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Organos de los sentidos:
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La
vista es el más valioso de nuestros sentidos, ya que es el más especializado y
complejo. Representa tres cuartas partes del total de nuestras percepciones.
Para que podamos ver, los rayos de luz entran en las pupilas y se registran en
las retinas, en el fondo de los ojos, donde se crean imágenes invertidas. Estas
se convierten en impulsos eléctricos, llevados a través del nervio óptico de
cada ojo al cerebro, al lóbulo occipital, donde son interpretados.
Las neuronas –células nerviosas encargadas de la conducción de los impulsos
hacia y desde el cerebro– que permiten este proceso están ubicadas en la retina
y son de dos tipos: los bastones, que contienen un pigmento sensible a la luz y
son capaces de discernir lo claro y lo oscuro, la forma y
el movimiento;
y los conos, que necesitan más luz que los bastones para ser activados.
Los conos son de tres tipos; cada uno contiene un pigmento que responde a
diferentes longitudes de onda de la luz –verde, rojo y azul–. La combinación de
estas longitudes de onda permite distinguir cada uno de los colores.
Cada ojo ve una imagen ligeramente diferente, pero ambos campos visuales se
superponen parcialmente. Esta zona de visión binocular permite la percepción en
profundidad, la capacidad para juzgar la distancia de un objeto con respecto al
ojo.
Los músculos del ojo responden automáticamente a la proximidad o distancia de un
objeto cambiando la forma del cristalino. Eso altera el ángulo de los rayos de
luz que llegan y permite un enfoque más agudo sobre la retina. La elasticidad
del cristalino disminuye con la edad. Lo mismo sucede con la velocidad y la
capacidad de adaptación.

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