
Los
primates evolucionaron por mucho tiempo, hasta llegar al género
Australopithecus, que son los homínidos más cercanos a nuestro género el
Homo.
El 25 de
octubre de 2000 en Kenia, un grupo de paleontólogos kenianos y franceses
descubrieron los restos más antiguos encontrados de nuestros ancestros, un
homínido de seis millones de años de antigüedad.
Actualmente se
han identificado varias especies diferentes, agrupadas baja la
denominación australopitecinos: el Australopithecus ramidus,
anamensis, afarensis, africanus, robustus, graciles, bahrelghazali, boisei
yaethiopicus. Estos habrían aparecido aproximadamente 4,5 millones de
años atrás, extinguiéndose hace menos de un millón de años. Como los
hallazgos de restos de homínidos se concentran en África oriental y
meridional, se cree que fue en ese continente donde se desarrollaron.
Hace dos
millones de años, una de las variaciones de los homínidos se parecía más
al ser humano que a los Australopithecus. Se trata del denominado Homo
habilis -hombre hábil-. Los hallazgos arqueológicos indican que medían un
metro, tenían brazos muy largos, una cabeza mucho más redondeada y un
cerebro mayor. Los huesos del cráneo eran más delgados, las manos eran
semejantes a las nuestras, y los pies, como los actuales. La mandíbula era
menos maciza, por lo que ya no se parecían tanto a los simios.
El Homo
habilis fue la primera especie con un cerebro lo bastante desarrollado
como para ser capaz de dar forma a una piedra: la golpeaba para dar
forma a herramientas útiles. Fue el primero que uso plenamente sus manos.
Pudo haber sido más cazador que recolector.
Alrededor de
1.600.000 años atrás, apareció el Homo erectus -hombre
erguido-. Fue el primer homínido corpulento y pesado, como los hombres
actuales. Podían alcanzar 1,8 metro de alto y pesar unos 80 kg. Tenían un
cerebro más grande, que les permitió crear útiles de mayor calidad y ser
grandes cazadores.
Se cree que la
desaparición de los australopitecinos se debe a la dura competencia por
conseguir alimentos que sostuvieron con los H. habilis y los H. erectus,
que contaban con útiles herramientas y una mayor inteligencia, que les
pudo haber permitido trabajar en equipo. Es probable que el Género Homo
haya exterminado a sus predecesores.
Las
glaciaciones y el poblamiento global
La situación
climática y física de la Tierra cambió drásticamente hace 600 mil años,
cuando inmensas masas de hielo cubrieron gran parte de los continentes,
iniciándose la primera de una serie de eras glaciales.
Cuando los
glaciares estaban en su máximo apogeo, el nivel de las aguas descendió
unos 90 metros, dejando aflorar plataformas continentales en las zonas
costeras, que funcionaron como puentes que permitieron el traslado del H.
erectus, probablemente persiguiendo manadas de animales, desde África a
Asia, y de allí al archipiélago indonesio en el océano Pacífico.
El frío los
obligó a adoptar nuevas costumbres. Durante las noches ya no podían
permanecer sobre un árbol o en el suelo, como seguían haciendo los
póngidos. Comenzaron a construir refugios con piedras o colgando pieles de
un palo. Si encontraban una cueva apropiada, se refugiaban en su interior,
protegiéndose de la lluvia, la nieve y de la fuerza del viento.
Fue justamente
al interior de las cuevas donde se han encontrado restos de H.
erectus y de las primeras fogatas. El uso del fuego, que
diferencia al Género Homo de todos los demás organismos, les permitió la
cocción de los alimentos, con lo que la carne se volvía más tierna
y mejoraba su sabor -probablemente descubrieron esto al comer animales que
se habían quemado durante un incendio-, y se hacían comestibles algunos
alimentos vegetales que de otro modo eran difíciles de ingerir.
Además, como
el calor mata parásitos y bacterias, la cocción debió tener efectos
positivos en su salud.
