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Concepto de Música                                           Siguiente>>>

La palabra Música procede del latín Musica, derivada, a su vez, del griego Mousike, palabra esta última que tenía en su origen dos significados: uno general que abarcaba todo lo relacionado con la educación del espíritu (colocada bajo la advocación de las nueve Musas o diosas de las artes), que se complementaba con la educación física o gymnastike, y otro específico de arte sonoro, que es el que ha llegado hasta nosotros.

La dificultad para definir la música ha sido siempre proverbial. Ya Aristóteles llegó a la conclusión de que, aunque la noción de Música era comprendida por todo el mundo, resultaba extremadamente difícil llevar a cabo una definición. No obstante, podemos definir la música como el arte que se ocupa del material sonoro y de su distribución en el tiempo. La unidad mínima de la organización musical es la nota, un sonido con un tono y una duración específicos, de cuya combinación surgen melodías y acordes. La organización de la música implica por lo general la presentación de un material básico que podrá luego repetirse con precisión o con cambios (variaciones), alternarse con otros materiales o seguir actuando continuamente para presentar nuevo material.

Tenemos, por lo tanto, dos componentes básicos dentro de la música: el sonoro y el temporal que se presentan unidos de forma inseparable, tanto en la creación como en la ejecución y en la audición. Junto con ellos, es preciso tener también en cuenta el componente intelectual, es decir, cómo influye la música sobre el estado de ánimo de los oyentes.

Estos tres componentes, los dos primeros referidos a la música en sí y el tercero a su influencia sobre el oyente, han recibido diferente importancia en los autores que se han preocupado de la materia. Algunos, como San Agustín o San Isidoro, han hecho hincapié en el primer aspecto (Ciencia de bien medir será la definición de San Agustín y Ciencia de armonía medida la de San Isidoro), en tanto que otros han considerado más importante el segundo. Este es el caso del filósofo y compositor Jean-Jacques Rousseau que definió la música como "Arte de expresar determinados sentimientos de un modo agradable al oído" o el compositor Héctor Berlioz que la definió como "Arte de conmover por la combinación de los sonidos a los hombres inteligentes y dotados de una organización especial".

Filosofía y Estética de la Música

Es la disciplina que se ocupa del estudio histórico de las distintas formas en las que se ha entendido la música, es decir, de la evolución histórica del concepto "música".

A lo largo de la historia, han sido diversas las maneras en las que los compositores y escritores que se han ocupado de la música la han definido, aunque, básicamente, quepa distinguir dos tendencias.

La primera de ellas, procede de la filosofía pitagórica y considera que la música está relacionada con las matemáticas, dado que se basa en correspondencias numéricas que se muestran en las distancias entre las notas y la longitud de las cuerdas en los instrumentos. Dichas correspondencias no serían sino el reflejo de la armonía universal, que se basaba toda ella en la proporción matemática. A causa de esto, se suponía también la existencia de una música cósmica, la "Armonía de las Esferas", que sería el sonido que harían los astros al girar.

La segunda de las tendencias se pone, por el contrario, en el lado del oyente y considera fundamental la capacidad de conmover de la música. La conciencia del poder de la música llevará a numerosos autores a clasificar melodías e instrumentos según el tipo de sentimiento que puedan despertar en el oyente e incluso a buscar modelos de música adecuados para cosas tan diversas como la educación o la medicina.

Estas dos ideas, adoptadas por el Cristianismo, permanecerán en la formación de los músicos hasta entrado el siglo XVIII. La segunda tendrá una importancia especial, toda vez que se verá influida por la idea de que el arte debía imitar a la Naturaleza, que será la base de la teoría artística europea hasta comienzos del siglo XX. El resultado es que la música será considerada como un arte de importancia secundaria, que debía ir subordinada a un texto al que se limitaría a ilustrar. Las causas de esto son dos: la primera, la escasa capacidad de la música para imitar, salvo ruidos concretos y de forma muy limitada, y la segunda, relacionada con la capacidad de conmover, el poder que la música podía llegar a tener sobre el alma. Todo ello hace que se considere a la música como un arte potencialmente peligroso, ya que no se dirigía al intelecto, sino al sentimiento del hombre. Por ello, se la subordina al texto y se compara su papel con el del color dentro de un cuadro. Dentro de esta tendencia cabe citar a escritores tan distantes en el tiempo como San Agustín, Leibniz o Rousseau, que incluso llegó a componer una ópera en la que ponía en práctica su teoría.

