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Horacio Quiroga

Escritor uruguayo, nacido en Salto en 1878 y muerto en Buenos Aires en 1937. Desde muy joven sus aficiones literarias lo llevaron a colaborar en las revistas especializadas de su país. En 1900 Horacio Quiroga realizó un viaje por Europa y a su regreso constituyó con sus amigos un cenáculo conocido como el «Consistorio del Gay Saber», que él acaudillaba y donde a la devoción por Poe se sumaba la lección de Leopoldo Lugones.

De este clima se impregnarían Los arrecifes de coral (1901), llamarada posromántica y modernista de contenido macabro, que incluye cuentos y poemas. En 1904 viajó a Misiones con su amigo Lugones y la selva lo sedujo. Otra vez en Montevideo, Horacio Quiroga publicó El crimen del otro (1904), con el que cierra su pasado literario encuadrado en el decadentismo. Inmediatamente partió a Misiones, donde se radicó -con breves intervalos de permanencia en Buenos Aires- y cuyo paisaje logró hacer revivir en sus cuentos con trazos que recuerdan a Kipling o al mismo Poe.

En 1905 publicó Los perseguidos y en 1908 Historia de un amor turbio. En Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917) recoge relatos misioneros y utiliza todavía el esquema del cuento efectista, pero al servicio de una temática regional. Pasa a través del pintoresquismo, aún manejado en El salvaje (1920) y Anaconda (1921), pero usado como decorado de una penetración honda y trágica del destino humano, voluntariamente enfrentado a la hostilidad de la naturaleza, en Los desterrados (1926).

Otras de sus obras son: El desierto (1924); Cuentos de la selva (1919) y De la vida de nuestros animales (1925), ambas para niños; Pasado amor (1927), La gallina degollada y otros cuentos (1926), Más allá (1935).

La biografía de Horacio Quiroga, tocada por un signo trágico (la muerte accidental de su padre, el suicidio de su primera mujer y otras circunstancias), estuvo impregnada por la obsesión de la muerte; él mismo, tras declarársele una grave enfermedad, acabó con su vida en febrero de 1937 al saber que padecía un mal incurable.

Horacio Quiroga renovó la cuentística de su país, desprendiéndose del relato costumbrista o histórico para adentrarse en la escritura de un tipo de textos de carácter fantástico, con predominio del efecto sorpresa; estos cuentos se ambientan en ese espacio misterioso y exuberante que constituye la selva de Misiones, que ejerció en la imaginación de Quiroga un efecto persistente y que le llevó a plasmar situaciones de horror y violencia a través de sus personajes. Sus ideas sobre este género literario quedaron reflejadas en el "Decálogo del perfecto cuentista", publicado en la revista Babel el 6 de enero de 1928.

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