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  Razas y Etnias

 
 
EL ROSTRO HUMANO
La diversidad que existe dentro una misma especie resulta evidente cuando nos fijamos en las poblaciones humanas. Los rasgos faciales, la pigmentación de la piel, el color y forma del pelo, los grupos sanguíneos son algunos aspectos para los que todos conocemos diferencias individuales. Aunque percibimos las diferencias humanas mucho más fácilmente que las de otras especies, también podemos encontrar diversidad individual en el color y formas de caracoles y mariposas o en el color de las flores y la forma de las semillas de muchas plantas.
- ETNIA: Grupo humano con caracteres raciales, somáticos, lingüísticos y culturales comunes.
 

- RAZA: Cada una de las grandes clases en que se agrupan los individuos de la especie humana, atendiendo principalmente al color de la piel.
 

- POBLACIÓN: Grupo o comunidad humana extensa, formada por diversos núcleos familiares y residenciales, que viven y trabajan en un espacio geográfico común y tienen una organización social e instituciones unitarias. En antropología, "población" es el término que los científicos modernos han propuesto para sustituir al concepto de raza.

La ambigüedad que envuelve el concepto tradicional de la raza hace que, en muchas ocasiones, se confunda también con los conceptos de etnia, de pueblo, e incluso de nación. Para distinguirlos, hay que tener en cuenta que la raza es un concepto supuestamente referido a una comunidad biológica humana, mientras que los de etnia y pueblo se refieren a comunidades culturales y lingüísticas, y el de nación, a una comunidad política. Solo en casos muy especiales, como en el de pueblos que han vivido en condiciones de aislamiento muy notables (los pigmeos y los bosquimanos de África, por ejemplo) se hallan más cercanos (aunque siguen sin coincidir plenamente) los conceptos de raza, etnia y pueblo...

A nivel popular, se cree que cada raza tiene unas características físicas bien definidas. Sin embargo, esta clasificación es profundamente imprecisa, ya que la mayor parte de la población del mundo no se ajusta de forma clara a estos esquemas, como consecuencia de las continuas y multidireccionales mezclas de población que se están sucediendo desde la más remota antigüedad hasta la actualidad. Por lo tanto, en la práctica, nunca se ha podido documentar la existencia de ninguna raza pura ni de ninguna persona racialmente pura...
 

LAS ETNIAS Y LAS POBLACIONES

Aunque en el lenguaje no especializado siguen y seguirán utilizándose el término y las categorías culturales de la raza y de las razas, los científicos prefieren utilizar en la actualidad el término de "población" para designar al grupo humano cuyas características genéticas tienen rasgos de especificidad suficientes como para ser considerado como un grupo especial..

Definición:

1. Cada uno de los grupos en que se divide una especie orgánica, formado por individuos que poseen ciertos caracteres comunes que se perpetúan por generación: los dobermann son una raza de perros de ataque con un marcado instinto asesino.
2. Cada una de las grandes clases en que se agrupan los individuos de la especie humana, atendiendo principalmente al color de la piel: no importa que pertenezcáis a razas distintas si es que verdaderamente os amáis.
3. Cada uno de los grupos en que se divide la especie humana según caracteres que lo hacen homogéneo y distinto de otros y que se conservan a través de la historia: la raza aria se extiende por el centro y el norte de Europa.
4. Casta o linaje: es de raza fuerte y trabajadora, no tendrá problemas para superar este contratiempo.
5. Grieta, raja, hendidura: me vendieron el lienzo a un precio de ganga porque tenía una pequeña raza en la esquina inferior derecha.
6. Rayo de luz que penetra por una abertura: las primeras razas del sol se filtraban por la ventana, cuando vino mi padre a despertarme para ir de caza.
7. Grieta que a veces se hace en la parte superior del casco de las caballerías: el pobre jaco tenía un aspecto lamentable: el pelaje mate y escaso, los ojos acuosos y las pezuñas llenas de razas.
8. Banda o lista de color más claro que el resto en un tejido: las telas que tienen razas se dice que están razadas.

