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Çolaboración:
Proyecto Salón Hogar
Pueblos Indígenas Americanos -
La selva tropical
Se cree que los territorios bajos de la selva en el este de Sudamérica fueron colonizados después del año 3000 a.C., ya que los arqueólogos no han encontrado rastros de pueblos anteriores. La población siempre fue relativamente escasa, concentrada en las orillas de los ríos, de donde obtenían sus alimentos y plantaban diversos cultivos, incluidas algunas plantas alucinógenas para celebrar sus ceremonias religiosas, que además exportaban hacia el Perú. Aunque cazaban animales como los tapires y los monos, la selva protegía a muy pocas especies. No había grandes ciudades y la gente vivía en poblados de chozas. Apenas llevaban vestimenta, debido al calor húmedo, pero tejían telas de algodón y se adornaban con pinturas corporales. Entre la multitud de pequeños grupos del área cultural de la selva tropical se encuentran los makiritares, yanomami, bororó, botocudo, tapuya, mundurucu, tupinambá, shipibo y cayapó. En la parte septentrional de la selva tropical habitan algunos grupos de lengua arawaka y caribe. Aunque los grupos de la selva tropical hoy conservan gran parte de su tradicional forma de vida, padecen enfermedades importadas por los europeos, así como la destrucción de su territorio por parte de los granjeros, madereros, mineros y empresas de explotación agrícola.
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En las selvas de América del Sur no se han desarrollado importantes núcleos de población debido a las adversas condiciones del entorno. Es por ello que los grupos indígenas se asientan en las orillas de los ríos para abastecerse, buscar alimento y cultivar algunas especies. El pueblo yanomami, uno de los más importantes, vive en la actualidad en el corazón de la selva amazónica. |
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Sudamérica meridional
En Uruguay, Argentina y Chile, los pueblos agrícolas como los mapuche del grupo araucano de Chile, aún viven en poblados y cultivan maíz, papas o papas y cereales. Aunque en tiempos criaban llamas, tras la invasión española empezaron a domesticar otro tipo de animales como vacas, ovejas, cerdos y gallinas, además de utilizar los caballos para pastorear y para la guerra. Más al sur, en la Pampa, no resultaba posible practicar la agricultura, por lo que los habitantes de esta región vivían de la caza del guanaco y ñandú y, en las costas, de la pesca y la recolección de crustáceos. En el archipiélago de Tierra del Fuego se han descubierto utensilios para la caza y recolección que se remontan al 7000 a.C. En la Patagonia, la caza sufrió una gran transformación cuando apareció el caballo traído por los españoles a mediados del siglo XVI. Los tehuelches cazaban guanacos a caballo y, al igual que los pueblos de las Grandes Llanuras de Norteamérica, una vez que dispusieron de caballos para el transporte, construyeron viviendas mayores y les surgió la necesidad de abastecerse de otros artículos. Más al sur todavía, cerca del estrecho de Magallanes, los grupos ona y alacalufe carecían de la caza existente en el norte; sobrevivían a base de pescado y crustáceos, pero también cazaban focas y morsas. Como pueblos nómadas, vivían en pequeñas viviendas cónicas cubiertas con pieles de guanaco. A pesar del clima frío y brumoso, iban casi desnudos. Parece ser que la vida en Tierra del Fuego apenas sufrió alteración a lo largo de 9.000 años, ya que su clima no permitía ni la agricultura ni el pastoreo. Los pueblos indígenas de esta región padecieron también graves enfermedades llevadas por los europeos y en la actualidad quedan muy pocos supervivientes.
Formas de vida
Entre las formas tradicionales de vida de los grupos indígenas americanos hay que destacar su organización social y política, sus actividades económicas, así como sus religiones, lenguas y arte.
Organización social y política
La organización social de los diferentes grupos indígenas se basa en la familia. Algunas sociedades indígenas conceden gran importancia a la cooperación económica entre marido y mujer, y otras a la que se origina entre hermanos y hermanas.
Las sociedades más pequeñas se dieron históricamente en las regiones en las que escaseaban los alimentos. Valgan como ejemplo los cree y los pueblos de habla athabasca de la región Subártica de Canadá, los paiute del desierto de Nevada y los ona de Tierra del Fuego. Desde el momento en que se practicó la agricultura, las comunidades aumentaron en número hasta llegar a estar formadas por miles de individuos. En Norteamérica y en la región de la selva tropical los diversos grupos indígenas vivían en poblados y formaban una alianza más o menos organizada con las comunidades vecinas. Cada una de las comunidades y la propia alianza estaban gobernadas por consejos, formados a su vez por representantes de cada una de las familias, y el consejo de la alianza estaba constituido por los representantes de cada comunidad. El consejo elegía a un hombre o a una mujer (especialmente en el sureste de Norteamérica y en la selva tropical de Sudamérica) que actuaba como jefe, es decir, presidía el consejo y actuaba como portavoz principal a la hora de negociar con otros pueblos. En muchas regiones las familias de los poblados se agrupaban en clanes, denominados ayllus en Perú. Éstos solían disponer de recursos como terrenos agrícolas y pozos de pesca que asignaban, según las necesidades, a las familias.
