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En 230, Atalo I de Pérgamo asumió el título real. Fue un gran protector de la cultura helenística. Amplió la biblioteca de Pérgamo y adornó la ciudad con muchos monumentos, entre los que destaca el gigantesco altar de Zeus, cuyo friso, de 200 metros de longitud, representa el combate de los dioses contra los titanes, símbolo de la lucha del helenismo contra los bárbaros gálatas. Mientras tanto, el reino de Iliria estaba gobernado por Teuta, la viuda del recientemente fallecido rey Agrón. La escarpada costa iliria se había convertido en un nido de piratas que operaban por todo el Adriático con la connivencia de la casa real, para desesperación de los comerciantes griegos. Además Teuta mantuvo la alianza que su marido había establecido con Demetrio II de Macedonia, lo que le permitió atacar Épiro, donde mató a unos mercaderes itálicos establecidos en la capital, Fenice. Tras este incidente, los griegos consideraron que era el momento idóneo de pedir a Roma que les ayudara a erradicar la piratería iliria. Roma envió dos embajadores a Iliria, pero Teuta hizo asesinar a uno de ellos.

En 229 murió Demetrio II de Macedonia. Su hijo tenía doce años, así que el trono fue ocupado por su tutor Antígono II. Mientras tanto, Demetrio de Faros, uno de los generales de Teuta, conquistó la isla de Corcira. Sin embargo, la prosperidad de Iliria no podía durar mucho. Ese mismo año llegaron a sus costas 200 barcos romanos dispuestos a pedir cuentas a la reina. Tras una fácil victoria, Teuta tuvo que comprometerse a no salir del Adriático más allá de Lisos. Demetrio de Faros negoció independientemente con los romanos, les cedió Corcira y, a cambio, Roma lo impuso como gobernador de una parte de Iliria. Además Roma estableció su protectorado sobre varios puntos de la costa (Partinia, Atintania, Epidamno, Apolonia, Orico y Corcira). Los griegos se mostraron agradecidos ante los romanos. Hasta les permitieron participar en algunas fiestas religiosas, signo de que consideraban a los romanos un pueblo civilizado a la par de los griegos. También murió el rey Zialeas de Bitinia, y fue sucedido por su hijo Prusias I.

En 228 murió Amílcar Barca. Había sitiado la ciudad de Helice (tal vez la actual Elche), pero un caudillo Oretano llamado Orissón acudió a liberarla, Amílcar tuvo que huir y murió ahogado en un río a los 42 años de edad. El gobierno de las tropas cartaginesas en España pasó a manos de Asdrúbal, quien reorganizó el ejército con mercenarios indígenas y contingentes africanos. Mediante una política conciliadora consolidó los territorios ocupados por su suegro Amílcar. Mientras tanto, Atenas lograba expulsar la guarnición macedónica que la ocupaba y se incorporó a la Liga Aquea, que llegó entonces a la cumbre de su poder. Sin embargo, no pudo impedir que el rey Cleomenes III de Esparta obtuviera una victoria tras otra. Sin embargo, el rey estaba más interesado en ganar prestigio que en aprovechar sus victorias. En 226 consideró que su autoridad en Esparta no tendría ya discusión, así que volvió a la ciudad, hizo ejecutar a los éforos y puso en práctica las reformas económicas que había planeado Agis IV.

Seleuco II estaba teniendo cierto éxito frente a los partos, pero tuvo que abandonar ante un ataque de su hermano Antíoco en Asia Menor. Antíoco fue derrotado y muerto, y a continuación Seleuco se dispuso a atacar a Atalo I de Pérgamo, pero murió durante los preparativos. Fue sucedido por su hijo Seleuco III, quien se dispuso a continuar los planes de su padre frente a Pérgamo.

Asdrúbal seguía avanzando hacia el norte, y esto inquietó a dos colonias griegas de la costa mediterránea: Sagunto y Massalia (la actual Marsella). Ambas habían firmado una alianza con Roma, así que apelaron a ella y Roma envió una embajada a Asdrúbal, por la que éste se vio obligado a aceptar que la expansión cartaginesa no superaría el río Íbero (el Ebro) y que se respetaría la independencia de Sagunto (pese a que quedaba más al sur del Ebro). Asdrúbal consideró que el acuerdo le dejaba suficiente margen de maniobra. En 225 fundó una nueva ciudad al sur de Alicante, a la que llamó Nueva Cartago. Los romanos tradujeron el nombre a Cartago Nova, la actual Cartagena.

Mientras tanto unas tribus galas cruzaron los Alpes, y en alianza con sus parientes de la Galia Cisalpina se lanzaron sobre Etruria, y llegaron hasta la ciudad de Clusium. Roma envió al norte a Cayo Flaminio, que no era muy buen general, y en un primer encuentro fue derrotado. Tuvo que recibir muchos refuerzos para conseguir finalmente una victoria.

En 224 un terremoto destruyó el coloso de Rodas. Posteriormente los griegos exageraron su tamaño. Dijeron que se había apoyado sobre los dos extremos del puerto, de modo que los barcos pasaban entre sus piernas, pero lo cierto es que no había sido tan grande. Ese año el rey espartano Cleomenes III consideró que Esparta estaba en condiciones de reclamar de nuevo el dominio del Peloponeso. Partió nuevamente y derrotó a los ejércitos de la Liga Aquea, capturando y saqueando Megalópolis. También capturó Argos, mientras Corinto y otras ciudades se rindieron y entablaron una alianza con Esparta. Esto era el fin de la Liga Aquea, pero Arato prefirió entregarla a Macedonia antes que a Esparta. Apeló a Antígono II, quien le impuso unas condiciones que prácticamente equivalían a una rendición: Arato renunciaba al liderazgo de la Liga Aquea en favor de Antígono II, Corinto debía ser entregada a Macedonia y, además, la Liga Aquea debía apoyar en todo momento las acciones de Macedonia.