Por otra parte, la idea pitagórica hará de la música una rama de las matemáticas y, como tal, se enseñará en la Universidad desde la Edad Media dentro de las Artes Liberales que integraban el Quadrivium, Aritmética, Música, Geometría y Astronomía. Más delante, teóricos como Gioseffo Zarlino y compositores como Jean Phillipe Rameau o Johann Sebastian Bach continuarán en la estela del pitagorismo. De la mano de éstos, comenzará a extenderse la música instrumental.

Ya a finales del siglo XVIII, el inicio de las corrientes filosóficas que darán lugar al Romanticismo y la importancia que conceden a lo irracional se plasmará en una consideración completamente opuesta: la música ahora pasa a ser la más importante de las artes por cuanto habla al sentimiento y no a la razón y con ello apela a lo más profundo del ser del hombre. En palabras de Schopenhauer, uno de los muchos filósofos que, ya en el siglo XIX, se ocuparon del tema, "La música expresa lo que hay de metafísico en el mundo, la cosa en sí de cada fenómeno". Esta idea será la que predomine a lo largo de todo el siglo XIX.

A comienzos del siglo XX, la gran ruptura que supone el arte de vanguardia llevará a una diversificación de teorías en las que, no obstante, será posible observar atisbos de las tendencias básicas ya mencionadas, así como de la concepción romántica de la música. Así, el formalismo de la obra de Stravinsky es heredero de la corriente pitagórica en tanto que la música como sentimiento pervive en la obra de Richard Strauss.

Crítica Musical

Forma parte de la Estética de la Música y se ocupa de juzgar tanto la composición como la ejecución de la música. Está relacionada, además, con la industria musical, dado que surge durante el siglo XVIII al calor de los primeros conciertos públicos y de las primeras publicaciones periódicas y se desarrolla a lo largo de los siglos siguientes.

Historia breve de la Música Occidental

Se conservan testimonios referidos a la música desde las civilizaciones más antiguas, aunque de ninguna de ellas nos ha llegado testimonio práctico alguno. Sí se conservan, en cambio, instrumentos y escritos sobre música que dan una idea aproximada de la práctica musical de estas civilizaciones (Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma). Se ha conservado alguna composición aislada, aunque la transcripción al sistema de notación actual resulta siempre problemática. La música de Egipto y Mesopotamia es desconocida en buena medida. Algo más se sabe de la griega y la romana, descendiente directa esta última de la griega.

En general, nos han llegado testimonios sobre la música que iba unida a la práctica religiosa de estas civilizaciones, sin que sepamos nada de la música profana hasta llegar a Grecia y a las civilizaciones antiguas que, como la china o la hindú, han perdurado hasta nuestros días. En general, estas civilizaciones otorgan a la música un origen divino y la suponen capaz de poner al hombre en contacto con los dioses, así como de curar. También es habitual, al menos desde Mesopotamia, la idea de relacionar la música con el ciclo de la naturaleza (las estaciones del año, el movimiento de los astros, etc.), que se plasma de inmediato en el tipo de escalas que emplean (escalas que se deducen de los instrumentos conservados). Tales escalas son de cinco y siete sonidos en los casos de Mesopotamia y Grecia, las dos civilizaciones de las que se ha llegado a saber algo.

Los instrumentos son de tres tipos: de viento (flautas por lo general), arpas de cuerda y, sobre todo, gran variedad de instrumentos de percusión. De Grecia y Roma han llegado a nuestros días más testimonios, lo que permite conocer mayor variedad de instrumentos, de entre ellos destacan la cítara y la lira (ambas de cuerda pulsada) y, ya en Roma, la aparición de instrumentos de viento fabricados en metal, así como la aparición del órgano, todavía movido por agua.