En México y Perú, los reinos que habían contado con cientos de miles de súbditos quedaron estratificados en clases y se fundaron imperios de millones de personas. Los ciudadanos admitían la religión oficial, aunque a veces se permitía que las prácticas religiosas locales coexistieran con la religión oficial, mientras que los prisioneros de guerra y los deudores se convertían en esclavos. El Imperio inca de Perú estaba férreamente organizado y controlado, trasladando a las personas e incluso a los pueblos por todo su territorio según las necesidades del Imperio. En México, por el contrario, a los grupos locales de tipo clan se les solía conceder un poder limitado.
Alimentación
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El maíz es el alimento básico de las culturas americanas. Desde el periodo neolítico se utiliza el metate (del náhuatl 'metlatl'), piedra rectangular sostenida en tres pies que se coloca en el piso y que consta además de una especie de rodillo para moler el maíz, el cacao y otros granos. Hoy todavía encontramos algunas mujeres mexicanas que siguen usando el metate en sus cocinas. En alimentación, el maíz se sancocha (cuece) en agua con cal para después molerlo y adaptarlo a diversas formas, como los tamales o las tortillas, las más populares. Aquí vemos a un grupo de indígenas mexicanas, probablemente del occidente de México, elaborando la masa y haciendo tortillas de manera casi industrial. Las tortillas son redondas, de unos 20 cm de diámetro y 2 o 3 mm de grosor. Al salir del tortillero las mujeres las cuecen en un gran comal (plancha) y después de darles la 'vuelta y vuelta' -durante unos segunditos- están listas para comer con diversos ingredientes, ya sea en forma de 'taco', 'sope', 'quesadilla', o simplemente enrolladita tal cual. ¡Qué ustedes aprovechen! |
Al menos desde el 2000 a.C., la mayor parte de la población ha vivido de la agricultura. El maiz era el cereal más común, pero también gozaban de popularidad otras plantas: la papa o patata, cacahuate o maní, chile o ají, tomate, algodón, cacao, aguacate y otros muchos cultivos, que fueron cosechados por los americanos.
El ganado tenía una importancia menor para los americanos que para los pueblos de otros continentes. En las culturas meridionales las proteínas se obtenían de las plantas, en concreto del frijol, mientras que a lo ancho de todo el continente americano se ingerían más proteínas procedentes del pescado y la caza, especialmente del venado. Las técnicas de preparación de los alimentos variaban según el tipo de comida y el área cultural. Siempre han jugado un papel preeminente las técnicas de desecado de alimentos, incluida la carne.
Vestimenta y adornos(arriba)
Los indígenas americanos no concedían demasiada importancia a la vestimenta, pero sí a los adornos. Los pueblos de climas cálidos, por ejemplo, apenas cubrían sus cuerpos, excepto en las celebraciones; en tales ocasiones se adornaban con flores, se pintaban el cuerpo y usaban extraordinarios tocados o penachos de plumas (véaseArte plumario). En los pueblos mesoamericanos y en Perú, los hombres llevaban un taparrabos y una manta anudada al hombro, y las mujeres vestían una falda y una blusa ligera; estos vestidos eran de algodón o, en el caso de Perú, de fina lana de vicuña. Los pueblos cazadores de Norteamérica confeccionaban prendas con pieles curtidas de ciervo, alce o caribú; solían tener forma de túnica, más largas las de las mujeres que las de los hombres, con mangas y perneras desmontables. En el Ártico, los inuit y los aleutianos vestían abrigos, pantalones y botas de caribú o, si era preciso, de piel impermeable de algún mamífero marítimo.
Vivienda y construcción(arriba)
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Las viviendas de algunos pueblos indígenas podrían parecer sencillas, pero eran bastante complejas. Los iglúes de los inuit, construidos con hielo en invierno o con pieles o tepees en verano, estaban dispuestos sobre un armazón de madera o barbas de ballena de forma abovedada, con una entrada semihundida para mantener el calor del interior y permitir su ventilación; el chikee de los seminola, climatizado de forma natural, se componía de una techumbre que cubría una plataforma abierta. El tepee de los pueblos de las Grandes Llanuras proporcionaba una vivienda eficaz para aquellos individuos que debían trasladar sus campamentos para poder cazar, ya que resultaban fáciles de transportar y de levantar.