En 223 Seleuco III estaba combatiendo contra Atalo I de Pérgamo, pero fue asesinado por uno de sus oficiales, y el Imperio Seléucida pasó a manos de su hermano Antíoco III.

En 222 Antígono II, al frente de su propio ejército macedónico más el de la Liga Aquea y en alianza con el ilirio Demetrio de Faros, descendió hacia el sur y encontró al ejército espartano en Selasia, a unos ocho kilómetros al norte de Esparta. Aunque los espartanos lucharon como en los viejos tiempos, su enemigo era muy superior, y fueron derrotados. Además, esta vez Esparta no contó con la milagrosa suerte que le había salvado en ocasiones similares. Antígono II ocupó la ciudad, restauró a los éforos y obligo a Esparta a incorporarse a la Liga Aquea. Cleomenes III tuvo que refugiarse en Egipto.

Cayo Flaminio dirigió una nueva campaña por la que la Galia Cisalpina quedó finalmente sometida a Roma. Ahora toda la península italiana hasta los Alpes estaba bajo el dominio romano.

En 221 Antígono II murió en una batalla contra los ilirios, y el trono de Macedonia pasó a Filipo V, el hijo de Demetrio II. También murio Ptolomeo III, que fue sucedido por su hijo Ptolomeo IV. En España, Asdrúbal murió a manos de un esclavo del rey celta Tago, que quiso vengar a su señor, ejecutado por orden de Asdrúbal. A su muerte el dominio cartaginés llegaba hasta las actuales Salamanca y Zamora. El mando de los ejércitos cartagineses pasó a Aníbal, el hijo de Amílcar, que a la sazón contaba con 26 años de edad.

Pero el suceso más notable ocurrido ese año tuvo lugar en la lejana China, donde el reino de Qin conquistó el de Qi, con lo que toda la china civilizada quedó unida bajo el rey Cheng. En este momento, el monarca decidió cambiar su nombre por el de Qin Shi Huang Di, que podría traducirse por "Primer divino emperador de China". El emperador afirmaba que la dinastía que él inauguraba iba a gobernar China durante 10.000 generaciones. Modificó la religión para establecer que el emperador no sólo estaba por encima de todos los chinos, sino también por encima de todos los dioses chinos. Por si los dioses no le ayudaban lo suficiente, tomó las medidas necesarias para desarticular completamente el sistema feudal anterior. Los campesinos dejaron de ser arrendatarios, para convertirse en propietarios que pagaban un impuesto fijo. Las antiguas divisiones territoriales fueron abolidas, y se establecieron otras nuevas. El imperio quedó dividido en comandancias o prefecturas subdivididas a su vez en distritos. Al frente de cada comandancia había un gobernador civil, un gobernador militar y un inspector, todos ellos funcionarios cuyos cargos no eran hereditarios, sino que podían ser nombrados y cesados en cualquier momento por la cancillería imperial. La capital del Imperio se estableció en Xiang Yang (en la parte oriental del antiguo estado de Qin). La imponente maquinaria burocrática de Qin se aplicó a toda China. Esto no sólo incluía el estricto código legislativo, sino también todo el sistema de pesos y medidas y las monedas. Una de las medidas más importantes para la unificación fue la simplificación y la normalización de la escritura, que presentaba variantes en las distintas regiones. El emperador se hizo construir un suntuoso palacio que reflejaba las ideas de la época sobre cómo era la morada de los dioses. Además se dedicó a recorrer todo su dominio, en parte para ganarse el respeto de sus súbditos, en parte para relacionarse con los dioses locales del Imperio. Según decía, en las regiones costeras le resultaba más fácil comunicarse con sus colegas divinos.

En 220 Cayo Flaminio fue elegido censor, e inició la construcción de la que se llamaría via Flaminia, un camino que uniría Roma con el norte para que los soldados pudieran acudir rápidamente en caso de necesidad. Cuando fue terminada, la via Flaminia cruzaba oblucuamente Italia a través de los Apeninos y llegaba a las costas del Adriático, en la frontera con la Galia Cisalpina.

Ese año murió el rey Mitrídates II del Ponto y fue sucedido por su hijo Mitrídates III. Por esta época Capadocia se independizó del Ponto bajo su rey Ariarates IV. También murió Diódoto II de Bactriana, pero Eutidemo, el sátrapa de Sogdiana (antigua satrapía persa que ahora formaba parte de Bactriana) desposeyó a su descendencia y usurpó el trono. Bajo su reinado Bactriana extendió sus fronteras hacia la India.

En Egipto sucedió un triste incidente. Mientras Ptolomeo III había recibido bien al rey espartano Cleomenes III, su hijo debió de verlo como un estorbo y lo tuvo virtualmente arrestado en Alejandría. Aprovechando que Ptolomeo IV estaba ausente de la ciudad, Cleomenes se escapó, y luego trató de sublevar a los griegos de Alejandría contra el rey, pero aunque hablaba de libertad, del antiguo prestigio de Grecia y de cosas similares, la gente no vio en él más que a un viejo loco. Al año siguiente se suicidó.

Amílcar Barca
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