Fundación Héctor A. García                                                      El tiempo  

Mapa de la página

INDICE GENERAL

 
 
 
 
Clasicos de Literatura

 Proyecto Salón Hogar

Biografías de Puerto Rico

Luis Muñoz Rivera

NACIÓ:   1859   MURIÓ: 1916     Político

 

Luis Muñoz Rivera, nació en Barranquitas, Puerto Rico el 17 de julio de 1859. En 1882 se dió a conocer como poeta al publicar en el periódico ponceño El Pueblo la poesía ¡Adelante!. Se distinguió como piloto de ideas liberales, orador, periodista y poeta.

Se le considera discípulo y continuador de la obra de Román Baldorioty de Castro. Logró el triunfo del movimiento autonomista, a través de la fusión del Partido Autonomista de la isla con el Partido Liberal Español. Fue gestor de la Carta Autonómica de 1897, bajo la cual Puerto Rico obtuvo de España amplios poderes autonómicos, que fueron interrumpidos por la invasión estadounidense de 1898.

El 1 de julio de 1890 publicó el primer número de La Democracia, que se convirtió en vocero insuperable del autonomismo.

Fue Secretario de Gracia y Justicia y de Gobernación durante el breve régimen autonómico. Fundó el Partido Liberal y el Partido Unión de Puerto Rico. Fue Comisionado Residente en Washington. Murió en San Juan, el 15 de noviembre de 1916. Su hijo, Luis Muñoz Marín, continuó su gesta autonómica fundando el Partido Popular Democrático en 1938 y como Gobernador de Puerto Rico entre 1948 y 1964.

La personalidad y obra de Luis Muñoz Rivera influyeron mucho en la historia puertorriqueña. Es interesante recordar que Luis Muñoz Rivera fue el padre del gran gobernador y líder político Luis Muñoz Marín. Aún así, la fama de Luis Muñoz Rivera como político, orador y poeta fue tan grande, que si no hubiera nacido Luis Muñoz Marín, sería recordado por sus grandes méritos y logros personales. A Luis Muñoz Rivera le tocó vivir la época histórica del cambio de soberanía de nuestra Isla. Su obra y sus luchas en aquél periodo histórico tan crucial para nuestra isla son dignas de estudiar. Este trabajo pretende hacer una reseña biográfica del prócer y también una reseña histórica de la época en que le tocó vivir.

Este primer fragmento es ideal para estudiantes de nivel elemental

Continua...

Luis Muñoz Rivera fue político de ideas liberales,  Su padre inclinaba al niño hacia los negocios comerciales, mientras que su tío Vicente Muños Barrios, lo quería dirigir hacia las artes y las cosas de la imaginación romántica, como la poesía. Ambas tendencias enraizaron en el joven: fue buen bardo en el verso y organizador de materias políticas. Aprende francés y latín y lee a Emilio Castelar, Víctor Hugo, y a Gaspar Núñez de Arce. Sus primeros profesores fueron Francisco Becerra, Felipe Negrón y Jorge Colombani. A los quince ya leía la Biblia, el Quijote, la Ilíada, y el Diccionario de la Real Academia Española, como obra de consulta. Con frecuencia, frecuentaba la redacción del periódico El Buscapié, y recibía, con su amigo José A. Negrón Sanjurjo, consejos culturales de Manuel Fernández Juncos, el director de ese espartaco periódico.

Las dos primeras poesías de Luis Muñoz Rivera parece que fueron: Quejas de Amor (estrofas bequerianas (1880), y ¡Adelante!, dada a la luz pública en el periódico ponceño El Pueblo (1881-1882). Esta composición la dedica su autor al periodista Mario Brachi. Colabora con varios periódicos de le época, cuando en 1882 publica su resonante ensayo épico Vasco Núñez de Balboa, dedicado a uno de los escritores predilectos del joven poeta, Alejandro Tapia y Rivera. Estos versos constituyen el triunfo de bautismo exitoso del poeta ya maduro en su primavera. Después vienen otras composiciones, a veces patrióticas, o de erotismo contenido: Vox Populi (1883), Nulla Est Redemptio (1889), La Marsellesa (1889). Después va saliendo de su musa: Horas de Fiebre, Historias Tristes. Para el año de 1887, época de El Componte, que fueron los horribles castigos instalados en Puerto Rico por el gobernador Romualdo Palacio), da a la luz de sus lectores, El Paso del Déspota. Tres de las mejores composiciones suyas son: Paréntesis, Sísifo, y Mens Divinior (1902), que es donde él explica su poética parnasiana a la manera de Teófilo Gautier, Sully Prudhome y Catulle Mendés. La poesía de Muñoz Rivera es de estrofa marmórea, esforzada y maciza. Su estilo es pulcro y transparente.