Los pueblos de climas fríos que disponían de madera abundante, como los indígenas de Tierra del Fuego y los grupos de la región Subártica, utilizaban cortavientos para mantener grandes fogatas. Otros pueblos pasaban las épocas de frío en construcciones abovedadas casi hundidas en la tierra para aislarse de las bajas temperaturas.
Los pueblos de Mesoamérica y los Andes construían edificios de piedra y argamasa (cemento, cal y arena), así como de madera y adobe. Los edificios públicos y las viviendas de las clases más altas se erigían sobre plataformas elevadas y solían tener un gran número de habitaciones dispuestas en torno a los atrios y patios interiores. Véase Arte y arquitectura de Teotihuacán: Arquitectura; Arte y arquitectura mayas: Arquitectura.
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Comercio y transporte
El comercio constituía una actividad económica trascendental en todos los grupos indígenas del continente. El antiguo Imperio azteca de México basaba su economía en la fabricación y exportación de diversos productos, como hojas de obsidiana, un cristal volcánico natural con el que se confeccionaban los mejores cuchillos de la época. Varios siglos más tarde, los aztecas organizaron sus conquistas enviando a los mercaderes a los demás reinos para que fomentaran el comercio, actuaran como espías y colaboraran en la conquista de aquéllos cuyos gobernantes se rehusaran a mantener relaciones comerciales.
En el Imperio inca se construyeron magníficas carreteras en agrestes terrenos montañosos a fin de transportar grandes cantidades de productos locales con pobladas caravanas de llamas y vicuñas. El comercio también se practicaba por vía marítima a lo largo de toda Sudamérica y por México y el Caribe. Gran parte del comercio marítimo se efectuaba en grandes balsas de vela o, en el caso del Caribe, en canoas construidas con enormes troncos. Las grandes civilizaciones de Mesoamérica y los Andes intercambiaban productos alimenticios, textiles, cuchillos y cerámica, además de artículos de lujo como joyas, vistosas plumas de pájaros tropicales y chocolate. También se comerciaba con plantas, tanto medicinales como alucinógenas. Los artículos se compraban y vendían en grandes mercados al aire libre situados en las plazas o zócalos principales de los pueblos y ciudades.
En otros reinos, el comercio se practicaba gracias a los grupos nómadas que eran recibidos en cada poblado por el jefe local, que supervisaba las transacciones que realizaba su pueblo. En muchas zonas se utilizaban las conchas de mar, las cuentas o las piedras preciosas como instrumento de trueque. En casi todas partes gozaban de gran consideración comercial las pieles y las plumas de vivos colores. En el oeste de Norteamérica, el salmón desecado, el aceite de pescado y las cestas tejidas con fibras vegetales constituían elementos importantes de intercambio, mientras que en el este se comerciaba con pieles curtidas de venado, cobre, perlas y conchas de mar.
Actividades creativas
Los juegos y demás actividades de recreo de los indígenas americanos eran similares a los de otras civilizaciones. Los niños jugaban con figurillas de barro y juguetes en miniatura, imitando las actividades de los adultos. Los jóvenes y los adultos practicaban juego de pelota o tlachtli, con una pelota de caucho o hule en Mesoamérica y el norte de Sudamérica, de cuero o fibra en otros lugares. El tlachtli se jugaba en una cancha rectangular, y su finalidad consistía en hacer pasar una pelota dura a través de un aro de piedra colgado en alto. Otros juegos mesoamericanos eran el patolli, una especie de parchis y dados a la vez; el volador, que reproducía el movimiento de los astros, y el melagoaste, especie de 'sube y baja'; todos ellos tenían carácter ritual y mitológico. La vilorta (juego con una pelota de madera) era muy popular en toda la región oriental de Norteamérica y más tarde fue adoptada por los colonizadores europeos. Las competiciones -carreras a pie, lucha, tiro con arco y, tras la llegada de los españoles, las carreras de caballos- estaban por lo general a la orden del día.
Religión Folklore
Las creencias y prácticas religiosas de los indígenas americanos eran muy variadas. Los pueblos mexicanos y andinos, los del suroeste, sureste y algunos grupos de la costa del Pacífico de Norteamérica disponían de jefes religiosos que ocupaban todo su tiempo en las tareas propias de su cargo, así como de templos o edificios dedicados a la adoración de sus respectivos dioses. Los pueblos de otras regiones tenían sacerdotes que desempeñaban esta actividad durante parte de su tiempo y por lo general carecían de templos permanentes. Los sacerdotes de medio tiempo y los chamanes o curanderos aprendían a dirigir las ceremonias ayudando a los más ancianos; en las culturas más importantes, los sacerdotes recibían su formación en escuelas anexas a los templos.