Nuestros
parientes directos
Hace
300 mil años, los homínidos se habían desarrollado tanto que no solo
igualaban a los hombres actuales en peso total, sino también en el
cerebral. El primer vestigio de ellos se halló en 1856 en el valle de
Neander, en Alemania, por lo que fueron llamados hombres de Neanderthal.
Sus cráneos
eran menos humanos que los nuestros, ya que tenían protuberancias sobre
los ojos, dientes anchos, mandíbulas salientes, la frente inclinada hacia
atrás y la barbilla ligeramente hundida. Eran más bajos, robustos y
musculosos que nosotros.
Como se
asemejaban tanto al hombre actual, excepto en el cráneo, fueron
considerados de nuestra especie con el nombre de Homo sapiens
neanderthalensis -que en latín significa ‘hombre sabio’-.
Los H.
erectus se extinguieron o talvez fueron aniquilados por la nueva
especie -que era más inteligente y fuerte- entre 300 y 200 mil años atrás.
Los
neandertales se trasladaron a Europa, vivieron durante los períodos
glaciales, cazaron al mamut, el rinoceronte lanudo y el oso gigante de las
cavernas, y supieron cómo encender el fuego. Sus útiles de piedra eran más
variados, elaborados y precisos.
Estos hombres
también fueron los primeros en enterrar a sus muertos. El hecho de que los
quisieran proteger de ser devorados por los animales -ya que los homínidos
anteriores abandonaban los cuerpos donde caían- ha sido interpretado como
una valoración de la vida y una muestra de los afectos, ya que prestaban
atención y cuidado a los individuos incluso después de la muerte. Con
frecuencia se enterraban alimentos y flores con el difunto, lo que puede
significar que de algún modo creían que la vida continuaba después de la
muerte.
Cerca de 50
mil años atrás, aparece el hombre más parecido a nosotros, cuyo nombre
científico es Homo sapiens y que es conocido como hombre de Cro-Magnon
-por la localidad francesa donde fueron hallados restos de ellos en 1868-.
Eran más altos, esbeltos y menos musculosos que los neandertales. Sus
cerebros eran algo más pequeños, pero mayores en la parte frontal. Esta
característica permite creer que poseían mayor capacidad intelectual y
estaban en mejores condiciones para desarrollar un pensamiento abstracto y
un lenguaje elaborado.
El hombre
actual
Las dos
variedades de Homo sapiens coexistieron durante 20 mil años.
Aunque pudieron mezclarse ocasionalmente, hace 30 mil años los
neandertales habían desaparecido. De ahora en adelante, ya no nos
referiremos a homínidos sino a personas o seres humanos pertenecientes a
la especie Homo sapiens sapiens.
Respecto a su
distribución geográfica, se cree que hace más de 25 mil años migraron
-desde África, Asia, Europa y algunas islas próximas a la costa-,
aprovechando el descenso de las aguas a causa de las glaciaciones. De esta
manera poblaron toda América, hasta Tierra del Fuego, y Australia,
incluida Tasmania, isla situada frente a su costa sudoriental. La
Antártida fue la única masa continental que permaneció inhabitada hasta la
época contemporánea.
La última edad
del hielo terminó hace unos 10 mil años, con lo que el clima se hizo más
templado. Crecieron de nuevo los árboles y reaparecieron los bosques. Al
mismo tiempo, desaparecieron los mamuts.
Con todos
estos cambios del entorno, y producto de la distribución de la población
por todo el planeta, lo que implicaba hábitat distintos -sol o hielo,
bosque o llano, humedad o sequedad, altura y latitud-, alimentación
diferente y herencia genética variada, se produjo una diversificación
étnica.
La
distinción entre una raza y otra probablemente se produjo entre el
8.000 y el 4.000 a.C., con diferencias de altura y proporción, estructura
facial y color de piel, matices y contextura del cabello.