La oratoria de Muñoz es impetuosa, rápida, avasalladora, y persuasiva. Su prosa periodista va en un ambos a dos con su voz oratoria, pues es combativa y cálidamente patriótica. Él logra hacer triunfar el ideario autonomista de Ramón Baldorioty de Castro, en 1897-98, en cuyo régimen relámpago ocupa el cargo de Secretario de Gracia y Justicia y de Gobernación. Después de la Guerra Hispanoamericana, funda Luis Muñoz Rivera el Partido Liberal, y en 1904, el Partido Unión de Puerto Rico, que estuvo en el poder hasta después de su muerte, ocurrida en 1916. En 1917, apenas un año transcurrido de su deceso, se le concede a los puertorriqueños la ciudadanía norteamericana, otorgamiento por el cual él había luchado tanto, cuando fue Comisionado Residente en Washington (1911 a 1916). En este puesto le anteceden Tulio Larrinaga (1905 a 1905), y le sucede Félix C órdova Dávila (1917 a 1932).

Dos tomos de versos publica Luis Muñoz Rivera: Retamas (1891), en colaboración con José Negrón Sanjurjo, y Tropicales (1902).

El baluarte que usó Muñoz Rivera para la lucha por las libertades de su patria fue La Democracia. Sale en Ponce, después en Caguas, y finalmente en San Juan. Fue un diario político que salió el 1 de mayo de 1893. Director Luis Muñoz Rivera. Por esa tribuna liberal cruzaron plumas de primera plana, entre cuyos nombres recordamos a Gumersindo Rivas, Mariano Abril, Luis Rodríguez Cabrero, y José A. Negrón Sanjurjo, Rafael Matos Bernier, Antonio R. Barceló, José Coll y Vidal, Alfredo Vargas, José Dá vila Ricci, Luis Muñoz Marín, Sebastián Dalmau Canet, Samuel R. Quiñones.

Luis Muñoz Rivera fue un patriota, como José Celso Barbosa (cada uno en su pedestal ideológico: Muñoz autonomista de izquierda, y Barbosa estadista). Fue un gran periodista y un poeta de verso enérgico y expresión sobria, correcta, y de temblores casi épicos.

Barranquitas, municipio de Puerto Rico, en el centro del país. Es uno de los doce que formaban el antiguo distrito de Guayama. Se sitúa en la cordillera Central, en la vertiente norte de la sierra de Cayey. A unos 650m de altitud, y con orientación norte, el clima es más fresco y lluvioso, distanciándose de la sequedad que caracteriza las tierras de la costa meridional, lo que permite la existencia del bosque tropical húmedo. La agricultura de plantación es un importante recurso, en especial el café y el tabaco, pero no el único, pues en Barranquitas hay industria textil, artesanía, y es un localidad visitada por turistas por su naturaleza de centro de montaña. En esta localidad nació el político y poeta vanguardista, Muñoz Rivera. Población (1990), 25.605 habitantes.

 

Según iba avanzando la penúltima década del s. XIX, los liberales se inclinaban cada vez más hacia la ideología autonomista, aunque sus reivindicaciones políticas eran las mismas que las de las épocas reformistas: independización de los ayuntamientos respecto a las autoridades provinciales, fin del caciquismo del gobernador y sus ayudantes, imposición de un régimen burocrático más ligero y ampliación del sufragio a una mayor parte de la población para poner fin a los triunfos electorales de los conservadores incondicionalistas, cuyos simpatizantes de la minoría acaudalada seguían siendo los únicos votantes legales. El programa económico de los liberales comprendía los siguientes puntos cardinales:

1. Fomento y modernización de la agricultura y las industrias artesanales;

2. Reorientación de los impuestos cobrados sobre el comercio exterior y otras ramas de la actividad económica;

3. Actitud defensiva respecto a los altos aranceles que España cobraba a los productores puertorriqueños de azúcar en un desleal intento de proteger la industria peninsular del azúcar de remolacha.

