E s c u l t u r a

Proyecto Salón Hogar

¨(Del lat. sculptura); sust. f.

1. Arte de modelar, tallar o esculpir en distintos materiales para representar figuras tridimensionales: la escultura griega buscaba la belleza ideal y la proporción de las formas.
2. Obra realizada mediante esta técnica: una enorme escultura de mármol adorna el centro de la plaza.
3. Fundición o vaciado que se forma en los moldes de las figuras hechas a mano.

Sinónimos
Talla, cincelado, esculpido, modelado, estatuaria, imaginería, ceroplástica, iconografía, relieve, camafeo, entalladura, estatua, figura, terracota, monigote, vaciado, mascarilla.
à

[Arte] Escultura

Definición y concepto de escultura

Estrictamente la escultura se puede definir como el arte de esculpir, modelar o tallar, o como la obra resultante de este arte; a esta escueta definición se puede añadir que la escultura es una expresión artística, que busca la representación de la belleza, es decir, del arte. El carácter específico de la escultura es la tridimensionalidad: su representación es volumétrica, a diferencia de la pintura, que es bidimensional y se representa sobre un plano, para lo cual utiliza los elementos que le son propios, como el reposo, el movimiento y el espacio. La escultura se expresa en dos tipologías diferentes, el relieve y la estatua.

Pese a la claridad que aparentemente presenta la palabra escultura definida como el arte de esculpir, no existe estrictamente una definición convincente y que ofrezca una validez universal. Se puede simplemente afirmar que es un lenguaje que se expresa plástica y táctilmente a través de los objetos que realiza, es decir a través de las esculturas. La escultura, como se ha dicho, tiene como principales características la tridimensionalidad y la volumetría. Este hecho determina que muchos de los estudiosos del arte establezcan que son sensaciones táctiles las que atañen específicamente a la experiencia estética de la escultura. La escultura es, ante todo, un arte que se dirige al tacto, es un producto del arte y de la técnica que crea objetos dando forma a un material.

Como el resto de las artes plásticas, la escultura tiene su origen en la necesidad del hombre de la creación artística. A lo largo de la historia del Arte, y de la historia de la escultura en concreto, se han producido infinidad de transformaciones de la función, del gusto, de la realización, etc., de la escultura, pero hay un hecho que permanece, con independencia de estos cambios y variantes, que es la intensa e interrumpida producción de objetos artísticos; es decir, la creación de obras de arte se debe interpretar como un fenómeno inherente a la historia de la cultura, de la civilización, del pensamiento y la religión durante siglos. Por tanto, la escultura, por una parte, responde a la necesidad psicológica y filosófica del hombre de crear arte, pero, por otra, satisface la necesidad de expresar el mundo como realidad.

El tacto

El sentido del tacto es el propio de la escultura, como el de la vista lo es de la pintura; sólo tocando y manejando las piezas escultóricas con la mano se aprecia estéticamente la escultura. Sin embargo, la prohibición de tocar las obras de arte, propia de los museos o exposiciones, ha determinado que sea el sentido de la vista el más utilizado en la apreciación de la obra escultórica.

El sentido táctil es sin duda el sentido más primitivo; a través del tacto se reciben dos categorías de experiencias, unas permiten representar una cierta parte de lo real, otras proporcionan impresiones agradables o desagradables. Estas impresiones sensibles nunca son enteramente táctiles, están en relación con otras percepciones, visuales, auditivas, etc., y constituyen con ellas unos dominios perceptivos que poseen una organización interna propia. Además, están integradas, consciente o inconscientemente, en un sistema afectivo-representativo relacionado con el sistema cultural en el que está situado el sujeto receptor. Por tanto, en la percepción táctil de la escultura intervienen varios componentes: unos componentes objetivos ligados a las cualidades propias del objeto; unos componentes subjetivos, en relación con las emociones íntimas, los deseos y las aversiones del sujeto preceptor; unos componentes culturales, nacidos de los hábitos del medio y de la naturaleza de la sociedad, industrial, rural, arcaica, etc.

La materia escultórica

Tipologías de la escultura

La escultura presenta dos tipologías básicas, el bulto redondo, o estatua, y el relieve. Ambos son tridimensionales y volumétricos porque, como ya se ha apuntado, la tridimensionalidad y el volumen son los caracteres específicos de la escultura.

El bulto redondo o la estatua

Una obra escultórica es de bulto redondo cuando se ha liberado del marco, es decir cuando se ha esculpido en todas sus partes y se la puede rodear. A una obra de bulto redondo se la denomina estatua o de estatuaria. Ésta es una escultura exenta que tiene como valores predominantes su solidez, consistencia física y su estabilidad material.

Estatua de "La Sirenita". Copenhague (Dinamarca).
 

