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L  a  G r a n  E n c i c l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r

 
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LA GUERRA CIVIL ARAGONESA
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En 1461 el Papa Pío II logró que el rey Luis XI de Francia derogara la pragmática sanción, promulgada por su padre más de dos décadas atrás, por la que reconocía a la Iglesia de Francia casi plena autonomía frente a la autoridad papal. Ese año canonizó a santa Catalina de Siena, impulsora del retorno a Roma de la sede pontificia, tras el periodo de Aviñón. El ejército del Papa derrotó en Senigallia al condotiero Sigismondo Pandolfo Malatesta, señor de Rímini, que fue excomulgado y tuvo que ceder gran parte de su territorio. Entonces pasó al servicio de Venecia, que lo envió a Morea, a combatir contra los turcos.

El Imperio Otomano se extendía imparable por Europa Oriental. Tras sufrir veintiún días de asedio, el emperador David II de Trebisonda, desesperando de obtener la menor ayuda de Occidente, capituló ante el sultán Mehmet II, que le permitió marchar al exilio. Así desapareció el último resto del Imperio Bizantino, que durante siglos había protegido a Europa de la amenaza musulmana.

Mientras tanto, el emperador Federico III de Habsburgo seguía ajeno al peligro turco, y ahora reclamaba la ayuda del rey Jorge de Podebrady contra su hermano Alberto, que se le había rebelado.

Con quien no podían los turcos era con Scanderberg, el príncipe de Albania, con quien Mehmet II se vio obligado a firmar una tregua. Ese año murió el rey de Bosnia Esteban Tomás, que fue sucedido por su hijo Esteban V Tomasevic. Bosnia era tributaria de los turcos desde hacía más de una década. Más dudoso era el caso de Valaquia, donde gobernaba Vlad el Empalador, que se las había arreglado para ser tenido por vasallo tanto de los húngaros como de los turcos y, al mismo tiempo, no pagar tributo a ninguno de los dos. El sultán Mehmet II, que conocía personalmente a Vlad y sabía que era peligroso, decidió tenderle una trampa. Le envió como mensajero a un griego llamado Catavolinos, que lo citó en Giurgiu, una fortaleza cercana a Bucarest, para resolver "un pequeño problema fronterizo" y al mismo tiempo escondió en las cercanías un destacamento al mando de Hamza Beg. El Empalador no se fio, pero fingió caer en la trampa. Acudió a la cita con parte de los tributos pendientes desde los últimos años y con presentes para el sultán, pero a la vez llevó un fuerte contingente que derrotó sin dificultad al ejército turco (muy inferior en número) y le permitió capturar al griego y al general Hamza Beg. Ambos fueron llevados a Tirgovisthe, la capital de Valaquia, y empalados poco después. Cuando el sultán le envió embajadores para pedirle explicaciones, mandó que les clavaran el turbante a la cabeza. A lo largo del año se dedicó a incendiar y saquear los dominios turcos al sur del Danubio.

En una carta fechada el 11 de enero de 1462, dirigida al rey Matías I de Hungría, Vlad Tepes daba cuenta de haber acabado con más de veinticuatro mil enemigos, y no era una estimación a ojo, sino que el príncipe hacía cortar las cabezas, amontonarlas y contarlas después de cada incursión. También aclaraba que esta contabilidad no incluía las cabezas de los que habían muerto quemados en sus casas.

