Cartago

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Cartago

 

Fundación: Fuentes literarias y datos arqueológicos.

Entre las muchas fuentes históricas que hacen referencia a la fundación de Cartago, los escritores antiguos de los siglos V a.C. y V d.C. tratan de manera más o menos directa la fundación de la "ciudad nueva" (Cartago) de Occidente, emplazada en una península del golfo de Túnez y en el centro de un paso estratégico de las rutas de navegación por el Mediterráneo central. Timeo de Taormina, a caballo entre los siglos IV y III a.C., precisa que la fundación tuvo lugar treinta y ocho años antes de la primera olimpiada, cuya celebración se sitúa en el 776 a.C. Esta fecha del 814 a.C., aunque polémica, es aceptada en la actualidad dado que, si bien los datos arqueológicos son algo posteriores, puede suponerse un cierto margen entre sus comienzos y su consolidación.

La célebre narración de Justino (XVIII, 4-5) describe como Mattan I, rey de Tiro, había dejado como herederos a su hijo Pigmalión, que subió al trono, y a su hija Elisa, que se casó con su riquísimo tío Acerbas, máximo sacerdote de Melkart y segundo hombre en importancia después del rey, a quien Pigmalión mandó asesinar. Esto impulsó a la princesa a huir de Tiro junto con un grupo de aristócratas de la ciudad, cuya primera escala se hizo en un enclave fenicio de Chipre, tal vez Kition, donde probablemente se les uniera el sacerdote de Astarté, en el que recogieron ochenta niñas destinadas a la prostitución sagrada, con el fin de que sirvieran de esposas a los jóvenes que acompañaban a Elisa. Ya en África, la princesa buscó la amistad de los libios, que habrían visto con agrado la presencia de los extranjeros, con la perspectiva del comercio y los mutuos intercambios. Es muy conocido el célebre episodio de la compra de un terreno que se podía cubrir con una piel de toro, piel que fue cortada en tiras muy finas abarcando una superficie mucho mayor que la prevista en un primer momento.

La narración refiere la afluencia de pobladores de los entornos vecinos, que se mezclan con los recién llegados, atraídos por las posibilidades económicas y comerciales, que dio en poco tiempo un aspecto urbano al nuevo asentamiento. Los delegados de Utica habrían dado la bienvenida a Elisa y su comitiva, a los que conminaron a fundar la ciudad; asimismo, se menciona el establecimiento de un tributo anual por el territorio ocupado a los indígenas y el posterior intento de Hiarbas, rey de los maxitanos, cuando se hallaba en marcha la nueva ciudad, de tomar como esposa a la propia Elisa, llamada por los indígenas Dido (´la errante´), quien prefirió arrojarse a una hoguera que ser fiel a su marido. Tras esta inmolación en el fuego, sus súbditos la divinizaron y conservaron su culto hasta los últimos tiempos de la historia de Cartago.

A todos los efectos, Cartago nació con el rango de colonia tiria. Aunque las fechas planteen ciertos problemas, parece claro que Cartago fue uno de los puntales de lo que tal vez fuera la primera proyección colonial organizada de los fenicios hacia Occidente. Fue concebida como auténtico núcleo urbano de alto significado económico y comercial, lo que equivale a interpretar el núcleo inicial como una sociedad de comerciantes y artesanos.

En relación con los datos arqueológicos que se conocen hasta ahora, hay que señalar que los materiales más antiguos, casi en su totalidad cerámicas griegas, podrían remontarse al segundo cuarto del siglo VIII a.C, y que en el tercer cuarto de este siglo, ya entrados en la época del "geométrico reciente" se hacen más abundantes. Ante este hecho, aunque exista polémica, los investigadores tienden a considerar que la ciudad ya existía al menos algunos decenios antes. A partir del último tercio del siglo VIII a.C. los materiales se hacen más abundantes, y proceden sobre todo del inicio del "tofet", el lugar sagrado, y de la organización de espacios destinados a enterramientos. Así pues, a pesar de la antigüedad de algunos materiales, es posible afirmar que Cartago no se desarrolla como entidad urbana hasta la segunda mitad del siglo VIII a.C.

Evolución histórica

Siglos VIII y VII a.C.