Las estatuas pueden ser diversas; pueden reproducir la figura humana aislada y por entero, esto es, una estatua propiamente dicha; pueden reproducir una parte del cuerpo, cuando es la cabeza la estatua se denomina busto; también la estatua puede estar representada en grupo, es decir, varias figuras concurriendo en una acción común, esto es, un grupo escultórico; e igualmente la estatua puede conformar lo que se denomina un monumento conmemorativo que, en las culturas con sentido histórico, implica la idea de perpetuar la memoria de aquello que representa.

 

Carlos V junto a la emperatriz Isabel. Iglesia del ...
 

Las funciones desarrolladas por la estatua en la historia del arte son, asimismo, diversas. Desde la antigüedad se creyó que la estatuaria era la tipología más noble de la escultura por lo que, además de las propiedades generales de la obra estética, se consideró que debía caracterizarse por el reposo, la expresión típica e individual y la proporción orgánica. Estas consideraciones han determinado que las estatuas, a lo largo de la historia, hayan sido utilizadas para la representación de imágenes con una fuerte carga religiosa o política, imágenes a las que se dota de unos valores y significados ideales. Otra de las funciones propias de la escultura de bulto redondo ha sido el retrato, que con frecuencia trasciende la mera finalidad del parecido físico o captación psicológica para convertirse en un paradigma de cualidades morales, éticas o políticas. Puede decirse que el retrato supera lo particular del retratado para transformarlo en un símbolo de una clase social o ideología determinada.

Monumento al rey Alfonso XII. Parque del Retiro. Madrid.
 

Atendiendo a todas estas funciones las estatuas pueden ser: ecuestres, cuando representan a una persona a caballo; orantes, cuando representan a una persona de rodillas y en actitud de orar; sedentes, cuando representan a una persona sentada; y yacentes, cuando representa a una persona muerta.

 

Estatuas sedentes en el templo de Ramsés II (Speos Mayor). ...

 
Estatuas yacentes del sepulcro de la iglesia de Santa María ...

Igualmente la estatua, como se ha dicho, puede ser un busto, es decir, sólo representa la cabeza y los hombros y normalmente es un retrato. Una variación del busto es el denominado hermes que, estrictamente, es un busto que se prolonga por la base en forma de alto pedestal, más estrecho hacía abajo y sin solución de continuidad con la figura. El Torso sólo representa la cabeza y el tronco o incluso sólo el tronco.

Busto del emperador Adriano. Palacio Real. Madrid.
La estatuaria se divide además en profana y religiosa, esta última se denomina también iconológica.

 

 

 

El relieve

Al contrario de la estatua, el relieve se ha mantenido dentro del marco arquitectónico, sin liberarse de él.

Santa Cecilia, relieve. Donatello.
 

El relieve puede ser alto relieve, medio relieve o bajorrelieve, y aun, impropiamente, hueco relieve, que es cuando el bulto no sobresale sino que se hunde por debajo del plano. El relieve cumple una función inversa a la estatuaria, por lo que se destina para narrar historias o mitologías. Mientras que habitualmente las estatuas han servido para transportar al espectador desde lo real a lo ideal, es decir han sido los instrumentos de idealización de un dios, de un rey, etc., el relieve actúa en el sentido inverso, esto es, propone al espectador un paso desde el mundo de las ideas, la narración de historias, al mundo de la realidad, dotando a las historias una imagen real.

Stupa de Borobudur, decorada con relieves (Indonesia).

 

 

 

 

 

 

El trabajo preparatorio

Normalmente, en la elaboración de cualquier pieza escultórica es necesaria la realización de un modelo previo.

El principio de la elaboración de ese modelo, según las enseñanzas académicas, es el paso previo a cualquier trabajo; en él se van presentando las ideas del artista, que pueden ir desde un simple esbozo hasta un conjunto de apuntes sobre todos los detalles de la obra.

Es difícil que un determinado grupo de obras pueda prescindir de estos trabajos preparatorios, que normalmente son muy concienzudos. Se trata de las esculturas concebidas para estar relacionadas con la arquitectura formando parte de ella como un elemento más dentro de un plan urbanístico, por lo tanto son esculturas de carácter monumental.

Históricamente, el modelo era necesario ya que el cliente exigía al escultor, a través del contrato, la supervisión de la obra antes de ser realizada. A veces era suficiente con presentar el boceto de la obra en papel, otras veces era imprescindible presentar un modelo.
El modelo, llamado en algunos ámbitos maqueta, es uno de los trabajos previos pero con la característica de que ya es un objeto tridimensional y con volumen; en él se pueden apreciar las características propias de la escultura. Realizadas tradicionalmente en barro, en cera o en yeso, son materiales que por su bajo coste están capacitados para experimentar; son obras susceptibles de alteraciones formales o de ser rechazadas, por lo que no conviene utilizar materiales nobles para su realización.