El uso de
la piedra
El
Lítico o Edad de la Piedra se extiende desde la primera
aparición del hombre hasta alrededor del 4.000 a.C. Corresponde a la época
en que el hombre hizo casi todas sus herramientas y armas de piedra. Este
período se divide en dos: el Paleolítico y el Neolítico.
El
Paleolítico o Edad de la Piedra Antigua, caracterizado por el uso de la
piedra tallada, se extendió hasta el
10.000-8.000 a.C.
Las
condiciones de vida eran extremadamente duras, a causa de las glaciaciones.
Además, abundaban feroces animales, como el mamut, bisonte, elefante,
rinoceronte, oso y el león.
El hombre
vivía de la caza, la pesca y la recolección de frutas silvestres, y se
agrupaba en pequeñas comunidades nómades, que se movilizaban siguiendo a
los animales que migraban buscando pasto o impulsados por los cambios del
clima. Habitaban en cuevas que les daban protección natural o en carpas de
cuero.
Gracias al
desarrollo progresivo de la inteligencia de los homínidos, fueron
aprendiendo a fabricar armas y herramientas con piedras -técnica que
lentamente fueron perfeccionando- y a manejar el fuego. Además de tallar
la piedra, utilizaron huesos para hacer agujas y puntas de flechas y
arpones.
En esta época
también se iniciaron los entierros de los muertos para que no se los
comieran los animales, junto a alimentos y herramientas.
De fines del
paleolítico son los primeros artistas de la humanidad, de acuerdo a los
descubrimientos de pinturas en cuevas del norte de España y Francia.
Los
grandes cambios
El
Neolítico, o Edad de la Piedra Nueva, corresponde al período en
que se utilizaba la piedra pulimentada, que terminó alrededor del 4.000
a.C. en el Cercano Oriente.
El hombre
logró aumentar en forma decisiva su dominio sobre la naturaleza, al
aprender a pulir y perforar la piedra. Las herramientas más finas y
eficaces le permitieron cortar árboles y construir habitaciones de madera.
Además, inventaron el huso y el telar, y desarrollaron
técnicas para hilar y tejer lana (de origen animal) y lino (de origen
vegetal).
Descubrieron
que la greda se endurecía al fuego, y con el tiempo aprendieron a fabricar
una gran variedad de objetos de cerámica -vasos, ollas, platos-.
Con posterioridad desarrollaron técnicas para decorar estas cerámicas con
figuras y colores.
Para la pesca
y las migraciones, crearon los botes, hechos con el tronco de un
árbol ahuecado, mientras que para la caza y la guerra inventaron el
arco y la flecha, que solo serían reemplazados por las armas de
fuego en el siglo XIV d.C.
Gracias a sus
inventos y avances, el hombre pudo dar un paso decisivo: empezó a producir
sus alimentos mediante la agricultura y la ganadería; es
decir, aprendió a domesticar y criar animales -ovejas, cabras, vacunos y,
finalmente, caballos- y a cultivar la tierra.
La cría de
animales se efectuó inicialmente en las extensas estepas de Asia, con lo
que los hombres se convirtieron en pastores. Pero como había que proveer a
los animales de pasto, cambiaban periódicamente de lugar, por lo que
continuaron con la vida nómade.
La
agricultura, uno de los descubrimientos más importantes de la humanidad,
surgió cuando los hombres se dieron cuenta de que las semillas puestas en
la tierra brotaban y producían nuevas plantas y semillas. Ya no dependían
solo de lo que les daba la naturaleza; podían producir más de lo que
necesitaban para su consumo, planificar su futuro y permanecer en un solo
lugar. Comenzó el sedentarismo.
Los campesinos
tomaron posesión de la tierra, considerándola propiedad de ellos y de su
grupo. Para protegerla, formaron aldeas y pequeñas ciudades, y las
rodearon de muros defensivos. Cada tribu y pueblo desarrolló su propia
lengua, tradiciones y costumbres, religión, arte y forma de vida.