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Los pueblos americanos eran profundamente religiosos, y los sacerdotes y chamanes ocupaban un lugar importante en la sociedad. En la imagen, un chamán realiza diversas curaciones a los miembros de su comunidad.
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La mayoría de los grupos indígenas creía en una fuerza espiritual como origen de toda la vida. En muchas áreas del continente americano, la fuerza divina se plasmaba de diversas formas: como luz y fuerza de vida, centrada en el Sol; como fertilidad y poder, ubicada en la Tierra; como sabiduría y poder de los dirigentes terrenales, reflejada en ciertas criaturas como el jaguar, el oso o las serpientes. En la mayor parte de América, los devotos religiosos potenciaban sus facultades de percepción de la divinidad utilizando a veces plantas alucinógenas, como el peyote, o en ocasiones ayunando y entonando canciones hasta alcanzar visiones espirituales.
Los indígenas americanos creían que el alma de los difuntos viajaba a otra parte del Universo, donde disfrutaba de una existencia placentera mientras que desarrollaba las actividades cotidianas. El alma de las personas desdichadas o perversas vagaba por los alrededores de sus antiguas viviendas, provocando desgracias. Muchos pueblos indígenas celebraban una ceremonia conmemorativa anual en recuerdo de sus parientes difuntos; en Latinoamérica esta celebración se fusionó más tarde con la festividad cristiana del Día de los Difuntos. Véase Mitología azteca; Mitología maya; Mitología inca.
Actividades Guerreras
Al margen de la exagerada afirmación europea acerca de la extremada belicosidad de los indígenas americanos, es cierto que antes de la invasión europea ya se habían producido numerosas guerras entre los diferentes pueblos. La mayoría de los indígenas peleaban en pequeños grupos, cifrando su victoria en el efecto sorpresa. Las grandes civilizaciones de México y Perú a veces practicaban el ataque por sorpresa, pero sus ejércitos también luchaban en formación disciplinada. Los aztecas libraron auténticas batallas, denominadas 'guerras de las flores', con los pueblos vecinos; su objetivo consistía en buscar prisioneros para después sacrificarlos a sus dioses (los aztecas creían que el Sol se apagaba si no se le alimentaba con sangre humana). Otros pueblos indígenas realizaban incursiones para capturar prisioneros que utilizaban como esclavos. Algunas batallas fueron producto de la venganza. Al parecer, la causa más frecuente de enfrentamiento era la defensa o conquista de territorios.
Antes de la colonización española, la guerra se desarrollaba a pie o desde las canoas. Tanto en las grandes civilizaciones de México y Perú, como en otras sociedades indígenas menores, se practicaba el combate cuerpo a cuerpo con mazas, hachas y espadas, así como el combate a media distancia con jabalinas y flechas arrojadas con arcos (llamados en náhuatl, atlatls). El arco y las flechas se utilizaban en los ataques, y los dardos de fuego se lanzaban contra los poblados de chozas. Cuando los españoles introdujeron el caballo, los indígenas desarrollaron la técnica del ataque a caballo.
Lenguas
En la actualidad, en el continente americano se hablan unas mil diferentes lenguas indígenas, y varios centenares más han desaparecido desde la conquista. Los habitantes de algunas regiones no sólo hablaban su lengua nativa sino también las de los grupos con quienes mantenían contacto habitual. En diferentes instancias, una misma lengua servía de idioma común para toda una región multilingüe; por ejemplo, el tucano (área del Amazonas occidental) y el quechua (región andina). Algunas regiones poseían un idioma comercial, lengua simplificada o mezcla de varias de ellas, útil para los comerciantes con una lengua indígena distinta; entre ellas se cuentan la chinook (costa del Pacífico, Norteamérica), el mobilio (Norteamérica, Sureste) y la lingua geral (Brasil). Los lingüistas han agrupado a un gran número de lenguas aborígenes en unas 180 familias, pero otras muchas carecen de filiación conocida; los eruditos difieren a la hora de establecer unas relaciones más amplias entre las familias. Las características gramaticales, los sistemas fonéticos y la formación de las palabras varían mucho de una familia a otra, pero dentro de una misma región una familia puede ejercer una gran influencia sobre otra. Véase Lenguas aborígenes (Estados Unidos y Canadá); Lenguas aborígenes de Hispanoamérica.