Como ya se ha señalado, tradicionalmente el modelo está ligado a las exigencias del cliente. Sin embargo, para el escultor, el modelo consolida materialmente sus ideas y constituye un punto de referencia. Éste da paso a la obra definitiva, paso que se realiza por medios basados en la medida.

La plomada es uno de los sistemas; consiste en que hilos colgantes marquen la volumetría en las partes sobresalientes. La altura y la distancia entre ellos será trasladada al bloque, que se irá rebajando a partir de dichas medidas hasta lograr una réplica. El finito es otro de los sistemas de plomada; ideado por Alberti en su tratado De Statua, consiste en captar los perfiles de la figura mediante un instrumento denominado definitor, por el que se van captando las medidas del modelo y se trasladan al bloque. El definitor consiste en un aro graduado horizontal que se fija sobre la parte más alta del modelo y en cuyo centro se sujeta un brazo giratorio, también graduado, del que cuelga hasta el suelo una plomada que puede deslizarse a lo largo del propio brazo.

El empleo de escuadras y plomadas situadas sobre el modelo, a cierta distancia, es un medio mecánico que permite ir devastando el bloque proporcionalmente.

Aunque no hay una constancia cierta de que en la escultura se utilizaran modelos previos antes de la escultura clásica, presumiblemente ya se usaban en la escultura mesopotámica. A partir del siglo V a. C., cuando se inició el período clásico del arte griego, por influencia de la técnica de fundición del bronce, ya estaba documentada la utilización de modelos preparatorios en barro y el traslado de las medidas al bloque. A partir de este momento la utilización del modelo se hizo habitual y, con exclusión de la Edad Media, en la que es posible que en ocasiones se volviese a trabajar directamente el bloque, la relación entre proyecto y ejecución es, más o menos, la misma hasta las vanguardias escultóricas del siglo XX.

Durante la época helenística y la romana, la técnica del traslado de medidas desarrolló una especialización del trabajo en el taller hasta alcanzar una ordenación semiindustrial, en la que cada parte se esculpía por separado, siguiendo modelos fijos, partes que después se encajaban con pernos metálicos. La intervención del maestro prácticamente se reducía a las partes más importantes como al tratamiento de la cara y la cabeza, mientras que el resto del cuerpo era tratado por ayudantes y artesanos del taller. Incluso, en ocasiones, la escultura era el resultado de montar una serie de piezas que procedían de diferentes talleres.

Esta forma de trabajo respondía a la fuerte demanda de obras escultóricas, por lo que se producía un gran número de réplicas de obras originales y de copias de obras célebres de la época griega.

Durante el Renacimiento y el Barroco se perfeccionó la técnica del traslado de medidas. En el Renacimiento, Leon Battista Alberti, en su tratado De Statua, ofrece una descripción de la técnica de la plomada. Frente a esto, Miguel Ángel, por lo general, trabajaba el bloque directamente, siguiendo el sistema escultórico más arcaico, preclásico y medieval.

A partir del siglo XIX el método de la plomada fue sustituido por el de la cruceta, o de la maquinilla, que permitía el traslado de un elevadísimo número de puntos. El sistema de la cruceta responde a la concepción académica de la ejecución como simple traducción mecánica de la idea plástica de una materia a otra. Este sistema preparatorio ha determinado que a lo largo de la historia de la escultura sólo una mínima parte de las esculturas en mármol del siglo XIX sean obra directa del autor que las ha ideado. Éste realizaba el modelo, perfectamente acabado, y posteriormente remataba el mármol; el proceso intermedio lo realizaban los ayudantes del taller.

Técnicas escultóricas

En sentido amplio, la técnica es el conjunto de procedimientos exigidos por el empleo de determinados instrumentos, condicionados éstos a su vez por la naturaleza del material y por el fin que el artista se propone. Hay pues en la escultura tantas técnicas como materias diferentes.

Lejos de ser simples procedimientos de ejecución, las técnicas son fuerzas creadoras estrechamente unidas a la vida de las formas a las que condicionan; tanto los materiales como las técnicas son partes constructivas de la obra; las formas no existen de antemano sino que toman cuerpo con ellas.

Como ya se ha indicado, cada clase de materia requiere y exige un tratamiento adecuado a su propia naturaleza; de este modo la elección de la materia condiciona la técnica que se ha de emplear y desde luego el resultado final de la obra.

Las técnicas tradicionales de la escultura son la talla, el modelado y la fundición, procedimientos que se han utilizado desde las primeras esculturas y que, en última instancia, suponen una forma totalmente diferente de entender la escultura. A éstas se han unido en el último siglo nuevas técnicas, desarrolladas algunas por la tecnología industrial, e incluso son habituales las técnicas mixtas.

Aunque las técnicas pictóricas pueden clasificarse de muy diversa manera, los grupos más comunes que se suelen determinar están en función del proceso al que se somete el material, es decir, dependiendo del tipo de trabajo que exige el mismo, de sustraer materia o de añadir materia.