Cartago se funda en un emplazamiento privilegiado del golfo de Túnez, con una situación portuaria inmejorable y rodeada de un territorio sumamente fértil. Por su categoría, Cartago es un punto de referencia obligado a la hora de diferenciar las colonias fenicias de Occidente. El asentamiento debió crecer de forma progresiva durante el siglo VIII a.C. y sufrir una brusca expansión en los inicios del siguiente. Hasta hace pocos años tan sólo conocíamos de la Cartago de esta época varias necrópolis, un depósito de ofrendas -la llamada "chapelle Cintas", por su excavador-, y el "tofet", situado en Salambó. Las excavaciones alemanas realizadas en los últimos años han demostrado que la ciudad se asentó sobre las laderas meridionales de Byrsa -en el área de los puertos púnicos y del "tofet"- y ocupó en los siglos VIII y VII a.C. una extensión de unas cincuenta y cinco hectáreas.

Es posible que la represión desatada por Asiria a raíz de las revueltas en Siria y Fenicia instigadas por Egipto, fuera causa de que parte de la población de estos territorios emigrase hacia los enclaves fenicios situados en el Mediterráneo. Cartago, como otros antiguos asentamientos fenicios, acogió parte de este movimiento migratorio, gran parte del cual estuvo integrado por refugiados procedentes de la destruida Sidón, lo que explica su repentina eclosión demográfica y urbana. El súbito incremento de su población y tamaño habría de tener para Cartago consecuencias de gran alcance. Con su limitado territorio, la ciudad no estaba en condiciones de alimentar a una masa creciente de pobladores, así que hubo de volcarse hacia el exterior en una política de puerto de comercio.

En un primer momento, los intereses de Cartago se centran en abastecerse de alimentos, para lo cual establece contactos con algunos puntos del litoral norteafricano conocidos por su riqueza agrícola; asimismo, según las fuentes de Timeo recogidas por Diodoro de Sicilia (V, 16, 2-3), en 654-653 a.C., se establece en la isla de Ibiza una colonia, Ebussus, que será un punto de penetración hacia Occidente, y motivo de disputas entre los arqueólogos de nuestros días, ya que los vestigios encontrados parecen tener un origen fenicio más que cartaginés. Es posible que una colonia cartaginesa en la isla obedezca a la creciente necesidad de dar salida al excedente demográfico, mientras se buscaban fuentes externas de abastecimiento de productos agrícolas con que hacer frente al problema alimentario de una población súbitamente incrementada. Esta actividad de colonización constituirá, a partir de ahora, una de las directrices de la política exterior de Cartago y marcará el carácter de sus relaciones con el resto de los asentamientos fenicios diseminados por el Mediterráneo.

El período arcaico del siglo VI

Cartago emerge ante la Historia desde el siglo VI, momento en que aparecen las primeras referencias literarias, que coinciden con la proliferación de las manufacturas cartaginesas. La ciudad de Cartago va a intensificar, a partir de ahora, su política de puerto de comercio, que confirma a la ciudad como potencia marítima y comercial.

Al mismo tiempo se configura una fuerte jerarquización interna, encabezada por una aristocracia local bien representada por la familia de los Magónidas. La consolidación de Cartago como potencia comercial coincidía la implantación de los griegos en todo el Mediterráneo. Hacia el 600 a.C. Cartago está en disposición de enfrentarse en el mar contra los focenses de Massalia (Marsella) para impedir la fundación de esta colonia griega; sin embargo, los eubeos, que les precedieron en el Mediterráneo, fueron los mejores socios comerciales de los fenicios occidentales. Hacia el 550 a.C. Cartago sienta las bases de su imperio en el mar y se hace con el control político de Cerdeña, de una parte de Sicilia y se enfrenta en Alalia (Córcega), en alianza con los etruscos, a la escuadra focense. Por último, en el año 509, un tratado suscrito entre Cartago y Roma sanciona por primera vez en Occidente un reparto de áreas de influencia política. Así pues, Cartago consolida su hegemonía en el mar e inicia el camino que haría de ella una importante potencia naval y militar. Cartago parecía dispuesta a actuar con energía si era necesario para la defensa de sus intereses, lo que significaba adoptar actitudes claramente imperialistas.

El primer tratado entre Roma y Cartago se firma en el 509 a.C., recién instaurada la República romana, y marca el comienzo de una nueva etapa en la historia de Cartago. Roma quiere proteger sus dominios en el Lacio frente a las posibles acciones de los cartagineses que, por su parte, imponen sus intereses en Sicilia y Cerdeña.