Partiendo de esta base político-económica, la idea de la autonomía fue ganándose más y más partidarios y cont ó con el apoyo publicitario-propagandístico de algunos de los periódicos más respetados, "El País" de Mayagüez, la "Revista de Puerto Rico" de San Juan y el también sanjuanero "El Clamor del País", dirigido por Salvador Brau. Recapacitando sobre la nueva situación que se vivía en el país, víctima de la profunda crisis económica de la década de 1880, los liberales de Ponce estimaron oportuno reorganizar el Partido Liberal Reformista y actualizar su base ideológica de acuerdo con los nuevos aires autonomistas. Este proyecto, conocido históricamente como el "Plan de Ponce de 1886", volvía a exigir a las autoridades españolas el respeto de los derechos y libertades civiles de que los puertorriqueños fueron dotados en su día y, por tanto, podía ser calificado como una matización autonomista del antiguo credo liberal sobre la relación entre la metrópoli y la Isla.

La reorganización del Partido Liberal Reformista y de su doctrina ideológica tuvo lugar en marzo de 1887 en el Teatro "La Perla" de Ponce donde se dieron cita 300 delegados de todos los confines del país. La Asamblea de Ponce rechazó el concepto de autonomía radical tipo canadiense, propuesta por Baldorioty, y se decantó por la más limitada que se aplicaba ya por los autonomistas cubanos y que era defendida desde España también por Rafael M.ª de Labra. En la Asamblea se adoptó el el nuevo nombre que adopt ó el Partido: Partido Autonomista Puertorriqueño. La Asamblea de Ponce llamó la atención de la gran masa militante sobre las capacidades de liderazgo y el carisma de los futuros dirigentes del partido: el abogado de Aguadilla José de Diego, el periodista de Barranquitas Luis Muñoz Rivera, el médico de Bayamón José Celso Barbosa y el propietario agrícola de Luquillo Rosendo Matienzo Cintrón.

Las represalias, las persecuciones y los malos tratos por parte de las autoridades coloniales y los incondicionalistas sumieron al Partido Autonomista en la impotencia y la ineficacia, obligándolo a adoptar la táctica del retraimiento electoral y a no acudir a las elecciones. Además, dentro del propio partido, había desacuerdos y contradicciones acerca del tipo de autonomía a que aspirar, las maneras de conseguirla y los líderes que encabezarían la lucha. Dichas discusiones se profundizaron más todavía después de la muerte de Baldorioty, acaecida en 1889, cuando los distintos grupos que se hab ían formado dentro del mismo partido discutieron las posibilidades de alianza con algún partido español: uno de los grupos, dirigido por Francisco Cepeda Taborcí as, admitía en las páginas de su órgano "La Revista de Puerto Rico" como únicamente posible las alianzas con partidos españoles antimoná rquicos y republicanos; el otro grupo se identificaba con Luis Muñoz Rivera y su periódico "La Democracia" y era de la opinión que todo tipo de alianzas con partidos españoles republicanos carecían de perspectiva, pues los únicos que tenían la oportunidad de llegar al poder en la España de aquel entonces eran los partidos monárquicos de orientación liberal, como por ejemplo el Partido Liberal Fusionista de Práxedes Mateo Sagasta. A los del primer grupo se les conoce como "antipactistas" porque se oponían a la idea de pactar con partidos monárquicos peninsulares, mientras que a los del segundo grupo se les llamaba "pactistas", "posibilistas" u "oportunistas" ya que creían que el objetivo de la autonomía justificaba todos los medios.

