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Personajes historicos

Cleopatra                   ¿Regresar al indice? [regresar]

Corría el año 69 antes de Jesucristo cuando nace en Egipto una mujer cuyo nombre habría de ser recordado a través de los siglos. Ella era Cleopatra, última reina de Egipto de la dinastía lágida, nacida en Alejandría y que gobernara su país del año 51 al 30, antes de Jesucristo.

Hija de Tolomeo XIII Auletes, fue proclamada reina con su hermano Tolomeo XIV. Sin embargo, una serie de desavenencias entre los hermanos, obliga a los consejeros o "verdaderos gobernantes" a tomar otras medidas. A partir de entonces el distanciamiento entre los hermanos se hace más grande. Egipto tomaría un nuevo rumbo.
 

Una reina de 17 años

Es difícil saber hasta qué punto esta corte esplendorosa y unos amores, tal vez ambiciosos, tal vez sinceros, hayan sido eso. Algunos podrán hablar de amor interesado; otros, de amor sincero. Lo cierto es que Cleopatra fue la causa de la felicidad de un hombre y la desgracia del otro. Uno era Julio César y otro Marco Antonio.
 

El principio de la historia

La historia dice que Cleopatra subió al trono de Egipto cuando tenía apenas diecisiete años, a la muerte de su padre Tolomeo XIII Dionisio I, llamado Auletes. Debía compartir el poder con su hermano Tolomeo XIV Dionisios II, que en aquella época contaba con nueve años de edad.

Luego, siguiendo la antigua costumbre egipcia, la joven Cleopatra contrae matrimonio con su hermano. ¡Ah, pero de una cosa estaba segura. No tenía le menor intención de compartir el trono con nadie, aún así fuera su esposo...!

Es entonces que se dedica a intrigar contra el rey. Hace todo lo posible para bajarle y hacerle caer. Pero lo cierto es que, también, había otros al tanto de todo esto que sucedía. Dada la corta edad de ambos, quienes realmente reinan en Egipto son los altos dignatarios designados a tal fin por su padre Tolomeo XIII, y ellos se encargaban de que las cosas marchasen lo mejor posible.

Y si por un lado, Cleopatra hacía lo suyo; su hermano Tolomeo, tampoco se dejaba. Al darse cuenta de la ambición de la reina y descubrir los obscuros designios que ésta abrigaba contra él, los ministros sublevan al pueblo, y Cleopatra es bajada del trono y expulsada de Egipto. Tenía ella veinte años de edad.
 

Antecedentes

La reina se refugia en Siria, donde recluta un ejército para que luche contra su hermano. Por aquella época, el Imperio Romano se hallaba desgarrado por luchas intestinas. Julio César había vencido en Farsalia a Pompeyo. Éste, con el resto de su destrozado ejército, se había internado en Egipto.

César le perseguía cuando llegaron a él noticias de la grave situación social, político y militar del país donde se había refugiado su enemigo. Tolomeo Auletes, admirador y amigo de Julio César, le había nombrado su albacea. Confiaba tanto en su habilidad política como en el poderío de las legiones romanas.

El difunto faraón sabía que, si fuera necesario, César ordenaría los asuntos egipcios. Así pues, fiel a la palabra dada a Tolomeo, Julio César cita a ambos hermanos e intenta que lleguen a un acuerdo razonable. De este modo evitaría una guerra tan perjudicial tanto para Egipto como para Roma.
 

En espera de Cleopatra

César consiguió detener el avance del ejército de Aquiles en tanto parlamentaban y se entendían los dos hermanos. Cleopatra, deseosa de ganar para su causa al caudillo romano, le envió varios mensajeros, los cuales fueron recibidos fríamente.

César, que no conocía personalmente a la reina, estaba ansioso por resolver aquel enojoso asunto y regresar a Roma, donde la situación política se complicaba por momentos. Se había instalado en un lujoso palacio en terreno neutral y no lejos del lugar donde habían acampado sus gloriosas legiones.

Allí, impacientemente, esperaba reconciliar a Cleopatra con su hermano, aquellos dos niños caprichosos que al parecer tenían muchas ganas de jugar a la guerra. Algo le esperaba, pero aún no se imaginaba lo que ahí pasaría.
 

Ante Cleopatra

Cual si fuera una leyenda o un cuento de hadas, una noche, una noche fresca y agradable, César vio llegar a su palacio un cortejo. Al frente de éste venía un alto dignatario egipcio. Imaginaba la misión que les traía, quería saber de lo que se trataba, pero estaba dispuesto a no hacer concesión alguna.

Claro que a César le interesaba, de todos modos, la posición de cada uno de los hermanos. Por eso decidió estudiar la proposición que el emisario iba a hacerle en nombre de Cleopatra, ya que de ella era el alto dignatario y mensajero cuya visita le anunciaban.

El emisario penetró en el salón del trono y, después de inclinarse ceremoniosamente ante el general, dijo: "En nombre de mi reina, Cleopatra, ¡Oh César! Os ofrezco este presente". Dio dos palmadas y aparecieron doce esclavos rubios, cuatro de los cuales transportaban con gran cuidado y perfectamente enrollado, un gran tapiz, una alfombra...