La vida en
comunidad obligó a establecer reglas -para los matrimonios, la educación
de los niños y la distribución de los alimentos- y a tener a alguna
autoridad que las hiciera cumplir -los guerreros más valientes o los
vecinos más acaudalados-. Como no existía la escritura, los hombres se
regían por el derecho consuetudinario (leyes basadas en el uso y las
costumbres), que se transmitía en forma oral.
El inicio de la
orfebrería
La Edad de los
metales comenzó en el cercano oriente en el cuarto milenio a.C. y
constituyó la última fase de la prehistoria,
inmediatamente anterior a la aparición de la escritura.
La Edad del cobre o
calcolítico
Si bien el hombre había
perfeccionado cada vez más las técnicas para labrar la piedra, sus
instrumentos seguían siendo toscos y su uso era limitado, ya que se
quebraban y gastaban con facilidad. Se necesitaba un material más
resistente y fácil de trabajar. Fue entonces cuando descubrieron el
cobre.
En una primera etapa, le
daban forma golpeándolo con un martillo, de acuerdo a la herramienta que
necesitaban. Más adelante, aprendieron a fundirlo; vaciándolo en moldes
podían hacer instrumentos de cualquier tamaño y forma.
La fundición del cobre
coincidió además con el desarrollo de la metalurgia del oro, la plata, el
estaño y el plomo.
Edad del bronce
Con posterioridad, en el
3.000 a.C., descubrieron que era más resistente la mezcla de cobre con
estaño, y crearon el bronce, que fue la aleación más usada durante
unos dos mil años.
En esta época el hombre
hizo otra importante invención, el arado tirado por animales, que
reemplazó al simple hoyo hecho con un palo aguzado. Esto les permitió
aumentar el área de cultivo.
Junto con lo anterior,
descubrieron que era importante guiar el agua y proteger los terrenos de
las inundaciones, para lo cual construyeron canales de regadío y
diques.
Otro invento clave fue la
rueda, que facilitó enormemente el transporte de cargas pesadas. Al
unir dos ruedas mediante un eje, se crearon los primeros carruajes.
El antiguo bote fue
perfeccionado, al agregarle velas, lo que facilitó la navegación de
ríos y costas marítimas.
Los nuevos medios de
transporte facilitaron el intercambio de productos, tanto de materias
primas como de productos elaborados, que se realizaba fundamentalmente en
los centros urbanos. Nació el comercio.
Las nuevas actividades e
inventos hicieron más compleja la estructura social, debido a la
especialización del trabajo. Los hombres no solo eran cazadores,
pastores o agricultores; también había comerciantes, marineros y artesanos
especializados en la fabricación de armas, cerámicas o herramientas.
La Edad del Hierro
El descubrimiento del
hierro en el Cercano Oriente fue parte del fin de la prehistoria -marcado
por la invención de la escritura-. Aunque este metal ya se empleaba en
bruto en la ciudad mesopotámica de Ur, su fundición no se logró hasta el
segundo milenio, ya que hacía falta una temperatura superior a los 1.500°
Celsius.
El origen de la metalurgia
del hierro parece estar en Armenia, con los pueblos mitani e
hititas, que gracias a dicho material pudieron crear poderosos
imperios militares.
El uso generalizado del
hierro hacia el 1.200 a.C. no supuso la desaparición de las culturas del
bronce, ya que convivieron por mucho tiempo.
Como la evolución cultural
fue dispareja, los pueblos se fueron diferenciando. Mientras algunos
seguían en la edad de piedra y mantenían una vida nómada, los pueblos del
Cercano Oriente tenían un rico comercio y grandes ciudades -en Egipto y
Mesopotamia-. En tanto, en lo que es hoy el actual Japón se saltaron la
edad del bronce, al pasar de la piedra a la Edad del Hierro.
Las primeras
manifestaciones artísticas

Se
llama arte prehistórico a todas las creaciones con valor artístico
realizadas por el hombre antes de la aparición de los primeros textos
escritos.