El período de 1891 a 1897 se caracterizó por un constante pulso entre pactistas y antipactistas. Estos últimos se mantuvieron firmes en sus propósitos aun cuando, en 1892, Cepeda marchó de Puerto Rico y fue sustituido por Manuel Fernández Juncos y José Celso Barbosa. Barbosa, hijo de un albañil negro al servicio de los hacendados azucareros, estudió medicina en una universidad estadounidense y, de vuelta a su país, se dedicó al periodismo y a la política y fundó en San Juan el perió dico "El País" (1895), desde cuyas páginas dirigía una procaz crítica a la actitud de Muñoz, que por aquellos tiempos era pactista.

La postura "muñocista" prevaleció en el debate y, en junio de 1896, la dirección del Partido envió a España una Comisión Autonomista que explorara las actitudes de los distintos partidos españoles hacia el tema de la autonomía antillana y que concertara alianzas con aquéllos que más inclinados se mostrasen a colaborar con la causa independentista. Los miembros de la Comisión, José Gómez Brioso, Rosendo Matienzo Cintrón, Federico Degetau González y Mu ñoz Rivera y el español Labra, a quien fue conferida la presidencia de la Comisión, se entrevistaron con muchos líderes de partidos y personalidades políticas, incluido Sagasta del Partido Liberal Fusionista, quien prometió que, cuando llegara al poder, gestionaría la independencia de la antigua colonia a cambio de la incorporación de los autonomistas puertorriqueños más radicales a la plataforma moderada del Partido Liberal.

La posibilidad de que la promesa hecha por Sagasta se hiciera realidad era bastante tangible, pues los partidos monárquicos españoles se turnaban en el poder y por eso los delegados de la Comisión Autonomista decidieron suscribir el llamado "Pacto Sagastino", según el cual el Partido Autonomista dejaría de existir y se transformaría en un ala del Partido Liberal español.

La "Carta Autonómica" de 1897 concedía a Puerto Rico más libertades de las que habían exigido los autonomistas ponceños hacía diez años y menos de las que había formulado Baldorioty de Castro en sus campañas durante la década de 1880. España conservaba el control sobre los ej ércitos de mar y tierra, sobre la administración de la justicia y sobre la dirección de los asuntos de política exterior, y reafirmó al Gobernador como representante directo de la Corona. Pese a la impaciencia con que los puertorriqueños esperaban su autonomía, la "Carta de Autonomía" no fue aplicada enseguida, pues la disputa entre pactistas y antipactistas en el seno del Partido Liberal continuaba y llegaba a agravarse más todavía después de que en marzo de 1897 el bando antipactista se retirara en señal de protesta contra el cometido de la Comisión Autonomista en España. Dicho bando, dirigido por José Celso Barbosa y Manuel Fernández Juncos, se organizó políticamente en el nuevo Partido Autonomista Ortodoxo, mientras que los pactistas de Muñoz Rivera se llamaron Partido Liberal Fusionista. Semejante división era, por cierto, sumamente inoportuna ya que por primera vez todos los varones mayores de 25 años participarían en las elecciones, con lo cual era muy probable que se rompiera el monopolio electoral de los incondicionales.

Las primeras y únicas elecciones bajo la Carta Autonó mica se celebraron en marzo de 1898 sin que los autonomistas de los dos bandos hubieran llegado a un acuerdo. No obstante, el triunfo de los liberales sobre los conservadores fue más que contundente: Muñoz Rivera y el Partido Liberal sacaron 82.267 votos contra los 16.068 de los ortodoxos y 2.144 de los incondicionales.

Por otro lado, las relaciones entre España y Estados Unidos siguieron cobrando un carácter cada vez más violento hasta que en febrero de 1898 estalló la chispa que se convirtió en un auténtico e incontenible incendio: la explosión que destrozó y hundió el acorazado norteamericano "Maine", que estaba anclado en el puerto de La Habana, lo que causó la muerte de 300 marinos y oficiales estadounidenses. Los representantes de aquellos círculos, cuyos intereses se encontraban más perjudicados por la Guerra de Cuba, no dudaron en echar la culpa por el siniestro a los españoles a pesar de que éstos se negaron en rotundo a asumir la responsabilidad. Sin embargo, el percance fue utilizado por los EU para apretar aún más e incluso el presidente McKinley llegó a ofrecer a España la compra de la isla de Cuba. La antigua metrópoli quiso hacer semejante trato y acto seguido, el 21 de abril de 1898, el Congreso de los EU declaraba la guerra a España. Así empezaba la guerra hispano-cubano-norteamericana que terminaría con la libertad nacional para los cubanos y con una serie de consecuencias importantí simas para Puerto Rico.