César, sorprendido y divertido a la vez, observaba el extraño y ampuloso ceremonial con que los mensajeros de Cleopatra le ofrecían aquel soberbio regalo. De pronto, a un gesto del emisario, los esclavos desenrollaron el tapiz, y el caudillo romano, desconcertado por primera vez en su vida, vio surgir de aquel envoltorio una figura femenina. ¡Era Cleopatra...!
 

Julio César habla

A primeras de cambio, Julio César no reconoció a la mujer que de tan extraña forma se presentaba ante él. Sólo veía ante si a una figura delgada, morena, de pequeña estatura y vestida con una corta túnica blanca que apenas si cubría las esbeltas y delicadas formas de su cuerpo.

No era precisamente una niña, pero parecía como si lo fuese. Había en ella algo que cautivaba. En los labios de esta mujer, casi una niña, se insinuaba una leve sonrisa. Una sonrisa entre tímida y sensual. Algo que hechizó por completo al caudillo y tribuno romano.

"Cleopatra..." -dijo. César aún estaba absorto, no podía aún creerlo. Hombre experimentado en todos los ardides del amor, la audacia de aquella mujer le había sorprendido. César se había dado cuenta de lo que la reina de Egipto le ofrecía a cambio de su ayuda para reconquistar el trono. (Y estaba dispuesto a concederlo todo, o casi todo...)
 

Un reino compartido

Y vino el encuentro. Pero Julio César, estadista, antes que hombre, sólo concedió a Cleopatra parte de lo que quería. Y de idéntica manera se condujo la reina de Egipto. El romano reconcilió, al menos en apariencia, a ambos hermanos. De este modo el trono en litigio sería compartido por Tolomeo y Cleopatra en "perfecta" armonía.

El problema no se solucionó. Aquilas opinaba que Tolomeo era el único heredero legítimo al trono. Por lo tanto, continuaron luchando contra las fuerzas de César. Deseaban expulsar de Egipto a los romanos y a Cleopatra del trono.

César sólo disponía de dos legiones, circunstancia que aprovechaba Aquilas para entablar una lucha más desencadenada. Cansado de aquellas escaramuzas internas a las que le obligaba el general egipcio, y confirmada la influencia de Tolomeo, César decide castigar enérgicamente a los rebeldes.
 

Empieza la lucha

La lucha se había iniciado; pero, el hermano de Cleopatra, avisado a tiempo por el eunuco Fotino, huye a Alejandría. Aquilas sitia el palacio que ocupa Cleopatra y su protector. César no desea luchar contra Egipto, pero se ve obligado, para salvar su vida, a enviar mensajeros a Siria solicitando urgentemente refuerzos.

La ayuda llega, la situación se normaliza. Julio César quiere dominar Egipto, mas no por la fuerza. Por lo tanto, una vez más, se muestra magnánimo con sus enemigo y, perdonando a Tolomeo, le ordena que ocupe nuevamente el trono al lado de Cleopatra.

Los ánimos parecían apaciguados y la paz asegurada. Sin embargo, pronto surgieron complicaciones. Fotino, a quien no había alcanzado el perdón de César, consiguió que Aquilas se sublevase y, reuniendo un numeroso ejército, marchase sobre la capital para expulsar de nuevo a Cleopatra del trono.

César, perdida la paciencia, de la cual había dado tantas muestras hasta entonces, se dispone a presentar batalla a los rebeldes. Empieza una verdadera lucha y las cosas van tomando su rumbo. El ejército romano era demasiado potente para que Egipto pudiera resistir y mucho menos vencer. Las tropas de César toman Alejandría y la incendian. En este incendio desaparece la célebre biblioteca fundada por Tolomeo Fidelio. La escuadra egipcia es totalmente destruida y, una vez más, Julio César regresa victorioso.
 

Cleopatra es coronada reina

Y de pronto sucedió algo que nadie se esperaba. Tolomeo Dionisio había muerto ahogado en el Nilo. Al enterarse de ello, Julio César exclamó, satisfecho: "¡Esto lo arregla todo!". Ya estaba harto. Así, a la muerte de su hermano, Cleopatra obtiene lo que tanto había ambicionado: ser coronada reina absoluta de Egipto.

Más tarde César, deseoso de borrar el mal efecto que sus amores con Cleopatra podían causar en el pueblo egipcio, le hizo casar con su hermano Tolomeo XV, entonces un niño de seis años. Cleopatra accede gustosamente a un matrimonio que casi le aseguraba el trono de su patria y el amor de César.

Temía no obstante, que Tolomeo cumpliese los catorce años, edad fijada para que su hermano se ocupase de los asuntos reales. Y, como la ambición y los pocos escrúpulos de la guapa egipcia no conocían límites, al cumplir su hermano y "esposo" la edad antedicha, decide envenenarle.
 