Las sospechas de que la muerte del príncipe Carlos de Viana no había sido natural indispuso definitivamente al rey Juan II de Aragón con sus súbditos catalanes. A esto se unía el conflicto aún abierto de los campesinos de remensa. El rey Alfonso V había aceptado la petición de sus sindicados de redimir su adscripción a la tierra a cambio de un pago a la corona (aunque no de 64.000 florines, como éstos ofrecían, sino de 100.000, lo que retrasó el proceso en tanto reunían el resto de la suma). Por su parte, Juan II había confirmado esta decisión al subir al trono, lo que lo enemistó con los grandes señores. Uniendo a esto que el rey había perdido el control de Navarra al reconocer a su hija Blanca II como reina, su posición era más débil que nunca, y, en cualquier momento, el rey Enrique IV de Castilla podría pasarle la factura de las innumerables intrigas que Juan II había tejido en este reino. (El rey castellano pasaba por uno de sus mejores momentos. Acababa de arrebatar Gibraltar al reino de Granada y el rey Sad tuvo que comprometerse a pagarle un tributo anual.) La pugna entre la Busca y la Biga llegó también a su punto más candente: el 24 de febrero la Biga fraguó el complot de San Matías, después del cual los más radicales trataron de asesinar a los principales representantes de la Busca, mientras los moderados tramaban otras intrigas.

Ante esta coyuntura, Juan II marchó a Salvatierra para sellar una alianza con el rey Luis XI. Pidió a su hija Blanca II que lo acompañara para tratar su posible matrimonio con Carlos, el hermano de dieciséis años del rey francés, que el año anterior había recibido el título de duque de Berry. (Blanca II tenía ya treinta y ocho años.) La reina de Navarra, temiendo correr la misma suerte que su hermano, el príncipe Carlos de Viana, renunció a sus derechos en favor de su exmarido, el rey Enrique IV de Castilla. Al enterarse, Juan II la hizo prender y se la entregó a su yerno, el conde Gastón IV de Foix, a la vez que nombraba heredera de Navarra a su hija Leonor. No se celebró, pues el matrimonio proyectado, y en su lugar se acordó el de Magdalena, hermana de Luis XI, de diecinueve años, con Gastón, el hijo del conde de Foix, de dieciocho, que recibió el título de príncipe de Viana, como heredero del trono navarro.

Mientras Juan II estaba firmando el tratado de Salvatierra, los catalanes nombraron lugarteniente de Cataluña a su hijo Fernando, que tenía entonces diez años, bajo la tutela de su madre. La reina no supo reaccionar ante estos hechos y, no queriendo enfrentarse a su esposo, huyó con su hijo de Barcelona y se refugió en la Força Vella, una fortaleza de Gerona. Allí fue asediada en mayo por el ejército de la Generalidad, que quería hacerse con Fernando, y tuvo que ser liberada por el conde de Foix.

Mientras tanto, el rey Fernando de Nápoles derrotó definitivamente en Troia a su rival, el duque de Lorena Juan de Anjou. Para ello contó con la ayuda del propio Juan II, del duque de Milán, Francisco Sforza, e incluso del príncipe de Albania, Jorge Castriota (Scanderberg).

La entrada en Cataluña de las tropas del conde de Foix suponían una violación de la Concordia de Vilafranca, aceptada el año anterior por Juan II, así que los catalanes lo revocaron definitivamente y ofrecieron el título de rey de Cataluña a Enrique IV de Castilla, lo que definitivamente sumía a Aragón en una guerra civil. Los beaumonteses navarros apoyaron la insurrección, y el propio Juan de Beaumont se convirtió en el lugarteniente en Cataluña del rey Enrique IV. Los agramonteses, naturalmente, apoyaron a Juan II.

El portugués Pedro de Sintra exploró la costa africana a lo largo de 1.300 kilómetros al sur de Cabo Verde, y llegó a un punto desde el que por primera vez pudo divisar un horizonte de mar mirando hacia el este. Los portugueses llamaron Guinea a todo el territorio situado al sur del río Senegal. El nombre deriva del berebere Akal n-Iguinauen, que significa Tierra de negros.

Una guerra entre príncipes alemanes llevó al conde de Nassau a saquear Maguncia, lo que hizo emigrar a numerosos impresores, que se establecieron en varias ciudades alemanas y contribuyeron así a difundir la nueva técnica de impresión. El mismo Peter Schöffer fue uno de los que abandonó la ciudad para instalarse en Francfurt.