 

La derrota española supuso, mediante una decisión tomada en París a instancias de los Estados Unidos, el traspaso de la soberanía de la isla de Puerto Rico a manos de la nación conquistadora. Además, políticamente, esta guerra impidió que se instalara en Puerto Rico la primera legislatura autónoma, y económicamente, paralizó la actividad comercial, provocando una importante crisis en el país: subieron los precios de los alimentos, y los empleos desaparecían por falta de actividad en las haciendas y en las fábricas. Esta situación se agravaría con el bloqueo naval que Estados Unidos impuso a Puerto Rico a partir del 29 de abril.

Si bien la población puertorriqueña apoyaba con lealtad la causa española, este optimismo desapareció cuando, el 12 de mayo, una escuadra naval bajo el mando del almirante William Sampson, bombardeó la capital durante tres horas. Los daños materiales y las víctimas de este bombardeo no fueron importantes, pero en San Juan no se producían ataques enemigos desde 1797. El pánico cundió entre los habitantes de San Juan, que decidieron abandonar sus hogares antes de que se produjera otro ataque.

También la lealtad hacia España se tambaleaba, puesto que los puertorriqueños empezaban a sentirse abandonados ante el avance del conflicto. Tenían puesta la esperanza en la flota del almirante Pascual Cervera, flota que garantizaría la seguridad de la Isla ante el invasor. Sin embargo, esta flota no llegaría nunca, ya que, atrapada en la bah ía de Santiago de Cuba, sería totalmente destruida por la flota de Sampson. La derrota sería definitiva para España, que ya había perdido gran parte de sus fuerzas en Filipinas. España perdió la guerra con Estados Unidos, y el gobierno de Washington invadió Puerto Rico.

 

El gobierno militar instaurado tras la invasión, marcó definitivamente el futuro de la Isla.

Una de las primeras acciones de este gobierno fue la transformación de las instituciones. Los españoles habían clausurado las suyas antes de que los estadounidenses las abrieran, con la consecuente desorganización política y administrativa para el país. El vacío de autoridad favoreció la aparición de sectores delictivos, principalmente las llamadas "partidas sediciosas". Antes de la guerra ya existían algunas de estas partidas, pero durante la desorganización que trajo consigo la guerra, los ataques de estas partidas se intensificaron. Los propietarios criollos y extranjeros vivían con un gran sentimiento de inseguridad, puesto que estas masas estaban, en cierto modo desquitándose por la explotación desmedida que habían padecido. Estaban constituidas por grupos de hasta 100 hombres, que atacaban las propiedades de los hacendados y los comerciantes, sobre todo tiendas y almacenes de alimentos, principalmente propiedad de españoles. En sus ataques, estas partidas quemaban los documentos en los que se apuntaba a los deudores, generalmente campesinos y obreros empobrecidos. Propietarios y criollos abogaron para que el nuevo gobierno impusiera orden.

Popularmente se ha llamado a los integrantes de estos grupos los "tiznados", debido a que se pintaban la cara. Los antecedentes de estas revueltas se sitúan ya en la ocupación española, donde se culpaba a los españoles, que vivían con privilegios, de los males que aquejaban a la sociedad.

Cuando el gobierno militar estadounidense puso en marcha las nuevas instituciones políticas y administrativas, el vacío judicial que había propiciado la aparición de estos grupos violentos desapareció, de forma que las acciones de las partidas sediciosas comenzaron a disminuir hacia finales de 1989. Aparece pues, un primer enfrentamiento entre el gobierno de la Isla y el pueblo. Este enfrentamiento será un elemento más del proceso de ajuste a la nueva dominación.

 

La economía de la Isla había sufrido un fuerte revés con el inicio del bloqueo en abril de 1898: el comercio exterior se paralizó, desapareciendo en consecuencia muchos puestos de trabajo, y aumentando el precio de los artículos de primera necesidad. Además, hacía tiempo que las exportaciones de azúcar habían empezado a descender, debido a la inferior calidad del azúcar puertorriqueño (azúcar moscabada, inferior al azúcar refinada). El precio del café había empezado a disminuir.