Modismos


De raza. Dícese del animal de casta seleccionada, cuyos progenitores pertenecen a esa misma casta y no han sido cruzados.
Raza amarilla. La humana, cuyos individuos tienen la piel de tono amarillento, estatura baja o mediana, cráneo braquicéfalo, cabellos lacios y negros, rostro aplastado y ojos oblicuos, con pliegue palpebral.
Raza blanca. La humana, cuyos individuos tienen la piel clara, ojos entre el azul claro y el pardo oscuro, cabello de rubio claro a negro, fino y lacio u ondulado, estatura mediana o alta y pilosidad corporal abundante.
Raza negra. La humana, cuyos individuos tienen la piel de color entre moreno muy oscuro y negro de ébano, pilosidad corporal escasa, cabellos crespos y muy rizados, estatura mediana o alta, cráneo dolicocéfalo, nariz ancha y aplastada y labios muy gruesos.

Sinónimos
Ascendencia, casta, linaje, origen, dinastía, familia, ralea, tribu, cabila, especie, estirpe, grey, género, pueblo, patria, clan, horda, clase, cepa, alcurnia, progenie, prosapia, rama, grieta, raja, hendidura, raya, banda, lista, veta, faja, rayo.

[Antropología] Raza Humana.

Variedad de la especie humana caracterizada por la presencia entre sus miembros de rasgos físicos, morfológicos y biológicos específicos y distintivos con respecto a los de otras variedades.

La palabra castellana raza parece proceder, como semicultismo, del latín ratio -onis ´cálculo´, ´cuenta´, en su acepción de "modalidad", "especie". Con ese sentido se documentó primero en italiano y en catalán (por ejemplo, en la obra del poeta Ausias March de la primera mitad del siglo XV). Y aunque hay algún testimonio castellano medieval, resulta evidente que en aquella época su presencia en Castilla debía explicarse todavía como un italianismo o, sobre todo, como un catalanismo.

Su uso en castellano empezó a ser más común en el siglo XVI, siempre con sentido peyorativo y para distinguir a los cristianos de las "razas" judía, morisca y gitana, por ejemplo. Todavía en el Diccionario de Autoridades de principios del siglo XVIII, su definición arrastra este sentido discriminatorio y despectivo: "casta o calidad del origen o linage. Hablando de los hombres, se toma mui regularmente en mala parte". Cuando la ciencia positiva francesa y europea en general comenzó a desarrollarse, más avanzado el mismo siglo, y recuperó el término y el concepto de raza con un sentido biológico, la palabra castellana comenzó también un proceso de resemantización paralelo.

Los supuestos rasgos raciales evidentes han sido tradicionalmente denominados fenotipos. Los principales fenotipos son el color de la piel, del pelo y de los ojos, la pilosidad, la estatura, las proporciones del tronco y de los miembros, la forma de la cabeza, de la cara, nariz, ojos, boca, labios y orejas, el grupo sanguíneo, etc.

Sin embargo, todas estas características son consideradas por los científicos modernos como ambiguas, imprecisas e inadecuadas para establecer clasificaciones raciales. En la actualidad, se prefiere considerar como rasgos distintivos sólo los factores genéticos (no observables a primera vista) en la medida en que tengan una presencia y una distribución especiales en algunas poblaciones  humanas.

¿Existen las razas?

A nivel popular, se cree que las personas de raza blanca (o leudoderma, caucasoide o europea) tienen la piel blanca, el cabello lacio, bastante pilosidad corporal, nariz estrecha o media y estatura media o alta; que las personas de raza negra (o melanoderma o negroide o africana) tienen la piel morena o negra, el cabello rizado y fuerte, una abundancia media de vello corporal, labios y nariz gruesos, y estatura media o alta; y que las personas de raza amarilla (o xantoderma o mongoloide o asiática) tienen la piel pálida o morena clara, el cabello negro lacio, los ojos oscuros con "pliegues epicánticos" que les dan su característica forma oblicua, estatura baja o media, y escaso vello corporal.

Un análisis riguroso demuestra, sin embargo, que esta clasificación es profundamente imprecisa, y que la mayor parte de la población del mundo no se ajusta de forma clara a estos esquemas, como consecuencia de las continuas y multidireccionales mezclas de población que se están sucediendo desde la más remota antigüedad hasta la actualidad.