Las técnicas de sustraer materia

Esculpir

El término esculpir hace referencia a la escultura que se realiza mediante el martillo o el cincel sobre materiales duros, piedra, mármol, etc. El trabajo de esculpir consiste en ir rebajando la piedra para dotarla de la forma deseada. Se trata de un proceso de eliminación. Leonardo en su Tratado de pintura, habla del trabajo de esculpir como: "El escultor va quitando y el pintor va siempre añadiendo [...]"; igualmente Miguel Ángel expresa el trabajo del escultor como un trabajo de substracción: "Entiendo por escultura aquello que se hace a fuerza de quitar; lo que se hace a base de añadir se asemeja a la pintura", y añade "(el escultor) cuando aprende con arcilla trabaja por lo común añadiendo y, cuando esculpe en el mármol, trabaja quitando y por consiguiente con otros criterios".

La técnica de esculpir, al igual que la de tallar, puede ser ejecutada de dos formas distintas, una en la que la escultura se realiza sin bocetos previos, es decir, partiendo del bloque que en algunas ocasiones condiciona el propio resultado; ésta era la forma más habitual de trabajo de Miguel Ángel; y la otra, con bocetos y estudios previos e incluso existiendo un modelo anterior a la obra definitiva, tal y como se ha visto líneas más arriba. Este sistema se utiliza también para realizar copias a partir de un original.

Uno de los graves problemas que implica la acción sustractiva de esculpir es que cada movimiento tiene un carácter definitivo, no se puede borrar y empezar de nuevo, ni se puede corregir. Esta lucha con la materia impone al escultor una tensión constante, un fallo puede terminar con todo un trabajo.

El beso (Constantin Brancusi).

 

 

 

 

 

 

 

Herramientas para esculpir

Las herramientas básicas se utilizan para devastar la piedra. Éstos son cinceles de varias hechuras, que se golpean con mazos y almádenas, con ellos se arrancan tasquiles o astillas más o menos grandes. Para horadar la piedra se utilizan taladros de diversos tipos, y para pulir las superficies se utilizan limas y abrasivos naturales, como piedra pómez, esmeril, etc. Sin embargo, a lo largo de la historia se han utilizado diferentes herramientas, así en Egipto las piedras duras se tallaban con cinceles puntiagudos de bronce y se pulían con esmeril; en la escultura griega, en el período arcaico, se trabajaba con el cincel puntiagudo en todas las fases del trabajo, luego se pulía la superficie con piedra pómez. A partir del siglo V las superficies se pulieron con mayor esmero, utilizando para ello limas. El taladro, aunque ya era conocido, sólo se utilizó sistemáticamente a partir de la escultura romana.

En el siglo XVI Benvenuto Cellini, en su Tratado de escultura, estableció las herramientas propias de un escultor como: punzones o punteros, bujarda, cinceles, taladros, y trépanos, mazos y martillos, limas y escofias, abrasivos, etc. Por su parte, Carducho estableció que para el trabajo en mármol se utilizan: picas, cinceles, punteros, taladros, picolas, macetas, raspas y escofias.

La escultura moderna introduce la utilización herramientas dinamizadas, neumáticas, es decir que funcionan mediante aire comprimido, o máquinas que funcionan por la electricidad u otras fuentes de energía. Suelen ser devastadoras y discos que cortan, herramientas que permiten un menor esfuerzo físico y una mayor rapidez en la ejecución, aunque con inconvenientes como el ruido y las vibraciones.

Hay que tener en cuenta que la elección de determinadas herramientas depende del material que se va a trabajar, al tiempo que éstas se van sustituyendo conforme avanza la tarea de esculpir. Estas cuestiones no presentan simplemente un aspecto técnico, sino que el empleo de unas determinadas herramientas condiciona los aspectos estéticos de la escultura; el rastro de las herramientas en la obra es algo que pasa a formar parte propia de la obra o se convierte en una forma propia de lenguaje del artista.

Materiales para esculpir

Los principales materiales para esculpir son las piedras. La piedra, en general, es una sustancia mineral natural y homogénea, de origen inorgánico, cuya composición química está definida y tiene forma cristalina. Los materiales utilizados en la escultura en piedra son muy diversos y se pueden clasificar de diferentes maneras, teniendo en cuenta sus características físicas y químicas, su origen geológico, o su utilización en el quehacer artístico.

En un primer grupo podrían clasificarse las piedras sedimentarias y metamórficas, más o menos blandas, entre las que se encuentran la esteatita, el alabastro, la toba, el travertino, las areniscas y las calizas de diversos colores.

En segundo lugar, podrían clasificarse las piedras eruptivas, que tiene la cualidad de ser muy duras y de estructura micro o macrocristalina, entre ellas se encuentran el basalto, el pórfido, el granito y la diorita.