La época clásica: siglos V y IV a.C.

A partir del siglo V a.C. Cartago empieza a desempeñar el papel de gran potencia en el ámbito de intereses cruzados que configuran el contexto mediterráneo. El citado siglo está marcado por sus enfrentamientos con ciertas ciudades griegas de Sicilia, cuyos habitantes se encontraban fimemente asentados en la isla. La tensa situación desembocó en la batalla de Hiera, en el 480 a.C., que terminó con la importante victoria de Gelón de Siracusa. Los cartagineses, derrotados, hubieron de aceptar el tratado que se les impuso y el pago de una indemnización de guerra.

Las consecuencias de esta derrota han sido frecuentemente exageradas por la historiografía moderna, porque, de hecho, a partir de esta fecha, las ciudades fenicias de Sicilia gozaron de gran prosperidad. En el 410 a.C., sin embargo, Cartago se ve obligada a volver a intervenir militarmente en la isla para detener el expansionismo de Selinunte, que hasta hacía poco había sido aliada de Cartago. Estos hechos dieron lugar a la firma de un tratado de paz con Dionisio de Siracusa que aseguraba a los cartagineses el control de la parte occidental de Sicilia. Pocos años después, el 397 a.C., Dionisio de Siracusa declaró la guerra a Cartago, y saqueó la ciudad púnica de Motya, tras lo cual se abre una etapa difícil, marcada por numerosos enfrentamientos y tratados hasta la muerte del tirano en el 368 a.C. A partir de esa fecha se conoce un largo período de paz.

Los cartagineses se habían consolidado como potencia indiscutible del Mediterráneo central, con una proyección cada vez más fuerte hacia Occidente, como se pone de manifiesto en el segundo tratado con Roma, en el 348 a.C. Cartago se reservaba en provecho propio el control de las costas norteafricanas en dirección al estrecho de Gibraltar y un amplio sector costero del mediodía español. De este modo, se erigía en la protectora de los intereses comerciales de la comunidad mediterránea occidental de origen fenicio. Este afianzamiento como potencia marítima corre paralelo a un importante desarrollo agrícola en su territorio africano, que constituirá uno de los pilares de su economía, como se plasma en los célebres tratados de agronomía cartaginesa conservados.

La época helenística : el enfrentamiento con Roma

El siglo III y la primera mitad del II a.C. corresponden al último período de la historia de Cartago. La ciudad será destruida en el 146 a.C. tras el tercer conflicto militar con Roma. Inevitablemente, esta última iba a chocar contra el poder de Cartago, algo que podrían impedir los nuevos tratados firmados entre romanos y cartagineses. Diferentes acontecimientos condujeron a una abierta lucha armada, conocida como Primera Guerra Púnica (264-241), que terminó con la victoria de Roma, que salía reforzada como potencia continental y marítima, mientras que Cartago debía abandonar sus posesiones en Sicilia, devolver los prisioneros romanos y pagar una indemnización de guerra.

La consecuencia más inmediata fue una crisis interna muy grave y su manifestación en una revuelta social que fue atajada por Amilcar Barca. En Cerdeña los mercenarios sublevados pidieron ayuda a Roma. Cartago hubo de abandonar sus posiciones en Cerdeña y pagar un nuevo tributo a Roma.

Para posibilitar su recuperación económica, los Bárcidas (Amílcar, Asdrúbal y Aníbal) dirigen sus conquistas hacia la península Ibérica. En territorios del mediodía peninsular establecerán los monopolios sobre la extracción minera y el aprovechamiento de las salinas y las pesquerías industrializadas.

En el 237 a.C., Amílcar desembarca en Gadir (Cádiz) y se asienta en la zona, estableciendo una zona de influencia que se ve afianzada, a su muerte, por su yerno Asdrúbal. Es en este contexto en el que se inscribe la fundación de Carthago Nova, la actual Cartagena, situada en uno de los mejores puertos del Mediterráneo y en una zona minera de vital importancia. Desaparecido Asdrúbal le sucede su hijo Aníbal, con quien se renovará la guerra con Roma.

