Los Documentos de Puerto Rico en  P r o y e c t o   S a l ó n   H o g a r

DECLARACION DE LARES AL MUNDO

Dado en Lares, Puerto Rico, a 23 de septiembre de 1996, año núm. 128

de la proclamación de la República de Puerto Rico

Proyecto Salón Hogar

  NOSOTROS, puertorriqueños libres y luchadores activos por la independencia de nuestra patria, nos reunimos hoy en esta Plaza de la Revolución de Lares para conmemorar el aniversario número 128 de la proclamación de la primera República de Puerto Rico.

Se ha rebasado ya la primera mitad de la década final del siglo, la cual fue proclamada por las Naciones Unidas como la del fin del colonialismo en el mundo. Puerto Rico sigue sometido a un régimen de dominación colonial por parte del gobierno de Estados Unidos. Así lo reconoció el Comité de Descolonización de la ONU desde 1972, cuando aprobó una resolución en la que sostiene "el derecho inalienable del pueblo puertorriqueño a la libre determinación y la independencia de conformidad con la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General" y acordaba encargar "a su grupo de trabajo que le presente a principios de 1973 un informe que se refiera concretamente al procedimiento que ha de seguir el comité especial para la aplicación de la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General con respecto a Puerto Rico." Posteriormente esa resolución fue ratificada por la Asamblea General al aprobarse en su totalidad el Informe del Comité de Descolonización de ese año, que incluía dicho texto. De igual manera, se han aprobado quince otras resoluciones y decisiones del Comité Especial en el curso de los años desde 1973 hasta el 1991. Anualmente, desde 1973 hasta el presente, se lleva a cabo una audiencia por el Comité Especial en la que se escuchan peticionarios sobre el caso de Puerto Rico.

A partir de 1992, el Comité Especial de la ONU ha pospuesto año por año la toma de una resolución final sobre el caso de Puerto Rico en la expectativa de que se produjeran consultas a distintos niveles que propiciaran una solución procesal sobre nuestro caso.

Esas consultas, en lo que respecta al gobierno de Estados Unidos, no han producido ningún resultado positivo. Todas las voces oficiales de Wáshington, tanto en la rama legislativa como ejecutiva, siguen abroqueladas en la afirmación insólita de que Puerto Rico es una propiedad de los Estados Unidos. Invocan como título la transferencia que le hizo España del dominio de la isla mediante el Tratado de París de 1898 que puso fin a la guerra entre las dos naciones. Ignoran repetidamente la evolución que ha marcado la historia en el curso del siglo veinte, que ha invalidado los títulos de propiedad de una nación sobre otra, no importa cual sea el origen de los mismos. Fundándose en tales títulos de propiedad, insostenibles en el mundo de hoy, afirman temerariamente que el Congreso de Estados Unidos "tiene poderes plenarios sobre Puerto Rico" y por lo tanto puede "disponer del territorio" sin limitación alguna. Sobre ese basamento seudo-jurídico, le niegan a Naciones Unidas jurisdicción y competencia para intervenir en el caso de Puerto Rico, al mantener a estas alturas la conclusión arcaica y desacreditada, desechada ya hasta por los viejos imperios europeos, de que la cuestión de Puerto Rico es un asunto interno de los Estados Unidos.

Esa posición recalcitrante del gobierno norteamericano ha llevado al estancamiento y el fracaso de todos los intentos que se han realizado, algunos de ellos de buena fe, por las partes puertorriqueñas y otros como meras maniobras de menuda motivación político-electoral, con el alegado propósito de buscar una solución al problema colonial de Puerto Rico. Es curioso que todos aceptan la existencia del problema. Lo extraño es que, aceptándolo, insistan en levantar sus títulos coloniales como fuente de autoridad para bregar con la cuestión a su manera. De ahí que pretendan desconocer las maneras y medios adoptados por la humanidad entera para la liquidación del colonialismo donde quiera que éste prevalece.