En la práctica, nunca se ha podido documentar la existencia de ninguna raza pura ni de ninguna persona racialmente pura. Hay europeos que miden 160 cms y otros que miden más de 2 metros; algunos tienen el pelo lacio y otros rizado, algunos claro y otros oscuro; la nariz de algunos es ancha y la de otros es estrecha. Muchas personas del sur de la India son de piel oscura, pero sus rasgos faciales y su pelo pueden ser similares a los de las personas blancas. Y también hay africanos como los ituri mbuti que miden 140 cms, mientras que otros, como los watusi, pueden alcanzar los 210 cms.

Tampoco ninguna subclasificación dentro de estos grupos resulta fiable. No existen individuos típicos ni subrazas típicamente bálticas, nórdicas, alpinas, dináricas ni mediterráneas (dentro de la raza blanca o leucoderma), como han intentado establecer numerosos antropólogos físicos.

Además, los distintos sistemas legales y culturales de cada zona o estado pueden establecer criterios de clasificación racial completamente arbitrarios. En los Estados Unidos, un hijo de una persona blanca y de una persona negra suele ser clasificado legal y culturalmente como persona negra, aunque su genotipo exprese que es tanto blanco como negro. Una ley de Louisiana de 1970 declaraba legalmente negra a cualquier persona que tuviera al menos 1/30 de sangre negra. Leyes de pureza racial parecidas han funcionado en la España de los siglos XV-XVII (estatutos de limpieza de sangre) y en la Alemania nazi, aplicados por lo general contra los judíos. Este fenómeno de adscripción preferente de una persona mestiza al grupo racial más minoritario o menos prestigioso recibe el nombre de hipofiliación, y constituye una prueba más de la arbitrariedad que pueden llegar a tener las clasificaciones y taxonomías raciales.

Lo mismo puede decirse del fenómeno contrario, el de la hiperfiliación, que consiste en adscribir a una persona mestiza al grupo  racial más prestigioso.

Raza y población.

Aunque desde el siglo XVIII numerosos antropólogos físicos han querido dar al concepto de "raza humana" una dimensión y justificación físico-biológica, los avances de la ciencia genética del siglo XX han demostrado que las razas no son categorías físico-biológicas, sino formas de designación sociocultural caracterizadas por su imprecisión y ambigüedad.

Efectivamente, para que pudiésemos hablar de una "raza" en el sentido estricto del término, debería existir una población geográficamente aislada que mostrase rasgos físicos y biológicos puros, distintivos e inconfundibles, y que no hubiese mantenido ningún flujo de genes con otras poblaciones durante un período muy dilatado de tiempo. Y esa es una realidad prácticamente inexistente, o que, por lo menos, no se ha documentado de forma segura en ningún lugar del mundo.

Incluso los defensores y usuarios del concepto tradicional de "raza" asumen que ese término expresa la existencia, en un momento dado y en una cierta zona geográfica, de una concentración de varios fenotipos, o caracteres físicos evidentes, que se encuentran en un número importante de sujetos. Pero tal definición está sujeta a condicionamientos y excepciones tan notorios que de ningún modo puede convertirse en criterio de clasificación científica de los grupos humanos.

Aunque en el lenguaje no especializado siguen utilizándose el término y las categorías culturales de la raza y de las razas, los científicos prefieren utilizar en la actualidad el término de población para designar al grupo humano cuyas características genéticas tienen rasgos de especificidad suficientes como para ser considerado como un grupo especial. Y aceptan que tales rasgos de especificidad, que en su mayor parte no son observables a simple vista, sino mediante procedimientos de medición científica, aparecen en cada población de forma siempre parcial, sometida a cambios, mezclas y gradaciones entre sus miembros y entre los miembros de esa población y los de otras, lo que impide establecer categorías y clasificaciones precisas y cerradas también en el nivel de las poblaciones.

La inmensa mayoría de los antropólogos modernos han propuesto que, en cualquier caso, se sustituya la palabra raza por la de población, y que se evite la tentación de establecer clasificaciones cerradas dentro de este nuevo ámbito. Según el antropólogo norteamericano Marvin Harris, "sería preferible sustituir el concepto de raza por el de población. Una población humana es un grupo de personas cuyos miembros se cruzan entre ellos con frecuencia más que fortuita y que muestran frecuencias génicas diferentes cuando se comparan con los grupos vecinos de gente. De cualquier modo, la palabra raza y su significado popular son demasiado importantes como para ignorarlos".

En definitiva, la ciencia moderna utiliza el concepto y el término de población, que basa en la caracterización genética de los grupos humanos, aunque no pueda ignorar, por su arraigo universal, el concepto y el término popular de raza, basado en la morfología visible de tales grupos.