La Segunda Guerra Púnica estalla con la toma de Sagunto, aliada de Roma, por los cartagineses en el 218 a.C. y considerada por el senado romano como un "casus belli". Aníbal decidió entonces atacar a Roma en su propio territorio, y entrar por los Alpes en Italia, donde su ejército permaneció por espacio de quince años. Sin embargo, Roma que atravesó uno de los períodos más difíciles de su historia, terminó victoriosa y se impuso como poder hegemónico único en el Mediterráneo occidental. A la victoria de Escipión el Africano en Zama (202 a.C.), siguió un tratado de paz que privó a Cartago definitivamente de su proyección exterior. A partir del 150 a.C. Roma decide acabar con Cartago, así que declara una última guerra que acaba con la destrucción total de la ciudad en el 146 a.C. y su posterior incorporación al Imperio romano. En el siglo II d.C., Cartago llegó a convertirse en la segunda ciudad más importante del Mediterráneo occidental, sólo superada por la propia Roma.

Organización política y social

La constitución de Cartago, dotada de una estabilidad que ya fue admirada por Aristóteles, era de tipo oligárquico. Los magistrados supremos eran dos sufetes elegidos anualmente en virtud de su nacimiento y riqueza. Existía un poderoso Senado integrado por varios cientos de miembros vitalicios, del que que emanaba un cuerpo más restringido, el consejo de los ciento cuatro, que vigilaba las acciones de los generales y otros oficiales. Por último, existía la asamblea del pueblo formada por todos los ciudadanos libres que hubiesen alcanzado una cierta edad y dispusieran de un mínimo de recursos, si bien los poderes de los ciudadanos estaban limitados.

En cuanto a los esclavos eran ordinariamente prisioneros de guerra y objeto de comercio. Dependían casi siempre de las familias de la aristocracia, que los empleaban especialmente en las labores del campo.

La organización militar de Cartago se caracterizó por su neta distinción del poder político. El senado confería a un personaje de la aristocracia el mando para organizar y dirigir el ejército y se reservaba un amplio poder de control. El servicio militar no era obligatorio entre los cartagineses, ya que la población era demasiado escasa y los intereses comerciales no podían ser desatendidos aunque fuera para conseguir un mayor poder militar sobre una zona tan extensa. Así, se vieron obligados a recurrir a un ejército de mercenarios reclutados en diferentes regiones del Mediterráneo occidental (hispanos, galios, ligurios, libios y campanienses).

Economía

La vida económica de Cartago giraba en torno al comercio y a una floreciente agricultura. Prueba de la importancia de esta última es el famoso tratado de Magón sobre la agricultura en época de las guerras púnicas, luego recogido por diversos autores clásicos. El grano y los cereales parecen proceder sobre todo de las grandes reservas africanas y de Cerdeña, ya que Cartago cultivó directamente olivo y vid. Asimismo, se mencionan los árboles frutales que abundaban en la campiña cartaginesa (limoneros, nogales, almendros), la granada, fruto muy renombrado, y productos hortofrutícolas (col, garbanzos, lentejas, etc.).

En lo que respecta a la ganadería, existen noticias, a través de sus representaciones en las estelas funerarias, de la importancia que alcanzaron para esta sociedad bueyes, carneros, y otros animales domésticos, como gallinas y palomas. La apicultura cartaginesa era bien conocida en el ámbito Mediterráneo por la calidad de su miel y de su cera. La pesca constituía una de las actividades más difundidas; fueron famosas las pesquerías industrializadas de Iberia, sobre todo con la producción de "garum" (una pasta hecha con las entrañas de los peces) que alcanzará gran fama en época romana.

Comercio

Desde el siglo VI a.C., Cartago intensifica su política de puerto de comercio. Para salvaguardar su vocación de potencia comercial fue básico el control de las riquezas mineras de Iberia. Los metales eran manufacturados y se vendían a precios mayores a lo largo de las costas mediterráneas. Existe un pasaje de Heródoto muy ilustrativo sobre la forma de comerciar:

"Una vez de arribada, desembarcaban las mercancías y las exponían en orden sobre la orilla, luego volvían a sus embarcaciones y hacían humo. Los indígenas veían el humo y, acercándose al mar, colocaban a los lados de las mercancías el oro que ofrecían a cambio y se retiraban. Los cartagineses volvían a bajar y examinaban (lo que habían dejado). Si juzgaban que la cantidad de oro respondía al valor de las mercancías, lo cogían y se iban en caso contrario volvían a las naves y aguardaban. (Los indígenas), retornando, añadían oro hasta que los cartagineses quedasen satisfechos. No se hacían recíprocamente perjuicio, al no tocar las mercancías antes de que tomasen los otros el oro".

