compleja; las necesidades que debe cubrir un edificio religioso son esencialmente distintas de las desarrolladas por la arquitectura doméstica, al tiempo que en cada religión las funciones y los ritos son de muy diferente naturaleza, de tal forma que, las características constructivas y arquitectónicas de los templos varían considerablemente de una religión a otra, debido, fundamentalmente, a las diferencias en su liturgia, a sus rituales, y a los distintos conceptos que cada cultura desarrolla de la divinidad y la relación de ésta con los creyentes.

El templo es un edificio destinado al culto religioso y a la protección de las imágenes, reliquias y espacios sagrados, es por tanto un lugar de recogimiento y reflexión. En las antiguas religiones los templos no tuvieron un uso comunal. En el antiguo Egipto y en India eran considerados la residencia del Dios, de ahí que la entrada en ellos estuviera prohibida y sólo reservada a los clérigos. En la antigua Grecia contenían la imagen del Dios y eran accesibles al culto, pero los servicios religiosos se desarrollaban en la fachada principal del templo y fuera de él. En las antiguas culturas mayas y aztecas los templos fueron erigidos en altura con forma de pirámide, y sólo miembros privilegiados de la sociedad podían acercarse. Frente a esto, el cristianismo, el budismo, el judaísmo y el Islam entienden el templo como un lugar de la comunidad donde se desarrollan los ritos religiosos. Los edificios construidos por estas religiones tienen esencialmente unos planteamientos idénticos, debido a que responden a una común necesidad: que el mayor número de fieles acceda al punto focal donde se desarrolla el servicio religioso. Consecuentemente los musulmanes han adoptado la tradición de las iglesias bizantinas, las modernas sinagogas apenas se distinguen de las iglesias, y el protestantismo absorbe la arquitectura católica con una pequeña revisión, eliminación de capillas y de símbolos de decoración.

El complejo programa que después desarrolla cada religión, lugares para diversas actividades, demanda soluciones arquitectónicas especificas; por ejemplo, baptisterios, campanarios, salas capitulares en la religión cristiana, minaretes en la musulmana. Las modernas sectas demandan un espacio para la educación religiosa cercano al templo. El catolicismo y las religiones asiáticas han producido, además, monasterios, conventos y abadías, donde está conectado el lugar de culto con las zonas de vivienda -que acomodan la organización del espacio religioso con el doméstico, el industrial, el agrícola, etc.

Arquitectura funeraria

Este tipo de arquitectura surge por la creencia del hombre en la existencia de otra vida después de la muerte, y en la necesidad de dejar una memoria permanente en este mundo. El arte funerario, de forma general, no es siempre arquitectura, puesto que es puramente simbólico y por lo tanto "situable" en el tratamiento escultural; sin embargo, sí que ha producido tipologías de edificios específicos que han tenido un rico desarrollo a lo largo de los siglos: desde los menhires o los dólmenes, construcciones megalíticas con fines mortuorios, hasta las tumbas monumentales que se produjeron en el antiguo Egipto, creando tipologías tan específicas como las pirámides, o en la Grecia helenística, con la aparición de un nuevo y específico edificio, el mausoleo, cuyo mejor ejemplo es el de Halicarnaso. La antigua Roma continuó con la costumbre de construir mausoleos, como la tumba de Adriano, sin embargo la Edad Media rompió con esta tendencia. Su visión teocéntrica del mundo llevó al enterramiento en el interior de los templos y al desarrollo escultural de los mismos. El Renacimiento y su culto a la fama y a la memoria del difunto determina la aparición de panteones, normalmente asociados y como una parte más de las iglesias. El más destacado de los panteones renacentistas es la Capilla Medici de Miguel Ángel. Este tipo de panteones o mausoleos se construyeron también en Asia, cuyo mejor ejemplo es el Taj Mahal, o en India, con Uttar Pradesh.
 

Taj Mahal. Agra (India).

Fundamentalmente durante el Renacimiento y el Barroco, el culto a la muerte desarrolló otro tipo de arquitectura, las denominadas arquitecturas efímeras, los catafalcos o túmulos levantados en las iglesias para celebrar solemnes exequias por los difuntos.

Aunque modernamente se ha abandonado esta costumbre, se puede afirmar que las actuales tumbas representan en parte la vitalidad perdida de esta arquitectura funeraria. Sin embargo, en la actualidad se han realizado importantes muestras de mausoleos destinados a la memoria de un hombre público, el monumento a Víctor Emmanuel II en Roma, el mausoleo de Lenin en Moscú, o con un mayor carácter escultural, como El monumento a los caídos de Walter Gropius en Weimar.

 

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