En consecuencia, el de genética de poblaciones es el nombre de la disciplina científica que se encarga de documentar, estudiar y clasificar las variedades y gradaciones genéticas (y sus correlaciones biológico-morfológicas) de los seres y de los grupos humanos.

Raza y genes.

Los científicos modernos han descubierto que los genes responsables de las diferencias en el color de la piel, en la forma del cabello, etc. aparecen con frecuencia gradualmente creciente o decreciente de una región a otra. A estas distribuciones se les llama clinas.

Los clinas son el resultado de dos procesos evolutivos distintos: la aportación o flujo de genes, y la selección o eliminación. Dependen de las condiciones ambientales, climáticas, alimenticias, etc. que condicionan la vida del grupo. Según Marvin Harris, "el color de la piel, por ejemplo, tiene un modelo clinal desde las latitudes más bajas a las más altas relacionado con la intensidad gradualmente cambiante de los rayos del sol desde las regiones ecuatoriales a las árticas".

Según el mismo antropólogo, "se han estudiado las distribuciones de otros rasgos raciales en busca de claves que pudieran dar cuenta de su posible significado adaptativo. En estos casos los resultados están lejos de ser concluyentes. Cierto número de sugerencias interesantes han puesto en relación las diferencias raciales con la temperatura, la humedad y otros factores climatológicos. Por ejemplo, la nariz larga de los europeos puede haber sido el resultado de la necesidad de elevar el aire frío y húmedo a la temperatura corporal antes de que alcance los pulmones. La forma redondeada y rechoncha que se da en general entre los esquimales puede contemplarse como otro tipo de adaptación al frío. La forma esférica presenta el máximo de masa corporal con el mínimo de superficie, lo que pone en relación un máximo de producción de calor con un máximo de conservación del mismo (esto es, a mayor cantidad de biomasa, mayor es la cantidad de calor que se genera; a menor superficie corporal, menor es la cantidad de calor que se pierde). Por otra parte, una forma corporal alta y delgada combina el mínimo de masa corporal con el máximo de superficie, maximizando de ese modo la pérdida de calor. Estas consideraciones pueden explicar la altura y delgadez de los africanos nilóticos, que habitan regiones donde se da un calor seco e intenso".

 

 
 

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Las necesidades adaptativas de cada pueblo a su medio ambiente acaban expresándose, pues, en el código genético, y transmitiéndose por herencia de una generación a otra. El análisis de ese código puede permitirnos, en consecuencia, establecer categorías poblacionales aproximadas, muy diferentes y mucho más precisas que las de las razas clásicas.

Pero hay que tener siempre en cuenta que las clasificaciones poblacionales son siempre abiertas y graduales. Entre cada población humana hay una distancia genética que la mayoría de las veces no tiene nada que ver con la distancia racial. Según el genetista Luigi Luca Cavalli-Sforza, "a igualdad de condiciones, la distancia genética aumenta simple y regularmente con el tiempo. Cuanto mayor sea el tiempo que dos poblaciones llevan separadas, tanto mayor será su distancia genética". La distancia racial, sin embargo, no se desarrolla de forma regular, sino que se ve siempre condicionada por factores ambientales extragenéticos.

Se sabe que la distancia genética entre dos poblaciones francesas es como media inferior sólo en un 15% a la distancia entre dos poblaciones tomadas al azar en el mundo. Y, en los últimos años del siglo XX, se han hecho públicos estudios de genética de poblaciones que prueban que un gran número de personas portuguesas tienen una característica genética única en el mundo, y que comparten otras con los vascos, y en menor medida con el resto de los españoles y de la población norteafricana de Argelia, a los que están más cercanos genéticamente que al resto de los europeos. Ello indica que la distribución de poblaciones genéticas puede en muchas ocasiones entrar en contradicción con los conceptos de pueblo, de raza y de nación comúnmente aceptados. Como, además, entre cada individuo de una misma población existe también una cierta distancia genética, aunque sea mínima, hay que aceptar que no podemos convertir a las poblaciones en categorías absolutas, porque la aplicación extrema de sus criterios de definición, es decir, la consideración como raza o población de todos los seres genéticamente diferentes, llevaría al sinsentido de tener que identificar a cada ser humano con una raza.