La influencia de estas civilizaciones en la música posterior se limitó a la teoría, dado que su tradición musical se perdió con el paso del tiempo. Sí influyó, en cambio, el primitivo canto cristiano, iniciado en los primeros tiempos de esta religión, todavía en la clandestinidad y desarrollado en las comunidades del Mediterráneo Oriental, en especial Antioquía. Dos fueron las influencias básicas a la hora de crear este canto: la música con la que la comunidad hebrea entonaba los Salmos (básica en los núcleos iniciales del Cristianismo, todavía de mayoría hebrea) y la música de los pueblos de cultura griega que rodeaban al pueblo judío y con el que se mezclaron pronto los primeros propagadores del Cristianismo. Se trataba de un canto vocal, dado que los instrumentos estaban prohibidos en el templo, en el que se entonaban tanto los salmos bíblicos como los himnos de nueva creación. La diferencia en la interpretación estaba marcada por el carácter del texto, de medida fija en los salmos y variable en los himnos. La forma de interpretación era habitualmente responsorial: un solista entonaba el canto y la comunidad respondía con un estribillo.

Tras la proclamación del Cristianismo como religión oficial del Imperio por parte del emperador Constantino (Edicto de Milán, 312), el canto de la liturgia cristiana se difundió y comenzó a mezclarse con las tradiciones musicales de las diferentes regiones que formaban el Imperio. Tras la división del Imperio llevada a cabo por Teodosio en el año 395, también el canto litúrgico se dividió en dos, una de ellas dio origen al rito romano occidental (en cuyo seno surgió, ya en la Edad media, en canto gregoriano) y la otra al que fue, tras el Cisma de Oriente, rito ortodoxo oriental.

La Música en la Edad Media

Abarca los siglos IV a XVI y comienza por una etapa de orígenes (siglos VI a X) en la que se configura el canto gregoriano (monodia) dentro de la Iglesia y en la que aparecen los primeros ejemplos conocidos de música a varias voces (polifonía), en general sobre temas del canto gregoriano, que sólo se escribía para una voz (monodia). Poco después, comienzan a aparecer los primeros compositores profanos, los trovadores (s. XI) y troveros (trouveres) franceses y los Minnesänger o Minnesinger alemanes (s. XII). Todos ellos componen sus propias melodías y sus textos.

Al mismo tiempo, la polifonía religiosa va avanzando y llega a una primera madurez en las llamadas Escuela de St. Martial de Limoges y Escuela de Nôtre-Dame de París, en la que destacan los maestros Leonin y Perotin. Cercana a la Escuela de Notre-Dame (y a veces identificada con ella) se encuentra el Ars Antiqua (Arte Antiguo, ca. 1240-ca. 1320) en la que se desarrollan géneros como el motete y la canción polifónica y en la que destacan compositores como Jacobus de Lieja, Franco de Colonia o Adam de la Halle.

A continuación, nos encontramos con el Ars Nova (Arte Nuevo, ca. 1320-ca. 1380) Tiene su centro en París y debe su nombre a la obra del compositor Philippe de Vitry, en la que se criticaba la forma de componer del Ars Antiqua (a la que se da este nombre por primera vez) y se proponía la composición a partir de un arte nuevo que buscaría una mayor dificultad formal y que llegaría a su extremo con el Ars Subtilior (Arte más sutil) del siglo XIV. Durante este período, se perfecciona el sistema de escritura musical y se llega a tales atrevimientos en la composición para la Iglesia que el papa Juan XXII llegó a prohibir su interpretación. Ello llevará a la composición de una música más sencilla, aunque la orden papal no parezca haber sido obedecida de forma total, dado que la polifonía prosiguió su desarrollo hasta finales del siglo XVI. De entre los compositores del Ars Nova, destacan el mencionado Vitry y Guillaume de Machaut y de sus logros formales cabe destacar el comienzo de la composición de misas completas. La más antigua conservada es la Misa de Nôtre-Dame de Machaut.

En la primera mitad del siglo XIV, comienza a desarrollarse en Italia el madrigal, género profano compuesto en principio a dos voces que llegará hasta entrado el siglo XVII y que logrará gran éxito, ya que se compuso, en su estilo, por toda Europa. Es el género que marca la transición hacia el Renacimiento.