Ante esta situación descrita muy suscintamente, el pueblo puertorriqueño, representado por nosotros, que somos los defensores de sus derechos nacionales, reclama el apoyo y solidaridad de todos los gobiernos y pueblos del mundo para buscar una solución procesal, en las Naciones Unidas, que se ha venido posponiendo por un cuarto de siglo, y que no puede postergarse más. Llamamos muy especialmente a la solidaridad activa con nuestra causa a los gobiernos y a los pueblos hermanos del Caribe y América Latina, de los cuales Puerto Rico forma parte integrante.

La nación puertorriqueña es una frontera de resistencia y defensa de la integridad territorial y la independencia de los pueblos caribeños y latinoamericanos. Desde los albores del siglo diecinueve, el pueblo patriota de Puerto Rico, no solo se negó a servir de instrumento a los dominadores españoles en sus guerras contra los insurrectos que proclamaban la independencia de las naciones emergentes de nuestra América, sino que participó, con centenares de soldados y oficiales a todos los niveles, en muchas de las batallas que definieron el destino libre e independiente de la América Latina. Eso fue así, tanto en las épicas bolivarianas en Venezuela de los primeros años del siglo como en la épica Martiana en Cuba al final del siglo.

En la actualidad, Puerto Rico es un bastión imprescindible para garantizar la independencia de nuestros pueblos e impulsar un destino común de colaboración, integración económica y creciente intercambio social y político entre los pueblos caribeños y latinoamericanos. Estamos prestos a ofrecer nuestro aporte modesto, pero esencial, en los planes prospectivos de la América Nuestra para acoplarnos a un mundo de mayores interacciones de nuestras independencias nacionales.

Sostenemos que el camino hacia la paz y el progreso de la humanidad ha de estar basado en el respeto y resguardo riguroso de la independencia de todas las naciones. Solo así podrá aspirarse a un orden internacional predicado en la igualdad de derechos de todos los pueblos, grandes y pequeños. Lo contrario es mantener el imperio de los poderosos sobre los más débiles. Y ese es el germen de la guerra y las peores miserias humanas.

Para que Puerto Rico pueda cumplir el rol que le corresponde en el complejo mundo del fin de siglo, y particularmente en la región caribeña de la que somos parte, hay que alentar el pleno reconocimiento de nuestro derecho a la libre determinación e independencia. Y eso tiene que hacerse obligando a Estados Unidos a rectificar su torpe política colonialista respecto a nuestro país. No hay otra manera de ayudar a nuestra patria a salir del coloniaje asfixiante que ha evitado nuestro desarrollo pleno a lo largo de la historia. Este sistema colonial impuesto por Estados Unidos sobre Puerto Rico, que ya lleva noventiocho años de extensión, ha convertido a nuestro país, a contrapelo de nuestra indiscutible identidad caribeña y latinoamericana, en centro de maniobras y ataques militares por parte del gobierno de Wáshington, contra varias naciones hermanas, sobre todo las de la región del Caribe. Es tiempo de ponerle fin a esa extensión impuesta e ilegal de la frontera norteamericana hasta el este del Caribe, que ha convertido varios países de la región, artificialmente, en naciones fronterizas con Estados Unidos.

Es tiempo de ponerle fin igualmente al encarcelamiento de quince luchadores por la independencia que Estados Unidos retiene en sus cárceles por sus ideas políticas y sus actividades en defensa de la patria. La lucha por la liberación de los pueblos debe ser y ha sido premiada en las relaciones internacionales y no debe ser de otro modo en el caso de nuestra lucha por la independencia de Puerto Rico. La solidaridad internacional en favor de nuestros presos políticos resulta indispensable.