Raza, etnia y pueblo.

La ambigüedad que envuelve el concepto tradicional de la raza hace que, en muchas ocasiones, se confunda también con los conceptos de etnia, de pueblo, e incluso de nación. Para distinguirlos, hay que tener en cuenta que la raza es un concepto supuestamente referido a una comunidad biológica humana, mientras que los de etnia y pueblo se refieren a comunidades culturales y lingüísticas, y el de nación, a una comunidad política.

Solo en casos muy especiales, como en el de pueblos que han vivido en condiciones de aislamiento muy notables (los pigmeos y los bosquimanos de África, por ejemplo) se hallan más cercanos (aunque siguen sin coincidir plenamente) los conceptos de raza, etnia y pueblo.

Historia del concepto de raza y de las clasificaciones raciales.

Ya los antiguos egipcios eran conscientes de las diferencias biológicas y morfológicas observables entre poblaciones humanas, y a ellos se deben los primeros intentos de definición y de clasificación de las razas. Tumbas egipcias del siglo XV a.C. aproximadamente muestran pinturas y relieves que reflejan las principales tipologías humanas conocidas en su época: la egipcia, la asiática, la negra y la europea. También en la literatura sánscrita arcaica (de los siglos X al XV a. C.) se habla de las diferencias morfológicas y culturales entre personas blancas (invasores arios) y personas negras (nativos indios).

En la antigüedad grecolatina, escritores y pensadores como Heródoto (ca. 484-ca. 420 a.C.), Aristóteles (384-322 a.C.), Plinio el Viejo (24-79) o Tácito (ca. 55-ca. 125) describieron no sólo la apariencia, las costumbres y creencias de numerosos pueblos, sino que incluso se plantearon las cuestiones de sus orígenes, evolución, diferenciación racial, social y religiosa, etc. Pero sus planteamientos y metodología se hallaban extraordinariamente limitados en el terreno empírico e interpretativo, debido al escaso desarrollo de las ciencias experimentales positivistas de su tiempo. Entre todos ellos, fue seguramente Heródoto quien más interés mostró por las razas de su tiempo, hasta el extremo de que muchas de sus informaciones sobre la morfología y tradiciones de los pueblos contemporáneos han mantenido un valor científico y comparativo muy importante dentro de los modernos estudios antropológicos sobre las poblaciones actuales de las mismas áreas. Aristóteles e Hipócrates, por su parte, llegaron a hacer observaciones tan acertadas y agudas como que el medio ecológico influye en los rasgos morfológicos y fisiológicos de las comunidades humanas.

En la época romana, los cronistas y geógrafos romanos hicieron descripciones más o menos minuciosas de muchos de los pueblos que vivían dentro o fuera de las fronteras de la latinidad, pero sus obras son mucho más descriptivas que interpretativas. En la Edad Media occidental, las reflexiones sobre las razas humanas se remitían básicamente a relatos míticos-religiosos, y, muy especialmente, a la doctrina bíblica que convirtió en dogma de fe que los hombres se dividían sólo en semitas (hijos de Sem), en camitas (hijos de Cam) y en caucasoides (hijos de Jafet). Sin embargo, los viajeros medievales, reales o imaginarios, que visitaron o aseguraron visitar zonas alejadas de África y del Oriente, pusieron de moda descripciones absolutamente fabulosas de pintorescas razas monstruosas, como las de los hombres con cabeza de perro de las islas de Andaman, los monópodos, antípodos y hombres con cola del Asia oriental, y muchos más.

Aunque viajeros medievales como el italiano Marco Polo (1254-1324) alcanzaron a dar descripciones más o menos verídicas y fiables de los pueblos del Oriente, fue en la época de los descubrimientos de españoles y portugueses en los siglos XV y XVI cuando la toma de contacto con pueblos completamente diferentes de los entonces conocidos trajo a primer plano la cuestión de las variedades raciales dentro de la especie humana. Precursores de la antropología moderna como los españoles Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) o José de Acosta (1540-1600) registraron con un método sistemático un enorme caudal de información descriptiva sobre los pueblos y culturas amerindios, igual que después harían otros viajeros, cronistas y científicos europeos con los pueblos africanos, asiáticos y oceánicos. Aquellos tiempos vieron también nacer la polémica entre los defensores de la monogénesis, que consideraban a todos los hombres como descendientes de Adán, y de la poligénesis (entre los que militó el médico y ocultista suizo Paracelso), que defendían la pluralidad de orígenes de las razas humanas.