La Música en el Renacimiento

Se suele indicar como iniciadores del Renacimiento musical al grupo de compositores que se encuentran en la corte de Borgoña bajo los duques Felipe el Bueno (1419-1467) y Carlos el Temerario (1467-1477), donde se encuentran reunidos, entre otros, Guillaume Dufay, Pierre Fontaine, Robert Morton y Gilles Binchois. Por los mismos años, en Inglaterra, John Dunstable compuso según un estilo que, algo anticuado para los compositores del continente, va a inspirarles un aire nuevo, más sencillo, que busca distanciarse del preciosismo formal del Ars Subtilior. Serán Binchois y Dufay los primeros en fijarse en el modelo inglés para imitarlo. Ello se va a traducir en una melodía más fluida y un ritmo más sencillo, con frecuencia de danza. Se conoce a estos compositores como Escuela Franco-Flamenca y dentro de ella destacarán Antonie Busnois, Johannes Ockeghem en la segunda, en la tercera Jean Mouton, Heinrich Isaak, Jacob Obrecht, Josquin Desprez, Nicolás Gombert y Orlando de Lassus.

El viaje de muchos de estos compositores a Italia (así Josquin, Verdelot, Lassus o Willaert) hace que su estilo influya en el de los compositores italianos, detenidos en la tradición del madrigal primitivo. Esta influencia se hará palpable en la Escuela Romana que florece a mediados del XVI y en la que destacan Constanzio Festa, Giovanni Maria Nannino y, sobre todo, Giovanni Pierluigi da Palestrina. Estos compositores se caracterizarán por mezclar elementos de la tradición franco-flamenco con una sonoridad diferente, así como por lo abundante de su producción religiosa, adecuada ya a las normas musicales del Concilio de Trento. Algo posterior en el tiempo y ya de transición hacia el Barroco es la Escuela Veneciana, que se caracteriza por el empleo de combinaciones de varios coros y por una música de sonoridades ricas y coloristas en la que las voces humanas se mezclan con instrumentos. Destacan en ella Cipriano da Rore, Baldasare Donato y los dos Gabrieli (Andrea y Giovanni).

Los problemas religiosos del Renacimiento se muestran en la música tanto en el lado católico (como hemos visto con la Escuela Romana) como en el protestante, donde se adaptará la música a las necesidades del nuevo culto, que preferirá piezas simples, de estructura sencilla y de carácter popular. Destacan compositores como Hans Leo Hassler, Michael Praetorius o Lukas Ossiander.

En la España del Renacimiento destaca la obra de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria, tres de los principales compositores del período.

La Música en el Barroco

El período barroco se extiende en la música entre, aproximadamente, 1600 y 1750 y se caracteriza, principalmente, por el empleo del bajo continuo, que consiste en que la voz más grave de la pieza suene continuamente y con sus notas imponga la armonía del resto de las partes. Junto a ello, va a destacar el gusto por el contraste, que en el campo musical se muestra en el mayor empleo de instrumentos frente al predominio de las agrupaciones vocales que se habían dado hasta entonces (aunque ya en el Renacimiento se comiencen a publicar obras para conjunto instrumental). Poco a poco, los instrumentos van adquiriendo la misma importancia que los géneros vocales, haciéndose finalmente independientes de éste en el concerto grosso que enfrenta dos grupos de instrumentos, uno más grande que otro, entre los que se busca el contraste de sonido.

Junto a este gusto por el contraste, el interés del Barroco por la representación y por lo espectacular va a dar lugar al nacimiento de dos géneros de gran importancia: la ópera y el oratorio, ambos géneros cantados en los que se desarrolla una historia que en el segundo de los casos no llega a representarse por ser de tema religioso y cantarse en la iglesia. El éxito popular de la ópera hace que la música religiosa acerque a aquella sus estructuras en géneros preexistentes como la misa, el motete o la pasión.

Por su parte, la ópera será el mejor testigo de la evolución de la sociedad del Barroco. Las polémicas en torno a la licitud de la ópera como espectáculo y el nacimiento de la ópera bufa, retrato de la sociedad burguesa que empieza a crearse, marcan la transición hacia el Clasicismo.

En toda la música del Barroco tiene gran importancia de llamada "Teoría de los Afectos", que pretendía que cada tipo de música correspondía con un estado anímico diferente. Ello se plasmará sobre todo en la ópera, pero será frecuente también en la música instrumental, pues se asignaba a cada instrumento una de las situaciones anímicas.