Entre todas estas piedras destaca el mármol, que es de origen metamórfico, y que ha sido sin duda el material más apreciado a lo largo de toda la historia de la escultura.

Estatua de Mahavira, realizada en mármol.
 

En escultura, cuando se utilizan los términos mármol o piedra, se hace en un sentido amplio, no estricto de catalogación de mineralogía; en la práctica y en la historia de la escultura se consideran como piedras todas aquellas rocas opacas y de color que conservan, incluso una vez trabajadas, las cualidades materiales de la piedra, mientras que por mármol se entiende lo que técnicamente se denomina mármol estatuario, que es aquel que presenta una gran dureza, no contiene impurezas, es completamente blanco y su superficie pulida desprende un brillo intenso.

Las piedras utilizadas por el escultor tienen que presentar las características de ser compactas, sin fisuras ni vetas, para que el bloque oponga la misma resistencia a los golpes en todas sus partes evitando así que se resquebraje, al tiempo que deben ser aptas para poder esculpirse. El color de la piedra tiene que ser uniforme, para que las variaciones cromáticas no destaquen más que la propia representación, a no ser que ésta sea la elección del artista.

 

Mármol

Es una roca metamórfica masiva, cristalina, compuesta por carbonatos, fundamentalmente por calcita, y con componentes secundarios. Es de color blanco, amarillento o pardo, de grano fino a grueso; aunque la distribución y abundancia de las impurezas que presentan estas rocas les confieren una gran variedad de coloraciones y texturas, sin duda la más apreciada es la variedad del mármol blanco.

Carlo Finelli. Escultura de Cupido, realizada en mármol.
 

El mármol se extrae en canteras a cielo abierto, mediante la técnica de aserrado con hilo metálico helicoidal. Una vez aserrado, se corta en bloques de hasta 25 toneladas que permiten su manipulación y transporte; y se trasladan a los talleres donde es dividido en planchas del grosor requeridos en marmolería. Históricamente, entre los yacimientos de mármol más importantes destacan los procedentes de: las canteras del monte Pentélico, del cual proceden gran parte de los monumentos atenienses del período clásico (Partenón); las canteras de la isla de Paros, igualmente utilizadas por escultores y arquitectos durante la Grecia antigua; y las canteras de las regiones alpinas de Massa y Carrara, las cuales aún siguen en explotación. A veces la elección del bloque de mármol en la propia cantera es personal; escultores como Bartolini o Tieck se documentan en Carrara eligiendo los bloques para sus esculturas, aunque sin duda, el pasaje más famoso en este sentido, es el protagonizado por Miguel Ángel eligiendo en Carrara los bloques para sus obras, e incluso devastándolas allí mismo, como ocurrió con el bloque del Monumento funerario a Julio II, tal y como relata él mismo: "Después estando yo en Roma con el dicho Papa Julio y habiéndome encargado su sepultura, que necesitaba mil ducados de mármoles, me los hizo pagar y me mandó a Carrara a por ellos; allí estuve yo ocho meses para hacerlos esbozar, y los conduje casi todos a la plaza de San Pedro, quedándose una parte en Ripa".

Algunas de sus características, como la homogeneidad de su estructura y su uniforme consistencia, la facilidad para trabajarlo, el color blanco y la uniformidad de su superficie, que realza el juego de luces y sombras sin interferir con la imagen, pero sobre todo su estructura cristalina y su ligera transparencia, que permiten ofrecer variados aspectos, desde el brillante y pulido, al opaco y áspero, hicieron que se convirtiera en el material idóneo para la escultura en piedra, al menos desde el punto de vista del clasicismo occidental.

Los mármoles de color y los jaspeados apenas se utilizaron en la escultura, aunque fueron abundantes en la decoración arquitectónica; sin embargo, esporádicamente se usaron en la escultura helenística y romana y posteriormente en la escultura barroca, donde se les empleó en la representación de telas y otros detalles.

Estatua de Abraham Lincoln (Washington).

 

 

 

 

 

 

Granito

Es una roca compuesta por cuarzo, feldespato y mica, que se caracteriza por su extraordinaria solidez. Es de estructura compacta y textura granular, lo que le confiere una gran dureza y dificulta su talla; cuando se pulimenta ofrece una superficie brillante.

Es de varios colores, rosáceo, verdoso, amarillento, azulado o gris claro. Fue un material muy utilizado por los egipcios, que por su extraordinaria dureza lo consideraron simbólicamente un material para la eternidad, por lo que se utilizó en la representación de los faraones y las deidades. Este carácter simbólico de eternidad le ha acompañado a lo largo de toda la historia de la escultura, por lo que ha sido utilizado sobre todo en escultura monumental y en escultura funeraria.

Toros de Guisando, realizados en granito.