En 1684, el médico francés François Bernier (1620-1688) estableció una de las primeras clasificaciones razonadas de las razas humanas, que distribuyó entre negros, blancos, amarillos, lapones y bosquimanos.

Poco después, los Systema Naturae (1735) del naturalista sueco Carl von Linné (1707-1778) definían la posición de los humanos en el marco general de las especies naturales, en correlación con las especies zoológicas y botánicas. Además de incluir a la especie humana y a los monos en el orden especial de los primates, Linné estableció una clasificación que dividía de forma muy simplista (hoy se consideraría sin duda "racista") la especie humana, según sus rasgos físicos, psíquicos y sociales, en estos cuatro grupos:

- El Homo Americanus: se caracteriza por la piel rojiza, el pelo negro, liso y grueso, la nariz ancha, la escasa pilosidad, la obstinación, la alegría, el amor por la libertad, y la afición por cubrirse el cuerpo de pinturas. Se rige por las costumbres.

- El Homo Europaeus: se caracteriza por la piel blanca, el pelo claro abundante, el ingenio, y por llevar ropas ceñidas. Se rige por las leyes.

- El Homo Asiaticus: se caracteriza por la piel cetrina, por el pelo oscuro, por ser melancólico, serio, severo y avaro, y por vestirse con ropas anchas. Se rige por las opiniones.

- El Homo Afer: se caracteriza por la piel negra, por el pelo negro y crespo, por la nariz simiesca, por los labios gruesos, por la pereza, por la inmoralidad de sus costumbres y por la inclinación al vagabundeo. Se rige por las arbitrariedades.

Aunque nunca lo declaró de forma explícita y categórica, Linné intuyó que todas estas "razas" descendían de un mismo prototipo humano, lo cual le convirtió en precursor del darwinismo.

Más profundas y sólidas fueron las reflexiones sobre las razas del naturalista y pensador francés Georges-Louis-Leclerc Buffon (1707-1788), que aprovechó el nuevo interés por las ciencias positivas nacido de la ilustración, así como los recientes descubrimientos de nuevas tierras y pueblos, para definir las razas como variedades de la especie humana formadas y perpetuadas a partir de la herencia, influidas en su evolución por el clima y por el medio ecológico, y desarrolladoras de variedades accidentales e individuales que con el tiempo llegaban a hacerse generales y constantes.

En la segunda mitad del siglo XVIII, el desarrollo incipiente de las ciencias experimentales llevó a que el francés Louis Jean-Marie Daubenton (1716-1800) en 1764, y el holandés Petrus Camper (1722-1784) en 1770 sentasen los cimientos de la craneometría y de la antropometría modernas. La anatomía comparada se convirtió en una nueva y muy cultivada disciplina médica. Soemmering (1785) y White (1799) siguieron desarrollando las técnicas de medición y las estadísticas antropométricas, tanto a partir de sujetos vivos como de cadáveres.

En 1806, el alemán Johann Friedrich Blumenbach (1752-1840) afirmó que de la raza caucásica habían evolucionado, a lo largo del tiempo, otras cuatro: la mongólica, la negra, la americana y la malaya. Las clasificaciones raciales irían complicándose progresivamente. En 1825, Desmoulins dividió las razas humanas en 16 tipologías. Entre sus avances figuran el que separó del bloque negro-africano a los hotentotes y a los etíopes, igual que a los negros de África de los de Oceanía, y a la raza blanca ainú de Oriente, de entre los amarillos asiáticos. Poco después, en 1830, Morton definió 22 razas o familias, y puede decirse que desde entonces los antropólogos no han hecho más que proponer y discutir nuevas clasificaciones, lo que, en el fondo, viene a corroborar la ambigüedad y la imprecisión intrínsecas del concepto de raza.