El sultán turco Mehmet II envió un ejército de unos doscientos cincuenta mil hombres junto con una flota que remontara el Danubio para enfrentarse a Vlad el Empalador. Éste no podía disponer de más de diez mil hombres, y tuvo que adoptar técnicas de guerrilla y "tierra quemada", con lo que logró resistir hasta que la peste obligó a los turcos a retirarse. El sultán cambió de táctica y se dedicó a apoyar a un hermano de Vlad, llamado Radu el Hermoso. Una serie de intrigas y unos documentos falsos lograron que Vlad fuera capturado y entregado a los húngaros, que lo mantuvieron preso, aunque tratándolo con la máxima consideración. Radu gobernó Valaquia como títere turco.

El emperador Federico III seguía pretendiendo la corona Húngara, pero el rey Matías I se presentó en Austria acompañado de un poderoso ejército, y allí lo obligó a renunciar a ella.

El Papa Pío II revocó las Compactata de Jihlava, que habían puesto fin a la guerra entre católicos y husitas en Bohemia. El rey de Bohemia, Jorge de Podebrady, que, a pesar de ser husita, ya tenía bastantes problemas para mantener bajo control a los reformistas, se negó a aceptar la decisión, por lo que Pío II instó a Matías I de Hungría a emprender una cruzada contra Bohemia, que acabó en fracaso.

Ese año murió el mecenas italiano Palla Strozzi, a la avanzada edad de ochenta y nueve años. Su hijo Filippo había amasado una gran fortuna en Nápoles como banquero.

También murió el gran príncipe de Moscú Basilio II el Ciego, que fue sucedido por su hijo Iván III, de veintidós años. En 1463 se impuso sobre el principado de Yaroslav. Moscú gobernaba ahora una amplia extensión en la que sólo los principados de Tver y Rostov se mantenían independientes. Más al oeste, el principado de Nóvgorod controlaba también un vasto territorio que se extendía hacia el norte. Al sur y al este se encontraban los kanatos en que se había fragmentado la decadente Horda de Oro mongola, separados por territorios anárquicos, habitados por tribus nómadas o seminómadas.

El sultán Mehmet II conquistó la mayor parte de Bosnia. Sólo el ducado de Herzegovina pudo resistir la invasión. Luego el sultán declaró la guerra a Venecia, guerra que se libró en dos frentes: en Morea y en las islas del mar Egeo.

Ese año murió Sad Ciriza, el rey de Granada, que fue sucedido por su hijo Abú-l-Hasan Alí, conocido entre los cristianos como Muley-Hacén. La creciente presión castellana sobre el reino nazarí estaba alimentando una fuerte xenofobia contra los cristianos, acompañada de una radicalización del islam. Granada generó así un fundamentalismo que no tardó en exportar a Marruecos.

También murió María, la madre del rey Jacobo III de Escocia, el cual tenía ahora once años. La regencia quedó en manos de la familia Boyd.

El inca Pachacuti dominaba ya una extensa región alrededor de Cuzco. Sus hijos y su hermano, Cápac Yupanqui, habían sometido a los chancas y recientemente habían conquistado la populosa región de Cajamarca. Sin embargo, Pachacuti había hecho ejecutar a su hermano, temeroso de que sus conquistas estimularan su ambición. Ahora, su tercer hijo, Túpac Inca Yupanqui, inició una serie de campañas más al norte, contra los poderosos reinos de Quito y Chimú.

El duque de Milán, Francisco Sforza, gracias a un acuerdo con el rey Luis XI de Francia, incorporó Génova a su ducado, y con ella obtuvo también la isla de Córcega, hasta entonces en manos genovesas. Luis XI se atrevió a enfrentarse al hasta entonces temido duque Felipe III de Borgoña, al que le arrebató algunas ciudades, y se granjeó la enemistad del duque Francisco II de Bretaña al tratar de reducir la independencia judicial de su ducado. Luego se ofreció a mediar entre Juan II de Aragón y Enrique IV de Castilla respecto a la insurrección de Cataluña. El primer se aseguró el favor del rey francés al aceptar que éste se anexionara los condados de Rosellón y Cerdaña. El rey castellano envió como negociador a Juan Pacheco, el marqués de Villena, quien una vez más lo traicionó y acordó la renuncia de Enrique IV a la corona que le habían ofrecido los catalanes. Decepcionado, Enrique IV confió el gobierno de Castilla a Beltrán de la Cueva, lo que llevó a Pacheco a intensificar sus intrigas contra el monarca.