 

 

En la escultura del siglo XX ha perdido su carácter simbólico, aunque el aprecio por el material en sí mismo, propio de la escultura moderna, ha determinado que sea muy utilizado por artistas contemporáneos, como es el caso de Chillida que lo utilizó en su obra Lo profundo es el aire.

 

 
Diorita

La diorita es una roca plutónica compuesta por feldespato, hornblenda, biotita y cuarzo, elementos que dan lugar a formaciones esféricas. Tiene un tono gris muy oscuro o verde y, tras ser pulimentada, ofrece una superficie tersa y brillante, de aspecto metálico. Su enorme dureza hace que esculpirla necesite un gran dominio técnico.

Fue muy apreciada en las culturas antiguas, donde, por sus características, se la dedicó a la representación de los soberanos. La propia dureza determinó que las esculturas realizadas en este material no fueran de gran tamaño, aunque estuvieran dedicadas a uno de los temas principales de la época: la representación del soberano.

Dos de las esculturas más famosas de la historia realizadas en diorita son el Patesi Gudea de Lagash, conservada en el Museo del Louvre, donde se representa al soberano sedente con el manto sumerio que deja al descubierto su hombro derecho, las manos entrelazadas sobre el pecho, turbante cubriendo la cabeza y manto sobre las piernas con grabados de planos urbanos. La otra pertenece al primer imperio babilónico, a la III dinastía de Ur, en la que se labra la Estela de Hammurabi, conservada igualmente en el Louvre, que contiene el famoso código grabado en una grandiosa estela de más de dos metros de altura.

Basalto

Piedra volcánica, de gran dureza y grano muy fino, que presenta un color gris tendiendo al negro o al verdoso; su textura homogénea permite un buen pulimento.

Las esculturas más famosas construidas en basalto son los megalíticos bustos de la isla de Pascua. Además de éstas, la escultura precolombina cuenta con esculturas de gran tamaño realizadas en esta piedra, a veces realizados en un solo bloque, como Manolito Ponce de Tiahuanaco. Igualmente fue utilizado en el mundo egipcio para esculturas de gran tamaño.

Templo de Horus en Edfú, con estatua del dios realizada en ...
 

 

Arenisca

Las areniscas son el tipo de roca más abundante de la corteza terrestre por lo que su utilización en la escultura ha sido abundante y generalizada en todas las culturas.
Son piedras porosas, poco compactas, con una textura de granulado visible y con un grado de dureza medio. Su porosidad las hace sensibles a los agentes ambientales y no permite la obtención de un buen pulimento. Sus colores son claros, entre cremosos y ocres, grisáceos, y en algunos casos verdosos.

Las obras escultóricas realizadas con esta piedra son numerosísimas. De la época antigua destaca la famosa Estela de Naramsin, conservada en el Museo del Louvre, una de las mejores piezas de la escultura acadia, y realizada en arenisca roja. Igualmente la arenisca fue muy utilizada en la India budista, en la Escuela de Mathura y en el arte hindú, para realizar altorrelieves y estatuas de bulto redondo de grandes dimensiones. En la Edad Media europea la utilización de la arenisca estuvo vinculada a su fácil extracción en la zona donde se trabajaba la escultura. En esta época se vio con profusión en las esculturas de las portadas, las ventanas, los atrios, los ábsides, y otros elementos de los edificios románicos y góticos.

Caliza

Igual que la arenisca, es una roca sedimentaria; su componente principal es la calcita y como secundarios incluye a la limonita, dolomita, cuarzo y sustancias orgánicas. Presenta un aspecto, blanco, amarillento, pardusco, gris, negro; es de grano fino o grueso. Es de textura compacta y dureza media y permite ser tallada y pulimentada.

Esta piedra fue utilizada para escultura desde la más remota antigüedad. Los egipcios la utilizaron ampliamente sobre todo para la estatuaria privada, y siempre policromada sobre una fina capa de yeso. De esta época son obras tan significativas como lo Escribas sentados del Imperio Medio o el Busto de Nefertiti del Imperio Nuevo, realizados en caliza y policromados. Las famosas Damas del arte ibero son igualmente obras en roca caliza y policromadas.

Reproducción de la Dama de Elche. Elche (Alicante).
 

Cantos rodados

Piedras de forma redonda producto de la erosión fluvial, tras la destrucción de una roca calcárea en fragmentos. Estas piedras son de utilización reciente en la escultura, aunque ya fueron usadas por el hombre primitivo para realizar herramientas para la caza, para cortar, alimentarse, etc., al tiempo que fueron decoradas con pintura y esculpidas.

En la actualidad se ha recobrado el valor de este material tan simple y tan abundante, y, aunque no es un material noble, se ha adecuado a la estima que algunas tendencias artísticas del siglo XX han tenido por los materiales pobres, propios de la vida cotidiana.