La situación no mejoró al final de la guerra. Ahora los productos puertorriqueños debían pagar altos aranceles aduaneros en los mercados en los que tradicionalmente se vendían. Así, España era el mayor comprador de café puertorriqueño. Con la pérdida de la Isla, este producto debía pagar un arancel mucho más elevado. Lo mismo ocurrió con Cuba, que era otro importante comprador de café puertorriqueño. El tabaco sufrió la misma suerte que el café.

Por lo tanto, el tradicional mercado de productos se cerraba, y las esperanzas de los comerciantes de un amplio mercado norteamericano no se llegaba a hacer realidad. Estados Unidos seguía considerando los productos de Puerto Rico como extranjeros, a pesar de que tenía su control político. La mayor parte de la producción de azúcar, caf é y tabaco estaba sin mercados, con la consecuente ruina económica para productores y agricultores. Las esperanzas que los hacendados pusieron en la invasión de Estados Unidos no se estaban cumpliendo. En esta situación, se organizaron expediciones a Washington, con importantes personajes al frente, como Muñoz Rivera, Hostos y Henna, para intentar, en vano, solucionar el problema.

Lejos de solucionarse, la crisis económica se agravó aún más en los meses siguientes. El gobierno militar decretó la suspensió n de los pagos pendientes de los créditos agrícolas, en un intento de mejorar la mala situación de los productores de café, azúcar y tabaco. Sin embargo, la supresión de los pagos pendientes casi suprimió también la posibilidad de obtener nuevos créditos. Los prestamistas no arriesgaban su dinero, pues no era seguro cobrarlo, y además, los intereses de los préstamos ya concedidos subieron mucho. En consecuencia, los hacendados poseían cada vez menos dinero en efectivo, con lo que fueron dejando de pagar a sus agricultores y empleados, acrecentándose aún más la pobreza que ya padecía este colectivo.

A esta situación se vino a añadir la orden de cambiar la moneda local por el dólar americano. El valor del peso se decretó en 60 centavos. Antes de la invasión, el valor del cambio había sido más alto, por lo tanto, este nuevo valor devaluaba la riqueza del país, y daba a los estadounidenses la posibilidad de comprar tierras a precios muy bajos. Para los trabajadores esta devaluación fue desastrosa. Los comerciantes elevaron sus precios, la inflación aumentó hasta el 40% y los salarios disminuyeron. Los obreros ganaban menos que antes, pero pagaban más por las mismas cosas. Sólo aquéllos que tenían créditos pendientes que liquidar salieron beneficiados, pues acabaron pagando menos de lo que se les había prestado.

Así pues, durante el gobierno militar, la economía puertorriqueña no consiguió recuperarse de la decadencia que había iniciado con el bloqueo naval, en 1898. Para terminar de hundir la economía, el huracán "San Ciriaco"(agosto 1899) azotó la isla y murieron más de 3.000 personas, quedaron sin hogar miles de puertorriqueños, y grandes extensiones de cultivos fueron arrasadas que nunca volverían a recuperar su antiguo esplendor. Muchas haciendas se arruinaron y otras tardarían muchos años en recuperarse. Este proceso de hundimiento, cambiará definitivamente la estructura económica del país, uniéndose este aspecto al cambio político y administrativo derivado del cambio de gobierno.

Existe además, un choque de mentalidad entre el conquistador y el conquistado. Por un lado, durante la guerra, los puertorriqueños esperaban que los norteamericanos y sus instituciones les trajesen la prosperidad. Por otro lado, los norteamericanos imaginaban una prosperidad para su recién adquirida isla, que consistía principalmente en reemplazar a los propietarios anteriores por propietarios norteamericanos. En este sentido, muchos norteamericanos manifestaban actitudes despectivas e incluso racistas hacia los habitantes de Puerto Rico. Otros desarrollaron actitudes mucho más racionales ante los habitantes de su nueva conquista. Pero ninguno se cuestionaba a quién correspondí a el gobierno y la administración de la Isla. Todos aceptaban la adhesión de ésta a los Estados Unidos, incluso el Dr. Henry Carroll, oficial enviado a Puerto Rico por el presidente, sugirió la incorporación de la Isla a la Unión.