César y Cleopatra

César podía, y quizá debía, haber castigado a Cleopatra, pero el caudillo romano estaba completamente enamorado de la reina egipcia y esta nueva hazaña de su amante no sólo le dejó totalmente indiferente, sino que incluso, según dicen algunos historiadores, le hicieron reír al conocer tan alevoso atrevimiento.

Luego, al conocerse en Egipto la muerte del rey, algunas facciones descontentas con Cleopatra intentaron organizar una sublevación, pero los romanos la reprimieron sin contemplaciones. Sabemos que, aunque Cleopatra estaba afianzada en el trono, la presencia de César en el país ya no era necesaria. Sin embargo, el romano, retenido por el amor, permanece durante varios meses en Egipto.
 

El amor hacia Cleopatra

César iba de asombro en asombro ante las fabulosas fiestas que en su honor organizaba la reina. Una de ellas había sido una excursión por el Nilo, en una embarcación bellamente adornada. La excursión había durado tres semanas y ahí había habido de todo: amor, lujuria, pasión, aventura, romance...

César se sentía encantado. Había contemplado entonces las maravillosas bellezas de aquel fabuloso país y sentir, al mismo tiempo, cómo aumentaba su amor por Cleopatra. El carácter a la par infantil, y a la par maduro de la reina egipcia y sus frecuentes arrebatos de furia y humildad cautivaron al gran romano.

César debía estar ya en Roma. Asuntos políticos y militares le reclamaban en ese lugar; pero también, es cierto, su amor desaforado por Cleopatra le iban demorando un día y otro su marcha. Pero, por fin, un día, Julio César decide marcharse y abandonar Egipto. Iría tras los últimos partidarios de Pompeyo. Cleopatra había quedado encinta y, aquel mismo año (47 a.C.), daría a luz a un niño al que le impondría el nombre de Cesarión.
 

Nuevamente con Cleopatra

César somete a los partidarios de Pompeyo, vence en España a los sublevados contra Roma y regresa victorioso a su patria. Llama entonces a Cleopatra, que llega a Roma a bordo de un soberbio navío egipcio escoltado por seis bajeles romanos.

César aloja a la reina egipcia en un lujoso palacio, a orillas del Tíber. Celebra fastuosas fiestas en honor de la soberana e hizo que la mejor sociedad romana la recibiera y agasajara. No obstante, pareciéndole poco cuanto había hecho, César ordena esculpir una estatua de su amante y colocarla a lado de la de Venus Afrodita, la diosa del amor.

Y, aunque esto disgustó a los romanos, éstos no se atrevieron a manifestar su desagrado para no provocar la ira del tirano. Después, contra la opinión del mismo Senado, Cleopatra permanece en Roma, agasajada y festejada por todos, incluso por sus enemigos.
 

Marco Antonio y el fin de Julio César

Durante estos meses, la reina egipcia conoce a un general de César, al que éste le tenía mucha estima. Se trataba de Marco Antonio, a quien ve por primera vez el año 41 a.C. Ahí empezaron a entablar relaciones y a surgir otro tipo de romance e intrigas.

Por aquellas fechas en algunos de los sectores de la sociedad romana se empezaba hacer patente el descontento ante ciertas actitudes y medidas de Julio César. Se murmuraba que tenía deseos de convertirse en emperador. Era algo que no deseaban y trataban a toda costa de evitar.

Algunos senadores y muchos soldados manifiestan su inconformidad ante el tirano. Desagradaba profundamente que hubiese mandado montar su efigie en varios lugares de Roma y la de Cleopatra, su amante, en el templo de Venus.

Había muchos hombres descontentos. Uno de ellos Casio, quien logró convencer a Bruto -según ciertos rumores, hijo de César- para que acabara con el tirano. Poco tiempo después Julio César es asesinado en el Senado por los partidarios de Casio y Bruto.
 

Cleopatra y Marco Antonio

Y fue Marco Antonio el nuevo confidente y amante de Cleopatra. Ya antes, en Roma, Marco Antonio había contraído matrimonio con la hermana de Octaviano (Octavia), en el-40, pero hubo de regresar a Oriente para emprender una expedición contra los partos (uno de los pueblos sublevados).

Marco Antonio se establece con Cleopatra en Egipto, donde ambos constituyen una especie de monarquía independiente. Ya antes, en el –37 (37 a.C), Marco Antonio había reconocido a Cesarión como co-regente de Cleopatra, con la que el camino del poder quedaba en manos de ésta.

En el -32, la ruptura entre Marco Antonio y Octaviano condujo a la declaración de la guerra contra Cleopatra. Luego, tras la derrota en la batalla naval de Accio (31 a.C), Marco Antonio se suicida enterrándose un puñal en el vientre. Poco después, ella hacía lo mismo sometiéndose a la picadura de un áspid.

Era el año 30, a.C. Una soberana había muerto entre el amor y su destino. Su nombre pasaría de boca en boca, de generación en generación. Hoy todos la recordamos con el nombre de Cleopatra.

                                                        


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