La tumba de Tut Ankh Amon
La batalla de la popularidad
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Traslado de los objetos   La batalla de la popularidad  
La cámara mortuoria
Como si la sociedad del espectáculo se hubiera puesto de acuerdo, tras el conocimiento del descubrimiento de esta tumba, el resto de monumentos de Egipto dejaron de ser importantes para los visitantes del país. La prensa descubrió su vocación arqueológica y los turistas de medio mundo se pasaban horas bajo el sol para poder ver aquella maravilla de la que tanto habían oído hablar. Tantas visitas, de prensa y turistas ávidos de fotos que enseñar y experiencias que relatar, dificultó más si cabe le trabajo de investigación en la tumba, aunque las visitas más peligrosas, las que estuvieron a punto de paralizar los trabajos, fueron las que llegaban bajo el paraguas de la oficialidad. Carter, Carnarvon y Evelyn no tuvieron inconveniente en recibir a compañeros arqueólogos realmente interesados en la investigación y el descubrimiento, pero se sentían agobiados ante la cantidad de cartas de presentación que les llegaban de parte de amigos o familiares del gobierno o alguna instancia más o menos oficial de cualquier país para obtener el permiso de visitar la tumba. Todo ello les hizo adoptar la decisión de cerrar la tumba durante una semana, esperando que el flujo de visitantes aflojara. A partir de ese momento se prohibieron las visitas a la tumba y al laboratorio, lo que les valió unas cuantas acusaciones de carácter negativo, pero al menos así pudieron seguir trabajando.
 

Cuando acabó la temporada y todos los objetos habían sido trasladados y almacenados en la tumba de Seti II se planteó otro problema: el traslado fuera del Valle de los Reyes. Los objetos debían protegerse de accidentes, robos, roturas, polvo, deterioro… Para salvar la distancia de casi nueve kilómetros que separaba el Valle del río Nilo, por donde pensaban realizar el traslado hasta El Cairo, y dado que el estado del terreno era más que accidentado, se construyó un ferrocarril de campaña cuyo trazado de vía se iba construyendo a medida que se iba avanzando, colocando el tramo de vía posterior en la parte delantera, y así sucesivamente. Todo este trabajo se realizó en el mes de marzo, con unas temperaturas que ya alcanzaban los 40º y perpetuamente bajo el sol. Una vez en el río la cosa fue más sencilla: se subieron las cajas a una barcaza que llevaba escolta militar y tras siete días de navegación los objetos llegaron a la capital egipcia.
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