En el período barroco aparece la mayor parte de los géneros que llegan hasta el siglo XX. Así, además de la ópera y el oratorio ya mencionados, surgen géneros instrumentales como la sinfonía, el concierto, la sonata o la suite. Asimismo, es en la época barroca cuando se consolida el sistema tonal que ha de emplear la música europea hasta comienzos del siglo XX.

De entre los compositores principales de este período, destacan Johann Sebastian Bach, Georg Friedrich Händel, Antonio Vivaldi, Henry Purcell o Georg Philipp Telemann.

La Música en el Clasicismo

El Clasicismo abarca aproximadamente la segunda mitad del siglo XVIII y supone el período que en el resto de las artes es conocido como Neoclasicismo. En música, al no existir apenas vestigios musicales de la antigüedad grecorromana, se emplea el término Clasicismo y se toma como referencia su doctrina estética: medida, número y orden son los cánones clásicos de la composición. Se pretenderá imitar la naturaleza incluso en la música; para ello, se tiende a la simplicidad de formas y a la claridad de líneas.

Desde el Barroco, se llega hasta el Clasicismo a través del llamado Período Galante, que se oponía a la rigidez y la complejidad del Barroco y buscaba una música fácil de comprender en la que la melodía tenía un papel principal. Esta facilidad da paso a la claridad de líneas mencionada, claridad que no significa falta de sentimiento, muy al contrario, pronto serán evidentes en la música las huellas del movimiento poético Sturm und Drang (Tormenta e Impulso) que se plasmarán en el llamado Estilo Sentimental que primará en la música de la Escuela de Manheim. Finalmente, se entiende por Clasicismo Pleno el que abarca los años de Haydn, Mozart y Beethoven, que constituyen la llamada Primera Escuela en Viena.

En los géneros se producen algunos cambios y mientras desaparecen la suite y el concerto grosso y cristalizan la sonata y la sinfonía, se mantienen la ópera, el oratorio, aunque con transformaciones debidas a los cambios en los gustos del público, que se diversifica y busca también argumentos cómicos. Asimismo, se evidencia la importancia del público en la abundancia de música de cámara compuesta y publicada para que los aficionados la interpretaran en veladas domésticas.

La Música en el Romanticismo

El período romántico abarca en la música desde 1800, fecha de la Primera Sinfonía de Beethoven, hasta 1914, fecha del inicio de la Primera Guerra Mundial. Beethoven será el autor que sirva de bisagra entre el Clasicismo y el Romanticismo, pues su formación y buena parte de su obra serán clásicas, pero su actitud como artista será ya plenamente romántica. Beethoven será, además, la figura paradigmática que sirve como modelo a todos los románticos.

El Romanticismo se caracteriza por la búsqueda de lo absoluto que se plasma en la reacción contra los cánones clásicos, la prioridad de la expresión de la propia intimidad y el deseo de conmocionar afectivamente al público. La mencionada búsqueda de lo absoluto se plasma en la consideración de la música como un lenguaje privilegiado capaz de llegar al sentimiento sin pasar por la razón. De esta manera, la música instrumental tendrá gran desarrollo, marcado en buena medida por el deseo del compositor de hacerse con un lenguaje propio, aunque la música vocal conozca también un auge merced a la importancia que se otorga a géneros como la ópera y la canción.

El público se convierte en árbitro del éxito. Los compositores no escriben ya para la nobleza o la Iglesia, sino para el gran público. Al mismo tiempo, los avances tecnológicos en el campo de los instrumentos musicales les otorga una mejor sonoridad y una mayor capacidad técnica. El piano será el instrumento más afectado por estas mejoras y, a la vez, el que tenga un mayor éxito social, tanto en salas de concierto como en salones particulares.

Los compositores van a buscar un estilo que les distinga y para ello harán un uso muy personal de los procedimientos de composición heredados del Clasicismo. Ello redundará en una debilitación del sistema tonal que se había creado a partir del Barroco.

El Romanticismo se inicia, musicalmente hablando, en la Viena de principios del XIX para acabar alcanzando a Europa entera y a los puntos más europeizados de otros continentes y se caracterizará por los contrastes: el intimismo de la música de cámara o la canción junto a lo aparatoso de la ópera o de la gran orquesta sinfónica, que aumenta cada vez más a lo largo del siglo, o el universalismo y la búsqueda de lo absoluto del genio romántico frente al interés por el folclore que se muestra en la aparición de las escuelas nacionalistas rusa o checa.