Alabastro

El alabastro es una roca sedimentaria, una variedad de yeso, en concreto sulfato de calcio, de estructura cristalina, textura compacta, grano fino y aspecto translúcido. Es un material blando y delicado por lo que trabajarlo es una labor lenta y delicada, ya que en cualquier momento puede agrietarse o escamarse; su manejo supone una gran habilidad técnica y una gran experiencia por parte del escultor.

Su color es blanco o con un tono beige, un color más natural que el del mármol. Una vez que está pulimentado adquiere un aspecto translúcido y un brillo muy luminoso. Tras el pulido se le puede aplicar un dorado o policromía. Los yacimientos más famosos de alabastro se encuentran en Toscana, Italia.

Desde la prehistoria ha sido utilizado este material, en el Neolítico se utilizó en la confección de pequeños ídolos; por su brillantez y su cualidad translúcida, fue una piedra cargada de fuerte simbolismo. Los sumerios también la utilizaron en pequeñas estatuas. Una de las piezas más famosas del arte acadio, la Estela del rey Adad-Nirari III, de más de dos metros de altura, está realizada en alabastro.

Las culturas clásicas fueron menos prolíficas en la utilización de este material debido a su delicado trabajo y, sobre todo, a su gusto preferente por el mármol. Sin embargo, en la Edad Media, especialmente en el período gótico, nuevamente se adoptó su utilización, fundamentalmente en países como España, Francia, Inglaterra o Italia, y aplicado al monumento funerario, aunque también se aplicó a la escultura exenta y a los retablos.

Magníficas obras de este período son las tumbas de los Duques de Borgoña, en Dijon, y la estatua exenta de Judit con la cabeza de Holofernes, esculpida por el alemán Conrad Meit. En España, la falta de mármol y la abundancia de alabastro determinó su enorme utilización, especialmente en los conjuntos funerarios, aunque en la Corona de Aragón fue igualmente empleado en la realización de retablos.

Entre los retablos del siglo XV destaca el bancal del retablo mayor de la catedral de Tarragona, realizado por Pere Johan, donde el alabastro recibe policromía posterior; y ya del Renacimiento, el magnífico retablo de la Basílica del Pilar de Zaragoza, obra de Damián Forment, o de este mismo autor el retablo del Monasterio de Poblet. Entre los muchos monumentos funerarios realizados en alabastro destaca el Sepulcro de Juan II y su esposa de la Cartuja de Miraflores en Burgos, realizado por Diego de Siloé.
En el Renacimiento, la obra del italiano Pompeo Leoni marcó el inicio de una utilización masiva del mármol y de un cierto abandono del alabastro. Durante el período barroco rara vez se utilizó este material, al igual que ocurrió en los siglos siguientes. En la actualidad, Oteiza ha utilizado el alabastro en obras como Conclusión experimental A y B para Mondrian y Chillida en Elogio de la luz XVI.

Sepulcro de los Condestables de Castilla en la capilla de ...

 

 

 

 

 

 

El acabado de la escultura en piedra

Al igual que ocurre en otras técnicas escultóricas, el acabado de la escultura en piedra puede cubrirse con policromía o puede dejarse a la vista. Es decir, la alternativa se establece entre el trabajo de pulido del propio material o su recubrimiento.

El hecho de que el material se deje visto puede responder a diferentes consideraciones, a la valoración de las cualidades intrínsecas del material como contenido de la forma, valoración propia del arte del siglo XX; a la aparición de modas, tendencias y gustos, como ocurre en la época del barroco y el rococó; o a la valoración de funciones simbólicas en los materiales, bien haciendo que determinadas materias se correspondan con un significado preciso, religioso o mágico, o simplemente porque materiales nobles, como el oro, o determinadas piedras, llevan implícita la idea de perfección, duración y majestad.

La tendencia a cubrir el material y a la policromía responde a la idea de ofrecer una imagen naturalista. La práctica de colorear la escultura de piedra, cubriendo directamente la superficie con color o, más frecuentemente, haciéndolo absorber por un preparado en yeso que cubre la piedra, estuvo muy extendida entre los pueblos primitivos, las civilizaciones no europeas y el mundo antiguo preclásico y clásico.

A partir del siglo V, la estatuaria griega empezó a pulir las superficies, aunque éstas hubieran de ir cubiertas de policromía, como ocurrió con los mármoles del Partenón, como esculturas en mármol perfectamente acabados y al mismo tiempo cubiertos de color. Pero esta policromía da un paso adelante haciéndose más suave, más discreta, más natural, dejando atrás los brillantes colores que habían caracterizado el mundo preclásico. Esto determina que en el siglo IV a.C. se imponga como un logro de clasicismo la escultura sin policromar; el abandono del color fue un logro de Praxíteles. Se empezó a utilizar la gánosis, es decir un patinado de cera que se aplicaba sobre la superficie.