Los catalanes no se amilanaron porque su candidato a rey les hubiera dado la espalda. Enseguida encontraron otro en el hijo del duque Pedro de Coimbra e Isabel de Urgel, nieto, pues, del conde Jaime de Urgel, que había disputado la corona aragonesa a Fernando de Antequera. Llegó a Barcelona con un ejército en enero de 1464, donde fue aclamado como el rey Pedro IV de Cataluña, y se dispuso a combatir a Juan II.

El rey Fernando de Nápoles sofocó la revuelta de la aristocracia meridional, que había apoyado al duque de Lorena, Juan de Anjou.

El rey Cristián I de Dinamarca, Noruega y Suecia se enemistó con el obispo de Uppsala, Jöns Bengtsson, que había sido el principal responsable del derrocamiento del rey Carlos VIII de Suecia y ahora demostró que podía quitarle lo que le había dado: Carlos VIII recuperó el trono sueco.

El rey Eduardo IV de inglaterra se casó en secreto con Isabel de Woodville, viuda de un caballero partidario de los Lancaster. Este matrimonio desató las ambiciones de la familia Woodville, lo que indispuso al rey con algunos de sus partidarios.

Ese año murieron:

  • La reina Blanca II de Navarra, que seguía cautiva del conde Gastón IV de Foix, con lo que Juan II, su padre, pudo imponerse de nuevo como rey de Navarra, aunque mantuvo como lugartenientes a su hija Leonor y a su esposo, el conde de Foix. Los beaumonteses, derrotados repetidamente en Cataluña, se habían rendido en noviembre, mediante el convenio de Tarragona, pero inmediatamente reanudaron la lucha en Navarra exigiendo que Leonor fuese coronada reina. Los agramonteses siguieron apoyando a Juan II.

  • El Papa Pío II. Tras una nueva llamada a los príncipes europeos para organizar una cruzada contra los turcos, logró sólo la respuesta de Venecia, Hungría y Albania (los que ya estaban siendo atacados por los turcos). La muerte le sobrevino cuando se dirigía a Ancona para embarcarse él mismo como cruzado, a sus cincuenta y nueve años. Fue sucedido por un veneciano llamado Pietro Barbo, que adoptó el nombre de Paulo II.

  • El banquero florentino Cosme de Médicis. La autoridad de los Médicis en Florencia era tan grande, que su hijo Pedro el Gotoso, de cincuenta años, pudo conservar el gobierno de la ciudad, con la ayuda de su hijo Lorenzo, de quince años, a pesar de que su enfermedad no le permitía salir de su casa. Recientemente, Cosme había donado la mansión Careggi para que sirviera de centro de reunión a poetas, juristas, filósofos y humanistas en general. El principal impulsor de la Academia de Careggi fue un joven toscano llamado Marsilio Ficino, que tenía ahora treinta y un años.

  • El duque elector Federico II de Sajonia. El ducado lo heredaron sus dos hijos, Ernesto y Alberto.

  • El condotiero Sigismondo Pandolfo Malatesta. Unos meses antes había estado en Morea, a punto de tomar Mistra, pero se había enemistado con el dux veneciano y había vuelto a Rímini. Sus sucesores siguieron gobernando Rímini, pero no tenían sus mismas dotes.

  • El cardenal, teólogo y filósofo alemán Nicolás de Cusa.

  • El pintor flamenco Rogier van der Weyden.