También será el siglo XIX el que vea el comienzo de los estudios musicológicos de carácter histórico que permiten conocer numerosas obras del pasado que se habían olvidado.

De entre los compositores destacan, además del mencionado Beethoven, Franz Schubert, Robert Schumann, Johannes Brahms, Férenc Liszt, Felix Mendelssohn, Richard Wagner, Hector Berlioz, Gioacchimo Rossini o Giuseppe Verdi.

La Música en el siglo XX

El siglo XX se va a caracterizar, como en el resto de las artes, por la ruptura con la tradición cultural anterior y por la diversidad de estilos que surge de tal ruptura.

Ya dentro del siglo XIX, comienzan a surgir compositores que buscan un camino nuevo que se aparta de la tradición seguida hasta aquí. Cabe destacar en este aspecto a Claude Debussy y a Maurice Ravel, principales integrantes del Impresionismo francés o a los compositores del Expresionismo alemán. Junto a ellos, aparecen compositores que, como Gustav Mahler o Richard Strauss, llevan a sus últimas consecuencias los logros del Romanticismo en el llamado Post-romanticismo.

No obstante, esta situación se romperá con el deseo de las Vanguardias de romper con la tradición para buscar un sistema musical nuevo. En este campo destacarán los integrantes de la Segunda Escuela de Viena, Alban Berg, Arnold Schönberg y Anton Webern, que cultivarán el Dodecafonismo o uso libre de los doce sonidos de la escala cromática, estilo que se seguirá usando años después de la muerte de sus primeros cultivadores. Ejemplo de estos continuadores serán Luigi Dallapiccola y Olivier Mesiaen.

Otra forma de oposición al espíritu del Romanticismo es el Neoclasicismo, que surge hacia 1920 y que incluye los logros compositivos del Impresionismo y el Expresionismo. La actitud antirromántica se muestra en la importancia que se da a la forma frente al predominio del sentimiento en la música del XIX. Destacan entre sus cultivadores Igor Stravinsky, Sergei Prokoviev, Darius Milhaud y Arthur Honegger.

Tras la Segunda Guerra Mundial, se produce un deseo de recuperación que se manifiesta en una creación que busca agrupar tendencias, desde la tradición clásica a los logros de la Vanguardia, pasando por la música ligera y el empleo de los avances tecnológicos en el campo de la reproducción del sonido. Será excelente ejemplo de esta tendencia el británico Benjamin Britten, que emplea de forma ecléctica los estilos más diversos de acuerdo con el espíritu de la obra a la que se enfrente.

Otras tendencias de postguerra serán la Música Concreta de Pierre Schaeffer, la Música Experimental (obras musicales que a menudo se interrelacionan con el teatro, la danza, la plástica y otras artes) del estadounidense John Cage, el Serialismo en el que trabajan Geörgy Ligeti y Kristof Penderecki, la Música Electroacústica, iniciada por Eimert y continuada por Stockhausen o el Minimalismo de La Monte Young, Terry Rirey, Steve Reich y Philip Glass.

A pesar de todos los cambios acontecidos, la ópera sigue viva como género e institución. Entre sus principales representantes están el mencionado Benjamin Britten y Hans Werner Henze. No se trata, no obstante, de óperas convencionales, o no siempre, sino que buscan experimentar a la vez con las nuevas tendencias dramáticas y musicales. Asimismo, se recurre otra vez a los antiguos géneros (sinfonías, cuartetos de cuerda) y también a combinaciones de los mismos, aunque sin las profusas explicaciones que la vanguardia de los años cincuenta y sesenta, se sentía obligada a dar para justificar su pluralidad musical.

Elementos básicos de la Música

Los elementos básicos de la música son aquellos que se emplean para organizar cualquier tipo de pieza musical, desde una melodía simple con una escala de tres notas y una duración mínima (como sucede en la música folclórica más simple), hasta las obras más complejas imaginables. Los dos elementos básicos son el sonido y el ritmo. Ambos aparecen de forma conjunta en la música ordenados a partir de estructuras sonoras y rítmicas que son distintas en los diferentes sistemas musicales que conviven en el mundo. Las estructuras rítmicas básicas son el pulso y el compás y las melódicas, la melodía y la armonía.

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