Estas manifestaciones se
han estudiado principalmente en Europa, donde se han encontrado en gran
cantidad, por lo que se puede seguir su evolución a lo largo de varias
docenas de miles de años.
El arte paleolítico se
manifestó en: objetos decorados, esculturas, grabados y el arte parietal
(en paredes) o rupestre (sobre rocas). Los objetos cumplían una
función, pero además eran decorados. Por ejemplo, los propulsores de
proyectiles, armas, pulseras, collares o instrumentos domésticos. Hay
restos de grabados y pinturas sobre plaquitas de piedra y hueso, en las
que aparecen figuras de animales. Estos también están presentes en
relieves de piedra y marfil.
Destacan las estatuillas de
mujeres desnudas, que pudieron estar relacionadas con cultos a divinidades
femeninas de la fecundidad, que propiciarían la continuidad de la especie
humana.
Los hallazgos de pinturas
al interior de las cuevas de Altamira en España y Lascaux en Francia,
entre otros, han permitido saber que mezclaban los colores, especialmente
el rojo, negro y amarillo, con la grasa animal, y los aplicaban en las
rocas con los dedos o toscos pinceles. También sabían pintar por
pulverización, soplando a través de un hueso largo o una caña a manera de
tubo.
Se cree que las
representaciones de animales, hechas en color sobre las paredes rocosas de
las cuevas, tenían un fin mágico: por medio de la magia de la caza, el
hombre quería dominar las fieras peligrosas.
Evolución artística
El arte rupestre cambió, al
igual que el paisaje y el clima, tras el término de las glaciaciones. Los
animales, que eran motivos realistas, fueron reemplazados por signos y
figuras esquemáticas.
Más tarde, con la expansión
del uso de la agricultura en Europa y gracias a la influencia de las
civilizaciones del Mediterráneo oriental, el estilo naturalista
desapareció tanto en las pinturas como en los objetos decorativos, con el
uso de la combinación de líneas y trazos esquemáticos en la representación
de plantas, animales y personas.
La escultura realizada en
yeso adoptó formas toscas, ya que los rasgos anatómicos humanos solo están
esbozados. Por otra parte, la cerámica, elemento nuevo en el neolítico,
aparece decorada con adornos geométricos.
Poco antes del inicio de la
Edad del bronce aparecen las primeras manifestaciones de lo que sería la
arquitectura monumental -de los grandes y hermosos edificios públicos o de
gobierno-. A fines del segundo milenio, se extendió el uso del vaso de
bronce con forma de campana.
| Los
primeros murales |
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En 1879 fueron
descubiertas las impresionantes pinturas rupestres de Altamira, en
la provincia española de Santander. Esto desbarató las
concepciones existentes sobre la capacidad artística del hombre
prehistórico. De hecho, muchos estudiosos negaron su autenticidad,
porque pensaban que los cazadores del paleolítico superior no
podían tener la habilidad o la sensibilidad suficiente para crear
obras de arte tan expresivas y perfectas.
Pero en 1901, en la
localidad francesa de Dordoña se encontró una cueva con grabados
similares a los de Altamira. A partir de ese momento los
investigadores se pusieron a descifrar las figuras.
En Altamira, una
cueva de apenas 18 metros de largo por nueve de ancho, se
descubrieron cerca de un centenar de dibujos, casi todos de
animales -al igual que en Dordoña-. El más destacado era un
bisonte a punto de atacar, pintado de rojo.
En 1940 fue hallada
la caverna de Lascaux, también en Francia, donde, entre muchos
otros grabados, hay una escena de caza en la que se ve a un
bisonte, al parecer herido, embistiendo a un hombre que cae con la
lanza desprendida.
Otras
manifestaciones similares se han encontrado en distintos lugares
del mundo, permitiendo clarificar los motivos y elementos usados
por el hombre para pintar hace más de 25 mil años |
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