Artesanía y arte
Casi todas las técnicas artísticas conocidas en Europa, Asia y África durante el siglo XVI, resultaban familiares para los indígenas americanos antes de la llegada de los europeos, aunque no siempre se aplicaran de la misma forma. Por ejemplo, aun cuando las naciones andinas contaran con excelentes artesanos del metal, fabricaban muy pocos utensilios metálicos (la gente solía utilizar herramientas de piedra); sin embargo, toda su maestría la aplicaban en la creación de magníficos adornos. Fruto de todo ello fueron el excelente arte y arquitectura precolombinas.
Música y baile
En Norteamérica se han podido establecer seis estilos o regiones musicales perfectamente diferenciadas: 1) el inuit y costa del Pacífico; 2) el de California y la vecina Arizona; 3) el de la Gran Cuenca; 4) el athabasco; 5) el de las Grandes Llanuras y el grupo pueblo, y 6) el de los Bosques Orientales. La música del norte de México tiene bastante en común con la de Arizona occidental; más hacia el sur, sin embargo, en las regiones mesoamericanas y andinas, hubo culturas musicales muy avanzadas. Apenas se conserva información acerca de la música de estas civilizaciones, y lo poco que queda de los estilos originales sobrevivió a la conquista española sobre todo en forma de fusión muy compleja y dispar de los elementos indígenas y españoles. En las demás regiones de Sudamérica, la música de los pueblos indígenas se hallaba bastante aislada de las influencias externas.
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Instrumentos y estilos vocales
Entre los estilos musicales indígenas, el canto constituye la forma dominante de expresión musical, actuando la música instrumental como acompañamiento rítmico. En todo el continente, los instrumentos principales han sido los tambores y los cascabeles (agitados manualmente o fijados al cuerpo), así como las flautas y los silbatos; en algunas tribus brasileñas, por ejemplo, las mujeres no podían mirar las flautas de los hombres. En Mesoamérica y en los Andes existe una mayor variedad. Los instrumentos tuvieron un significado ritual o religioso; los curanderos y chamanes solían tocar el tambor de bastidor y las maracas.
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Inuit y pueblos de la costa del Pacífico
Estos pueblos utilizan ritmos más complejos que los habituales en cualquier otra parte de Norteamérica, y las canciones presentan formas musicales más complejas y utilizan intervalos melódicos muy reducidos (un semitono o menos). Las representaciones de baile de esta región son producciones extensas y elaboradas, y las canciones para tales actos se estudian y ensayan con minuciosidad. Los bailes y los disfraces inuit son más sencillos, y los bailes suelen ser interpretados por hombres que imitan los poderosos movimientos al lanzar el arpón, mientras las mujeres cantan el acompañamiento.
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California y Gran Cuenca
Los cánticos de estos pueblos se efectúan forzando mucho menos la garganta que en las demás regiones musicales de Norteamérica. Las melodías y los textos, sin embargo, son análogos a los de cualquier otra región en cuanto a la brevedad de las canciones, cuyas estrofas pueden repetirse o combinarse.
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Música athabasca
La música de los pueblos de lengua athabasca se caracteriza por melodías que presentan una amplia gama y un perfil en forma de arco, así como por los frecuentes cambios de métrica; el canto en falsete es muy apreciado. Las danzas rituales con disfraces no son habituales excepto entre los apaches, quienes, al igual que los navajos, han sufrido la influencia de los indios pueblo. Gran parte de la música de los navajos proviene de los rituales de curación creados para devolver la armonía a los pacientes; éstos se sientan en la arena sobre bellísimos dibujos mientras escuchan canciones poéticas.
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Grandes Llanuras y grupo pueblo
La música de las Grandes Llanuras es la que mejor se conoce de todos los estilos de Norteamérica; en esta región se originaron los estilos musicales que se escuchan en los actuales powwows, reuniones sociales, a menudo intertribales, en las que se practican bailes característicos. Los cánticos presentan un estilo tenso y vigoroso; se suelen utilizar voces masculinas, aunque también se aprecian las voces agudas y el falsete. Los rangos melódicos son amplios y el típico perfil melódico presenta forma escalonada, comenzando por los agudos y descendiendo a medida que progresa la canción. La música de esta región está creada por un grupo de hombres sentados alrededor de un gran tambor de doble cuerpo, cantando al unísono y tamborileando con los palillos. Durante los bailes, los hombres se mueven en solitario con el cuerpo encorvado (puede haber varios hombres bailando a la vez, pero de forma independiente), pero también hay danzas rituales con pasos simbólicos y bailes sociales en círculo para parejas.