En Castilla, el marqués de Villena Juan Pacheco y su hemano, Pedro Girón, habían organizado a una parte de la nobleza en la llamada liga de Burgos, que se levantó en armas contra el rey Enrique IV, y en octubre le impusieron el pacto de Cabezón, en el que, entre otras exigencias, Enrique IV reconoció como heredero a su hermanastro Alfonso, de once años, aunque a condición de que se casara con su sobrina Juana, la única descendiente del rey, que tenía entonces dos años.

Recordemos que Enrique IV era hijo del rey Juan II y de María de Aragón, la hija del rey Fernando I, mientras que Alfonso, al igual que su hermana Isabel, eran hijos de Isabel de Portugal, hija del infante Juan. Por otra parte, Enrique IV había estado casado trece años con la que después sería la reina Blanca II de Navarra y no había tenido descendencia, y la pequeña Juana había nacido tras nueve años de su segundo matrimonio con Juana de Portugal, hija del rey Duarte. Cuando nació la niña, el rey ya era conocido como Enrique el Impotente, y ahora Alfonso Carrillo, el arzobispo de Toledo, el mismo que había bautizado a la heredera, emitió un manifiesto en Burgos en el que afirmaba que ésta no era hija del rey.

En junio de 1465 el marqués de Villena y sus seguidores proclamaron rey de Castilla en Ávila a Alfonso XII, el hermanastro del rey Enrique IV, lo que señaló el inicio de una guerra civil en Castilla que, de hecho, había comenzado ya el año anterior. Alfonso Carrillo dirigió una carta a todo el reino insistiendo en que Juana no era hija de Enrique IV. Las malas lenguas no tardaron en encontrar cierto parecido entre la niña y Beltrán de la Cueva, el que había sustituido a Juan Pacheco como hombre de confianza del rey, por lo que Juana fue públicamente conocida como Juana la Beltraneja. Rodrigo Manrique fue nombrado condestable de Castilla por los partidarios de Alfonso XII.

Los gallegos habían solicitado permiso a Enrique IV para formar una hermandad similar a la Santa Hermandad que actuaba en Castilla a modo de policía rural, y, dado que entre los adversarios del rey había muchos nobles gallegos, el monarca accedió a la petición. Sus miembros fueron conocidos como Irmandiños.

La Corona de Aragón seguía con su propia guerra civil. El rey Pedro IV de Cataluña sufrió una grave derrota en Calaf, que le hizo perder prestigio ante las autoridades catalanas, que lo acusaban de debilidad, autoritarismo y parcialidad respecto a sus militares lusos. Después de algunas misiones diplomáticas en las cortes francesa y castellana, Juana Enríquez, la esposa del rey Juan II de Aragón, fue nombrada lugarteniente general de la Corona de Aragón.

Los intentos del rey Luis XI de Francia por someter a la nobleza llevaron a la formación de la Liga del bien público, promovida por Carlos el Temerario, el hijo del duque Felipe III de Borgoña, y en cuyas filas se contaban muchos de los que habían apoyado al entonces Delfín contra su padre Carlos VII. Carlos el Temerario derrotó a Luis XI en Monthléry y a continuación asedió París, hasta que obligó al rey francés a firmar los tratados de Saint-Maur y Conflans, por los que recuperaba las ciudades que éste le había arrebatado a su padre dos años atrás. Los nobles franceses que habían formado la Liga también obtuvieron beneficios. Entre ellos estaba el duque Carlos de Berry, hermano del rey, que recibió el ducado de Normandía. Menos suerte tuvo el conde Gastón IV de Foix, que había recibido de su consuegro, el rey, el cargo de lugarteniente en la Guyena y Occitania, pero que ahora tuvo que huir a Navarra tras haber tomado partido por Carlos el Temerario.

El rey Carlos VIII de Suecia fue expulsado nuevamente del trono, y el país quedó en manos de los obispos Jöns Bengtsson, de Uppsala y Kettil Karlsson Vasa, de Linköping. Éste último murió ese mismo año y fue sucedido por Erik Axelsson Thott.