Sin embargo, con la excusa de educar políticamente al pueblo, para asumir en el futuro su propio gobierno, Estados Unidos desarrolló una política de marcado aspecto colonialista, donde todos los funcionarios y cargos del gobierno, estarían en manos de los colonizadores. Puerto Rico, antes colonia española, seguía siendo colonia, aunque de Estados Unidos. Así, en 1900, se pasó de un gobierno militar a un gobierno colonial, que según algunos hombres poderosos como el general George W. Davis, o el Secretario de la Guerra Elihu Root, educaría a los habitantes de la Isla hasta que fueran competentes para gobernar su propio país.

Esta nueva política colonialista toma cuerpo en la Ley Foraker, aprobada el 12 de abril de 1900. Además de dar paso a un gobierno civil, esta ley regularía los intercambios económicos y las relaciones políticas con Estados Unidos.

La Ley Foraker instauró cambios importantes en todos los sectores de la vida en Puerto Rico. En el aspecto político, se crea una estructura de gobierno compuesta por tres subestructuras o poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial.

El poder ejecutivo estaría encarnado por un Gobernador, nombrado por el presidente de Estados Unidos. Un Consejo Ejecutivo, compuesto por once funcionarios nombrados también por el Presidente. Cinco de estos miembros deberían ser oriundos de Estados Unidos. El resto formarían el gabinete del gobernador, en calidad de jefes de los respectivos departamentos. El Gobernador otorgaba concesiones públicas (obras de infraestructura, ferrocarriles, etc.).

El poder legislativo estaba constituido por dos cámaras: el Consejo Ejecutivo (que era parte del poder ejecutivo) y la Cámara de Delegados. Los Delegados serí an un total de 35, elegidos por todos los varones mayores de 21 años que supieran leer y escribir. Este poder elaboraba todas las leyes concernientes a Puerto Rico. Las leyes tení an que ser aprobadas, en última instancia, por el Congreso de los Estados Unidos, que tenía poder para rechazarlas.

El hecho de que una de las Cámaras que desempeñaba el poder legislativo, concretamente el Consejo Ejecutivo, fuera además parte del poder ejecutivo, era una grave contradicción con la Constitución Norteamericana, que establecía claramente el principio de separación de los tres poderes. Además, el hecho de que fuera el Congreso de los Estados Unidos el que, en última instancia aprobara o rechazara las leyes que iban a regir en Puerto Rico, hacía del poder legislativo una estructura títere, violándose así el principio de autonomía legislativa. Estos aspectos son una muestra de la política colonial que los norteamericanos impondrán a Puerto Rico mediante la Ley Foraker.

El poder judicial estaba encarnado por un Tribunal Supremo con sede en San Juan, y tribunales en los distritos territoriales. Los magistrados y el juez del Supremo serían nombrados por el Presidente. Cuando se constituyó el poder judicial, siguieron en vigor las leyes que tenían, con las pertinentes revisiones. Para resolver conflictos en los que estuvieran implicadas leyes federales o ciudadanos estadounidenses, se estableció en San Juan un Tribunal Federal. Existía, además, un Comisionado Residente, que representaba a la Isla en el Congreso de los Estados Unidos pero que no podrí a votar.

La Ley Foraker eliminaba muchas de las concesiones que la "Carta Autonómica" española había hecho a los puertorriqueños. Esta Ley empezaba a mostrarse como lo que era: la reguladora del régimen colonial.

Económicamente, la ley Foraker suponía la inclusión de la Isla dentro del sistema arancelario de los Estados Unidos. Esto implicaba que Puerto Rico dejaría de pagar de forma gradual aranceles aduaneros en su comercio con Estados Unidos. Además empezaría a cobrar por el uso de sus puertos de mar con tarifas similares a las cobradas por Estados Unidos. De esta forma, se daba un respiro al comercio y a la agricultura isleña.