Los indígenas del grupo pueblo aportan una música en un tono más bajo; utilizan más los coros y ejecutan bellas danzas rituales con disfraces. A veces intervienen personas que realizan alguna representación que sirve de entretenimiento en los bailes más serios.
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Bosques Orientales
La música de los Bosques Orientales se asemeja a la de las Grandes Llanuras, pero muestra rangos melódicos menos amplios y los cánticos orientales utilizan la polifonía así como formas antífonas (con coros alternantes) y responsorias (alternando la parte solista y el coro). Las danzas incorporan actuaciones solistas masculinas, así como bailes rituales y danzas sociales en círculo.
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México y Perú
Quedan muy pocos testimonios de la música anterior a la llegada de los españoles en Latinoamérica; sólo se conocen algunos instrumentos como la quena o flauta de Pan, la ocarina (ambas de Perú), el huéhuetl y el teponaztli (ambas de México), además de flautas, silbatos y cascabeles; quedan algunos testimonios narrados que describen danzas rituales, así como escenas pintadas y talladas de músicos y bailarines. En México, las autoridades organizaban rituales cada mes, cuidadosamente ensayados, con cientos de músicos y bailarines vestidos con numerosos adornos y ricas vestimentas, dignas para la ocasión. Se practicaba el cántico de responsos; parece ser que se utilizaban escalas y acordes complejos, y las composiciones debían de tener una estructura formal, con diversidad de melodías combinando las métricas. Las arpas, los violines y las guitarras que intervienen en la música actual de México y Perú fueron incorporados por los españoles.
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Otras áreas sudamericanas
En todas las demás regiones de Sudamérica, la música indígena apenas se vio influida por la música europea. La escala pentatónica de los incas se extendió a otras regiones, pero siguieron existiendo también las escalas primitivas de tres o cuatro notas. Los cánticos polifónicos, caracterizados por diferentes voces y melodías, proliferaron en algunas áreas, sobre todo en la Patagonia. Véase Música latinoamericana.
Historia a partir de los contactos europeos
Cuando los primeros europeos arribaron a las costas de lo que ellos consideraron el Nuevo Mundo -ya fuera en la isla de San Salvador (Antillas), la isla Roanoke (Carolina del Norte) o la bahía Chaleur (New Brunswick)- fueron, por lo general, recibidos con sorpresa y curiosidad por los indígenas. Al parecer, los indígenas americanos consideraron a estos visitantes de tez clara como enviados de los dioses, no sólo por sus caballos, vestimentas, barbas y barcos de vela, sino sobre todo por su tecnología: cuchillos y espadas de acero, arcabuces y cañones, espejos, calderos de cobre y latón, y otros objetos desconocidos para ellos.
Relaciones con las potencias coloniales
"Hemos venido aquí para servir a Dios y para hacernos ricos", proclamaba un miembro del séquito del conquistador español Hernán Cortés. Estos dos objetivos, el comercial y el religioso, precisaban de los propios indígenas para verse coronados por el éxito. Los conquistadores y demás aventureros españoles ansiaban las tierras y el trabajo de los indígenas; los sacerdotes y frailes reclamaban sus almas. En última instancia, ambos propósitos resultaron destructivos para muchos pueblos indígenas del continente americano. El primero los privó de su libertad y, en muchos casos, de sus vidas; el segundo los despojó de su religión y su cultura.
Sin embargo, hubo numerosos españoles del siglo XVI que mostraron sus dudas acerca de la ética de la conquista. Notables juristas y humanistas debatieron en profundidad la legalidad de privar a los indígenas de sus tierras y obligarlos a someterse a la autoridad española (véase Leyes de Indias). A los indígenas, sin embargo, estas discusiones éticas no les reportaron ningún beneficio.
La situación fue bastante menos perniciosa en Canadá, donde los intereses comerciales franceses se centraban exclusivamente en el comercio de pieles. Muchos de los pueblos indígenas eran importantes proveedores de pieles de castor, nutria, rata almizclera, visón y otras especies. Hubiera sido contraproducente para los franceses haber maltratado a tan provechosos colaboradores. Además, era totalmente innecesario, ya que el aliciente de nuevas mercancías constituía un gran incentivo para los cazadores indígenas que transportaban las pieles a Montreal, Trois-Rivières y Quebec. Otro factor que favoreció la relativa independencia de los pueblos indígenas de Canadá fue la necesidad por parte de los franceses de encontrar aliados en sus guerras contra los ingleses, tanto en el sur (en las 13 colonias) como en el norte (en las costas de la bahía de Hudson). Así, los franceses y los ingleses utilizaron a los indígenas como 'ejércitos' en sus guerras, como en la guerra Francesa e India.