También murió el duque Carlos de Orleans, que fue sucedido por su hijo Luis, de tres años de edad.

En Marruecos murió Abd al-Haqq, que fue el último gobernante benimerín del país. La dinastía fue reemplazada por la de los Banú Wattás.

El arzobispo de Maguncia, Adolfo de Nassau, otorgó a Johannes Guttenberg un título nobiliario y lo acogió en su residencia de Eltwill, donde pudo reanudar sus actividades tipográficas. La imprenta estaba ya muy extendida por Alemania, y dos impresores ambulantes, Conrad Schweinheim y Arnold Pannartz, se instalaron en el monasterio benedictino de Subiaco, cerca de Roma, donde produjeron los primeros libros impresos en Italia.

El príncipe de Albania Jorge Castriota (Scanderberg) reemprendió las acciones contra los turcos tras unos años de tregua.

La región oriental del Imperio de Mali se independizó bajo el caudillo Sonni Alí Bar, animista enemigo encarnizado del islam. Tras ocupar Tombuctú, en los años siguientes fue tomando el control del comercio transahariano y construyó el Imperio Songhai.

El rey de Bohemia Jorge de Podebrady trataba en vano de poner orden en las rivalidades entre los católicos y los husitas, y lo único que había logrado era enemistarse con ambas partes. El Papa Paulo II lo excomulgó en dos ocasiones, la segunda en 1466, cuando además desligó a sus súbditos del juramento de fidelidad. Esto propició una sublevación de la nobleza, que fue aplastada.

El rey Pedro IV de Cataluña murió de tuberculosis sin dejar sucesión. La Generalidad de Cataluña, que no estaba dispuesta a aceptar como rey a Juan II de Aragón, ofreció entonces la corona al duque Renato I de Anjou, nieto por parte de madre del rey Juan I de Aragón. El duque tenía entonces cincuenta y siete años, y vivía en una corte rodeado de artistas y sabios. Él mismo había compuesto varias obras en prosa de carácter didáctico y moral, así como novelas en prosa y en verso, y poesías. Sin embargo, aceptó la oferta y envió a Cataluña como lugarteniente a su hijo Juan, el duque de Lorena que había disputado sin éxito a Fernando I el reino de Nápoles. Juan acudió a Cataluña acompañado de gran número de barones napolitanos y con el apoyo del rey Luis XI de Francia. La Generalidad le concedió el título de príncipe de Gerona, que le correspondía como heredero del rey.

El rey Juan II de Aragón tenía ya sesenta y ocho años, por lo que nombró a su hijo Fernando lugarteniente del reino. Durante los meses de octubre y noviembre, envió un ejército contra Rosas bajo la dirección de su esposa, Juana Enríquez, pero la campaña fue un fracaso y dio la iniciativa a Juan de Anjou.

Filippo Strozzi, que había abandonado Florencia cuando Cosme de Médicis confiscó los bienes de su padre regresó a su ciudad natal a sus cuarenta años, convertido en un poderoso banquero.

Allí murió el escultor Donatello, a sus sesenta años. Estaba entonces trabajando en unos relieves de bronce para los púlpitos de san Lorenzo, que dejó inacabados. En sus últimos años había esculpido varias obras de gran originalidad, como su Magdalena, tallada en madera.

Su discípulo más sobresaliente fue Andrea di Cione, más conocido como Andrea del Verrocchio, porque había empezado trabajando con el orfebre Giuliano Verrocchi. Tenía ahora treinta y un años, y desde el año anterior dirigía uno de los talleres escultóricos más importantes de Florencia. Entre sus discípulos se encontraba a su vez Pietro Vannucci, que había nacido en un pueblo cercano a Perugia y por ello era conocido como el Perugino.

También murió el duque de Milán Francisco I Sforza, que fue sucedido por su hijo Galeazzo María.

La Guerra de las dos rosas
Índice Isabel y Fernando

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