En 1859, la fundación de la Sociedad de Antropología de París trajo consigo un florecimiento extraordinario de la antropología anatómica, y especialmente de la craneología y de la antropometría, cuyas bases teóricas fueron expuestas en dos obras fundamentales de Paul Broca (1824-1880): las Instructions genérales sur les recherches et observations anthropologiques (Instrucciones generales sobre las investigaciones y observaciones antropológicas) de 1865; y las Instructions craniologiques et craniométriques (Instrucciones craneológicas y craneométricas) de 1875. Broca no sólo sentó las bases de la osteometría moderna, sino que también ideó escalas cromáticas de la piel y del iris, creó nuevos instrumentos de medición (goniómetros, craneógrafos, estereógrafos), y, sobre todo, puso las bases y formó una extraordinaria escuela de antropología física. Por los mismos años, el sueco Gustav Retzius (1842-1919) formuló un índice cefálico o relación centesimal existente entre el ancho y el largo del cráneo que tuvo gran aceptación y fue muy utilizado en su época y en las posteriores.

Posteriormente, el descubrimiento de un fósil de Hombre de Neanderthal en Alemania en 1856 y de los restos del Hombre de Java varias décadas después, determinaron cambios muy profundos en la percepción que los científicos tenían de la evolución del hombre y de sus razas. Especialmente en su obra On the Origins of Species by Means of Natural Selection (Sobre el origen de la especies mediante la selección natural) (1859), Charles Robert Darwin (1809-1882) asentó sobre pruebas irrebatiblemente científicas, adquiridas gracias a una intensa labor de campo etnográfica, arqueológica y zoobotánica, las primeras teorías evolucionistas sistemáticas y generales sobre la evolución y diferenciación del hombre en el tiempo y también en el espacio.

El evolucionismo marcó durante todo el siglo XIX y parte del XX las reflexiones antropológicas sobre las razas. La clasificación y categorización de éstas se consideraba como un hecho no sólo posible, sino también natural e inevitable, a pesar de las dificultades que planteaba. En 1885, Paul Topinard (1830-1911) afirmaba que "las razas existen, no se las puede negar, nuestra inteligencia las comprende, las ve, mediante el estudio las delimitamos... se nos muestran claras, inevitables, como una consecuencia fortuita de la herencia colectiva, con todas sus características anatómicas y fisiológicas; pero, de hecho, son completamente intangibles".

En la segunda mitad del siglo XIX se reavivó la polémica entre monogenistas y poligenistas. En 1870, el británico Thomas Henry Huxley (1825-1895) afirmó que los australianos eran la raza más primitiva, y la madre de todas las demás razas. Y a partir de 1874 vieron la luz diversas teorías que consideraban a los pigmeos como la raza primigenia y como el primer foco de la civilización humana. Esta teoría, que identificaba raza y cultura, fue defendida sobre todo por los antropólogos alemanes y austríacos de la llamada "Escuela de los círculos o ciclos culturales", en libros como Der Ursprung der afrikanischen Kulturen (El origen de las culturas africanas) (1898) y Kulturgeschichte Afrikas (Historia de la civilización de África) (1933) de Leo Frobenius (1873-1939), etc. Algunos difusionistas rezagados, como Grafton Elliot Smith, seguirían defendiendo mucho después, en obras como The Difusion of Culture (La difusión de la cultura) (1933) teorías como que el único foco civilizatorio de la humanidad estuvo en el antiguo Egipto, y que desde allí se difundió la cultura al resto del mundo.

Las teorías difusionistas que identificaban razas y culturas primigenias y derivadas se agotaron en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, las evolucionistas y neoevolucionistas sobre las razas se mantuvieron hasta algún tiempo después. En España, una obra clásica realizada con esta orientación fue Las razas humanas (1928) de Pere Bosch Gimpera. Todavía en 1951, antes de que se produjeran los extraordinarios avances en genética humana de la segunda mitad del siglo XX, H. V. Vallois daba una definición de la raza profundamente apegada a las teorías evolucionistas del siglo XIX. La raza era, para él, "una agrupación natural de hombres que presentan un conjunto de caracteres hereditarios comunes, sean cuales sean sus lenguas, costumbres o nacionalidades".

El descubrimiento de los grupos sanguíneos, el estudio de los dermatoglifos, los avances en el estudio de las partes blandas (órganos, músculos, vísceras) de los seres humanos, las nuevas teorías sobre los factores de endogamia y consanguinidad, el desarrollo de escalas y análisis estadísticos, y, sobre todo, los avances en el terreno de la genética, han cambiado profundamente, en la segunda mitad del siglo XX, el concepto científico y las clasificaciones de las razas y las poblaciones humanas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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