Mientras que los franceses tendían a considerar a los pueblos indígenas como iguales y aceptaban los matrimonios mixtos, los ingleses no mostraban tal inclinación. El desprecio inglés procedía en gran medida de las tensiones y fricciones generadas por el ansia de los británicos por poseer cada vez más territorio. A diferencia de los franceses en Canadá, los ingleses colonizaron la costa atlántica de los actuales Estados Unidos a escala masiva, y en este proceso desalojaron a multitud de tribus.
Los estragos de las enfermedades
En 1492, el Caribe, México, Centroamérica y la región andina de Sudamérica se contaban entre las regiones de mayor densidad de población del hemisferio. Al cabo de unas décadas, todas ellas sufrieron un descenso demográfico catastrófico, debido, en gran medida, a las infecciones por microbios: enfermedades como la viruela, el tifus, la gripe y otras, todas ellas desconocidas en América antes de la conquista. Los indígenas eran vulnerables, desde el punto de vista inmunológico, a este conquistador invisible.
La destrucción resultó especialmente notable en Latinoamérica, en donde grandes grupos de población se hallaban congregados en ciudades como Tenochtitlán y Cuzco, por no citar las innumerables ciudades y poblados esparcidos por todo el territorio. Más que ningún otro factor, la magnitud de las muertes por enfermedad fue el desencadenante del acalorado debate que se produjo en España acerca de la moralidad de la conquista.
Debido a que la población indígena desaparecía lentamente en la región del Caribe, los españoles recurrieron a la captura de esclavos en tierras de la actual Florida para reforzar la mano de obra. Cuando esta medida también resultó insuficiente comenzaron a importar africanos para trabajar en los cultivos de caña de azúcar y en las minas de plata (véase Minas de Potosí).
Los indígenas que lograban sobrevivir se asignaban a una plantación o explotación minera, a cuyo dueño debían todos sus servicios. El sistema de la encomienda equivalía en la práctica a la esclavitud. Esto influyó en la degradación del espíritu y la salud de los indígenas, haciéndolos todavía más vulnerables frente a las enfermedades.
Las muertes causadas por infecciones no fueron tan generalizadas en los bosques canadienses, donde la mayoría de los pueblos vivían como cazadores-recolectores trashumantes. Las explotaciones agrícolas, como la del Hurón al norte del lago Ontario, sufrieron, en cambio, una importante despoblación por las oleadas de epidemias, tal vez desencadenadas por los sacerdotes jesuitas que fundaron misiones en la zona.
Guerras y emigraciones forzosas
Sin lugar a dudas, los pueblos del Canadá sufrieron menores desventuras que los de la América Latina e inglesa. En parte se puede explicar por la naturaleza del comercio de pieles, que iba en contra de la idea de asentamiento; se trataba de mantener el carácter salvaje para que estos animales pudieran continuar propagándose. Además, los asentamientos franceses en Canadá estaban restringidos a un estrecha franja de seigneuries (grandes extensiones de tierra) y poblados a lo largo de las orillas de los ríos San Lorenzo y la parte baja del Ottawa. Este legado demográfico y comercial continúa dejándose sentir en el Canadá de nuestros días, en que se pueden encontrar muchos grupos indígenas viviendo de una forma más o menos tradicional, al menos durante una parte del año.
Por el contrario, las relaciones entre los ingleses y los indígenas durante los siglos XVII y XVIII estuvieron marcadas por una serie de guerras muy cruentas que fueron ganadas por los primeros. Éstos explotaron su victoria obligando a los indígenas a someterse a la soberanía inglesa y restringir sus actividades a unas franjas delimitadas de tierra próximas a las zonas de asentamiento inglesas o a trasladarse más allá de la frontera.
Las enfermedades constituyeron también un factor dramático en las colonias inglesas, en las que la mayoría de los pueblos de los Bosques Orientales vivían como agricultores. Atacados seriamente por la viruela y las guerras, y acosados por los colonizadores, muchos de los pueblos indígenas de las áreas costeras orientales reunieron sus pertenencias y buscaron refugio al oeste de los montes Apalaches.
La población indígena de nuestro siglo
Los tarahumara, que viven en un pequeño poblado de la zona de Chihuahua, al noroeste de México, han logrado conservar la forma de vida de sus ancestros.