Para el pueblo puertorriqueño esta situación colonial ha sido causa directa de nuestros peores problemas sociales, incluyendo la dependencia económica de fondos asistenciales norteamericanos que se nos extienden como una limosna a cambio de que los gobernantes circunstanciales de la Isla acaten sin protesta la dominación colonial y se inscriban en el propósito de Washington de utilizar a Puerto Rico en cada instante para aquello que mejor convenga a sus intereses de ocasión. El resultado de esa política ha sido que el colapso periódico de nuestra economía, determinado por decisiones ajenas a nosotros---como es en la actualidad la eliminación de las exenciones contributivas de las empresas industriales norteamericanas y transnacionales establecidas en la Isla---conlleve cambios drásticos al esquema económico, lo que impide el ahorro, la acumulación de experiencias y la estabilización de un patrón de desarrollo fundado en nuestras necesidades y no en los objetivos de nuestros dominadores.

De aquellos polvos vienen estos lodos. Hoy impera en Puerto Rico una sub-cultura del crimen, que es hija del desquiciamiento de la economía, juntado al hecho de que la apertura a los Estados Unidos ha representado una corriente incontenible de actividad criminal importada de Norteamérica que llega impunemente a nuestros puertos y aeropuertos para inundar el país con los más perniciosos traficantes de toda clase de actividad criminal. Nuestro llamado mercado común con Estados Unidos ha resultado ser uno de embudo, que opera en una sola vía. De Estados Unidos hacia Puerto Rico hay absoluta libertad de tránsito. Pero no así de Puerto Rico hacia Estados Unidos, que está restringido por las inspecciones de Agricultura Federal, cuotas de exportación y otros mecanismos dirigidos a limitar el tránsito de todo lo que vaya desde la isla hacia Norteamérica que ellos consideren perjudicial a sus intereses. El resultado ha sido que sufrimos un desasosiego que mengua grandemente nuestra calidad de vida, siendo Puerto Rico uno de los lugares más peligrosos del planeta por su vasta actividad delictiva. Y todo ello es un producto de importación norteamericana.

Ya es tiempo de ponerle fin a nuestro coloniaje, "Quinientos años de coloniaje es demasiado coloniaje." El Comité de Descolonización de Naciones Unidas ha vuelto a posponer una decisión sobre el caso de Puerto Rico este año. Pero esta vez se ha comprometido a que ésta sea la última posposición. Por eso acordó que a más tardar en 1997 se tomará una resolución sobre el asunto.

Urgimos a nuestros amigos en todo el mundo, y especialmente en los países del Caribe y América Latina, así como en Estados Unidos y Canadá, a que le pidan a los representantes de este hemisferio en el Comité de Descolonización de la ONU, que son Cuba, Chile, Granada, Trinidad-Tobago y Venezuela, que realicen una o varias reuniones de sus delegaciones en Naciones Unidas conjuntamente con representantes de pueblo de Puerto Rico en lucha por la descolonización, para formular, puestos de acuerdo, un proyecto de resolución que pueda someterse al pleno del Comité de Descolonización de la ONU en el verano del año que viene como propuesta unida del hemisferio a las Naciones Unidas sobre este importante asunto.

A los gobiernos de los países americanos integrantes del comité, antes enumerados, les hacemos muy especialmente el pedido descrito arriba. En ustedes ponemos la esperanza de este pueblo que sufre, lucha y aspira por su libertad nacional y por darle fin, sobre este suelo, a las jornadas libertadoras que iniciaron en el hemisferio americano todos nuestros pueblos, empezando por la Revolución de Independencia que proclamó la primera república en América en Filadelfia, en 1776, al proclamar la Declaración de Independencia de Estados Unidos, siguiendo con las grandes épicas independentistas que encabezaron Bolívar, el Padre Hidalgo y San Martín, en nuestra América, e incluyendo las gestiones libertadoras que han llevado a la independencia a nuestros pueblos hermanos del Caribe insular.

Un pueblo trabajador, pacífico y lleno de esperanzas les llama a la solidaridad. Ponemos nuestra fe en que la humanidad no va a abandonarnos y a tolerar que nos convirtamos en la última colonia del planeta. Sabemos que, siendo nuestro reclamo justo y razonable, tendrá la respuesta favorable que esperamos con confianza plena en nuestro destino de libertad.

 

 

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