En las condiciones del Tratado de París se estableció que, los nacidos en la península, que residieran en Puerto Rico, tendrían la posibilidad de mantener su nacionalidad española, o bien de adoptar la que se impusiera en el territorio. Con la Ley Foraker, se daría a los nacidos en la Isla la condición de "ciudadanos Puertorriqueñ os", con derecho a la protección de Estados Unidos. No se especificaron claramente las implicaciones de este derecho de protección, lo que originó la disconformidad de los puertorriqueños.

Podemos decir, por tanto, que la Ley Foraker fue una especie de primera "Constitución bajo el control estadounidense", y fue el marco legal que regulaba la política colonial de este país. Algunos estudiosos de este período opinan que esta ley respondía al creciente espíritu imperialista, y que aseguraba la actividad mercantil de los norteamericanos, al tiempo que respondía a sus expectativas de enriquecimiento con la nueva conquista.

Por su parte, los puertorriqueños empezaban a ver las consecuencias de la nueva dominación. Algunos previeron la colonización. Otros aún seguían albergando esperanzas de estadidad. Una de las posibilidades que veían los optimistas era la posibilidad futura de un gobierno democrático. Muchos de los autonomistas y separatistas de la dominación española, fueron fervientes partidarios de Estados Unidos. Incluso los partidos nacionalistas de la época, el "Liberal Fusionista", liderado por Muñoz Rivera, y el "Autonomista Histórico", liderado por Barbosa, tomaron una posición claramente anexionista, cambiando sus nombres por "Partido Republicano Puertorriqueño" y "Partido Federal Americano" respectivamente.

Si bien estos dos partidos tenían el mismo objetivo, la anexión como estado, había muchas diferencias entre ellos, y cada uno esperaba de la anexió n cosas diferentes. Así, el Partido Republicano, que recibía el apoyo de los gobernantes en las campañas electorales frente al Partido Federal, estaba formado en su mayoría por clases sociales altas, como abogados, médicos, ingenieros, banqueros, artesanos, norteamericanos que llegaron con la invasión y algunos comerciantes ricos. Este sector veía en la anexión modernidad, racionalidad y riqueza, y defendía de forma tajante las instituciones norteamericanas.

Por otro lado, el Partido Federal estaba compuesto principalmente por hacendados azucareros y cafetaleros, y defendía los intereses agrícolas de Puerto Rico. En principio aprobaban la estadidad, pues parecía favorecer estos intereses, al abrirse la posibilidad de un comercio libre con Estados Unidos. Pero además, este partido reclamaba un cierto nivel de autonomía para la Isla, y la participación mayoritaria de los puertorriqueños en su propio gobierno.

Los ánimos anexionistas de ambos partidos desaparecieron con la implantación de la Ley Foraker en 1900, donde claramente se determinaba el dominio estadounidense de la Isla, el despojo de poder a los puertorriqueños y la desaparición de las instituciones heredadas de los españoles. Las esperanzas de reactivación económica empezaron también a perderse, pues el nuevo régimen colonial iba a cambiar de forma determinante la estructura social puertorriqueña.

Los diferencias entre partidos se hicieron patentes desde los inicios del Gobierno Militar. El principal motivo fue el favoritismo que los Gobernadores demostraban hacia el Partido Republicano. Las protestas del Partido Federal fueron constantes, utilizando principalmente la prensa. Como respuesta a estas protestas, hubo numerosas persecuciones contra miembros y líderes del partido Federal, así como contra los periódicos que estaban a su favor. Las persecuciones eran realizadas por simpatizantes del Partido Republicano, que constituían las llamadas "Turbas Republicanas".

Mientras todas estas cosas acontecían en nuestra Isla, en 1916 acontece la muerte del gran hombre que fue Don Luis Muñoz Rivera.

En este trabajo hemos estudiado la vida de Luis Muñoz Rivera, su biografía, y algunos datos históricos de la época en que a este prócer le tocó vivir. Estudiar la vida de un hombre también requiere que no sólo se haga una reseña breve de lo que hizo y de sus logros, sino que debemos de estudiarlo en su contexto histórico y político, si consideramos que el hombre de quien estamos hablando fue un político. En este trabajo he llevado a cabo un bosquejo histórico de la vida de Luis Muñoz Rivera

 


Copyright © 2005 Héctor A. García  /  Proyecto Salón Hogar Todos los Derechos Reservados.