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Estados Unidos y Canadá
La población indígena de los Estados Unidos ha disminuido constantemente durante el siglo actual; en 1990 representaba cerca de dos millones, un 0,8% de la población total estadounidense. Según la oficina del censo de Estados Unidos, la población indígena aumentó más de un 20% entre 1980 y 1990. Algo más de un tercio vive en reservas indias; casi la mitad vive en zonas urbanas, por lo general, en las proximidades de las reservas. El gobierno de Estados Unidos administra unos 23 millones de hectáreas para 314 tribus y grupos reconocidos a nivel federal en forma de 278 reservas en 35 estados, además de pueblos, ranchos y otros terrenos. Los grupos indígenas continúan operando como gobiernos federales independientes en lo que queda de sus territorios originales.
Los indígenas de Canadá sufrieron en menor grado la invasión europea. La disputa por las tierras fue mínima debido a la escasa población del territorio canadiense; se calcula que cuando llegaron los primeros colonizadores europeos sólo residían unos 200.000 indígenas en el territorio actual de Canadá. La población disminuyó durante el siglo pasado, pero los indígenas canadienses no tuvieron que sufrir las guerras indias de Estados Unidos, ya que la Ley India de 1876 sentó las bases legales de su organización. En la actualidad constituyen un 2% de la población canadiense y pertenecen sobre todo al grupo lingüístico algonquino; otras ramas lingüísticas representadas son las iroquoiana, salishana, athabasca e inuit (eskimoana). Están divididos en unos 600 grupos o bandas. El gobierno federal canadiense proporciona a estas comunidades escuelas y otros servicios para cubrir sus necesidades educativas y sociales. La población ha aumentado en los últimos años debido a un mejor nivel sanitario. Los inuit son probablemente quienes hayan sufrido una mayor interferencia en su estilo tradicional de vida debido a la minería, los proyectos hidroeléctricos y la extracción de petróleo en sus territorios. Un plan establecido en 1991 prevé la creación de unos 2.000.000 km2 de Territorios del Noroeste de Nunavuat ('nuestra tierra' en lengua inuit), un territorio canadiense independiente para este pueblo que está previsto alcance su autogobierno.
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América Latina
La población indígena de América Latina se estima en unos 26,3 millones, aunque la mayor parte vive en Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú. Clasificados como campesinos por los respectivos gobiernos de los países en que habitan, la gran mayoría vive en una pobreza extrema en las remotas áreas rurales donde a duras penas consiguen sobrevivir de la agricultura. Los campesinos indígenas constituyen el 60% de la población total de Bolivia y Guatemala. La mayoría de los latinoamericanos son mestizos y juntos representan un 85% de la población de México, Bolivia, Panamá y Perú, un 90% de la de Ecuador y casi la totalidad en Chile, Honduras, El Salvador y Paraguay. La América Latina moderna tiene, por consiguiente, una deuda notable con respecto a su herencia indígena.
Sólo el 1,5% de la población indígena de Latinoamérica se puede calificar de tribal, lo que no es ninguna sorpresa, ya que las culturas prehispánicas crearon civilizaciones de gran complejidad. Todavía hoy existen grupos tribales en Brasil, Colombia, Panamá, Paraguay y Venezuela. Muchos de estos grupos viven en la Amazonia, donde subsisten a base de la caza, la pesca y la recolección de raíces. La actual expansión de Brasil por la selva, sin embargo, amenaza la supervivencia física y cultural de las tribus amazónicas, ya que las enfermedades importadas por los foráneos están diezmando a la población, y la explotación minera y la construcción de autopistas arrasa sus territorios.
La mayor tribu brasileña sin civilizar en la actualidad es la yanomami, con unos 22.000 individuos, para la que el gobierno proyecta crear un parque protegido. Sin embargo, los antropólogos estiman que los yanomamis necesitarían al menos 6,4 millones de hectáreas para poder mantener su forma de vida tradicional.
La población indígena total de Latinoamérica incluye algo más de 600 grupos indígenas diferentes, con su propia lengua o dialecto. Igual que los indígenas del norte del continente, viven en entornos absolutamente dispares en cuanto a clima y condiciones, que oscilan desde la selva, el desierto hasta las cimas de grandes sistemas montañosos, como los Andes.
Las poblaciones indígenas y mestizas, a menudo pobres y marginadas de la sociedad, han alentado a veces el radicalismo político por cuestiones de subsistencia. La llamada teología de la liberación, que nació en Latinoamérica, ofrece como promesa principal la mejora de su situación económica y social. Los movimientos sociales ocurridos a finales del siglo XX en algunas zonas habitadas por una mayoría indígena, como el movimiento de los zapatistas en Chiapas (México), han vuelto a poner de manifiesto la necesidad urgente de mejorar las condiciones de vida de esta población (véase Indigenismo).
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