Las estatuas helenísticas y romanas, al margen de que aplicaran alguna policromía a la vestimenta, se concebían blancas, como las vemos hoy en día.

En la Edad Media se volvió al gusto por aplicar policromía a la escultura, utilizando colores vivos, costumbre que fue desterrada a partir del siglo XV con la aparición del Renacimiento y el retorno a los ideales clásicos; este gusto se mantiene prácticamente hasta nuestros días.

La escultura en piedra a lo largo de la historia

A lo largo de toda la antigüedad, antes de la aparición del arte griego, y posteriormente en la Edad Media la elección de las piedras para escultura no era importante, se utilizaban casi todos los tipos y, sobre todo, la piedra que se encontraba más disponible en las inmediaciones. Esto era debido a diferentes cuestiones; por un lado, a la dificultad del transporte de la pesada piedra, que obligaba a utilizar la de la zona; en segundo lugar, a la subordinación de la escultura a la arquitectura, que obligaba a usar el mismo tipo de piedra del edificio, y finalmente porque en muchos casos la piedra era posteriormente policromada, por lo que sus características propias quedaban ocultas.

Así, en la Asia antigua y sobre todo en Egipto, se utilizaron con gran frecuencia pórfido, basalto y granito, escogidos por su dureza y su estructura cristalina, que los dotaba de una apreciación de mayor durabilidad y les hacía más preciados. Sin embargo, en la Grecia clásica, se utilizó sobre todo el mármol blanco, mármol que en un primer momento recibió policromía, pero que en el período clásico se despojó de la misma dejando el material en su pureza y convirtiéndose en la forma más pura de clasicismo. Este mismo gusto clásico determinó su aprecio en el Imperio romano, posteriormente en el Renacimiento y, tras él, hasta nuestros días.

Sin embargo, en la Edad Media europea, la gran ruptura sufrida con la caída del Imperio impuso en Europa, durante todos los largos siglos medievales, el gusto y la utilización de otros materiales como la madera y el alabastro; ya se ha comentado la magnífica escuela de escultores en alabastro que se desarrolló en España durante los siglos XV y XVI.

Tallar

El trabajo de talla consiste en ir devastando el bloque de madera para ir confiriéndole la forma deseada. El trabajo de devastado exige una gran habilidad técnica ya que los posibles errores sólo pueden ser en parte corregidos si posteriormente se utiliza la policromía.
Las principales operaciones que hay que realizar son cortar, tallar, alisar y pulimentar la madera.

Herramientas para tallar

La madera se sujeta para poder trabajar mediante prensas de mano, gatos, mordazas de tallista, etc., instrumentos que permiten la inmovilización del bloque de madera. El corte se ejecuta mediante instrumentos para aserrar: serruchos, sierras, máquinas específicas, etc. Para alisar las superficies se utilizan cepillos con hojas de acero. Para los ensamblajes se utilizan diferentes colas. Las piezas de madera se ajustan mediante clavijas, trozos de madera o metal que encajan en un taladro hecho para este fin, los clavos y los tornillos tienen la misma función. Las perforaciones se realizan con leznas y barrenas de acero, aunque para agujeros mayores se utiliza el taladro de mano y el berbiquí, con potentes brocas helicoidales.

Para devastar la madera se utilizan las azuelas, formones, escoplos y gubias; éstos se empuñan con la mano y se golpean con un mazo de madera dura o un martillo metálico, para tallar en redondo se utiliza el torno.

Los carpinteros y escultores del antiguo Egipto utilizaban para trabajar herramientas de cobre y bronce muy parecidas a las actuales: escoplos, hachas grandes y pequeñas, segures, sierras, leznas, trépanos en forma de arco con punta de cobre, etc. Conocían varios tipos de ensamblajes, la cola y los clavos, y utilizaban frecuentemente el chapado y la taracea.

Pese a la decadencia que sufrió la talla en madera en la época de la Grecia clásica, el período helenístico y el Imperio romano fueron el momento en el que la técnica de la talla llegó a un alto grado de perfección debido a la incorporación de nuevas herramientas como el cepillo de carpintero, y nuevos tipos de trépanos, el torno y el tornillo; al tiempo, se perfeccionaron las herramientas tradicionales que empezaron a fabricarse en hierro, en lugar de en bronce o en cobre.

La caída del Imperio supone la pérdida de muchos conocimientos artísticos; en la Edad Media muchas de las formas de trabajo de la madera se habían perdido, aunque en Italia, donde estaba más viva la tradición clásica, es probable que no se hubiesen olvidado completamente las técnicas más finas del engaste, el chapado y la talla. A partir de la época románica la talla en madera tuvo un resurgir, y con ella todas las técnicas de trabajo antiguas y todas las herramientas.

 

 
Centinial treatment obesity
zithromax
buy Zithromax
buy viagra