Unas líneas más arriba se ha comentado el desarrollo que alcanzaron diversos productos alimenticios que también fueron objeto de importación y exportación; además, se comerció con todo tipo de artesanía, incluso con esclavos y se exportaban distintos tipos de tejidos, perfumes, etc. Cabe añadir que, en numerosas ocasiones, los cartagineses fueron intermediarios de los productos griegos.

En lo que respecta a la moneda, es de destacar el retraso en la acuñación de ésta por parte cartaginesa. La primera de las series acuñadas en la ceca de Cartago data de los años 410-390 a.C. y tiene como causa inmediata el pago a las tropas mercenarias reclutadas en el conflicto entre Segesta y Selinunte; sin embargo, es lógico suponer que funcionaba un sistema premonetario en la ciudad, porque cuando Cartago emprende la actividad monetaria de forma estable en su propia ceca africana (390-380 a.C.), las emisiones reflejan una experiencia que parece suponer la existencia de iniciativas monetarias metropolitanas anteriores.

Religión

Las divinidades mayores son Tanit y Baal Hammon. De la primera hay que mencionar su origen fenicio, aunque su difusión en el área púnica es muchísimo mayor. Tanit lleva frecuentemente el apelativo "rostro de Baal", propio de la Astarté fenicia, y confirma la relación entre las dos deidades. El signo de Tanit, un triángulo con una barra encima y ésta a su vez con un círculo, se halla muy difundido en el ámbito púnico. Baal Hammon recibía esta denominación en Cartago, mientras que en Sidón se le denominaba Eshum, Adonis en Biblos, y Melkart en Tiro, nombre este último con el que se le rendía culto en Cádiz.

La identificación de las divinidades púnicas en las adaptaciones griegas no siempre resulta fácil. Zeus sería Baal Hammon (asimilado, en cambio, en otros lugares a Cronos); Hera es Tanit; Apolo quizás corresponde a Reshef y Heracles a Melkart. La religión de las zonas del mundo púnico exteriores a África, al menos en lo que concierne a las divinidades es muy similar a la de Cartago. En Cádiz el templo mayor estaba dedicado a Melkart, transformado en la época romana en Hércules gaditanus. En Ibiza, la imagen de Bes en las monedas ha sugerido que el dios egipcio estaría vinculado a esta isla

Culto

Se sabe que un sacerdocio complejo y organizado preside la vida religiosa en el mundo púnico. Una de las principales tareas de los sacerdotes era dirigir los distintos tipos de sacrificios: los holocaustos, en los que la víctima era totalmente consumida por el fuego; las comuniones, donde el devoto consumía una parte de la ofrenda dedicada a la divinidad; y los expiatorios, en que el sacerdote tenía derecho a una parte del sacrificio.

El molk era el sacrificio del hijo primogénito realizado en honor a un dios. Se practicaba sobre unos altares situados dentro del tofet, recinto en el cual se depositaban los huesos calcinados de los sacrificados. Sin embargo, el molk no constituyó un rito de cumplimiento obligatorio. De hecho, la arqueología testimonia el empleo sustitutivo de pequeños animales. También hay testimonios de sacrificios humanos importantes, como el de Aníbal, quien después de haber conquistado Himera inmoló a tres mil prisioneros. Las inscripciones documentan que los sacrificios de animales como toros, corderos, carneros, ovejas y aves estaban también muy difundidos.

Ritos funerarios

Las prácticas funerarias confirman la creencia en una vida ultraterrena de la que sabemos muy poco. En las necrópolis arcaicas de Cartago, el ritual de la incineración, aunque minoritario, coexistió con la práctica de la inhumación. Posiblemente la primera represente una práctica funeraria más fiel a los orígenes fenicios, mientras que a partir del siglo V a.C. se constata en las necrópolis de Cartago la generalización de las prácticas crematorias. El empleo funerario de las máscaras, los amuletos, las navajas de afeitar y los huevos de avestruz pintados están vinculadas a funciones mágicas.

Entre el siglo IV y el II a.C, la sepultura más frecuente es una pequeña cesta de piedra caliza, con una tapa a dos aguas, que contiene los restos incinerados. Un ajuar ya entonces muy reducido, a veces incluso ausente, acompaña estos restos..
 

Fundación Educativa Héctor A. García