Grecia   Página 13

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Un nuevo poder: Macedonia

La accidentada parte septentrional de la península Balcánica, surcada de ríos y compuesta por pequeñas llanuras, constituía el territorio de Macedonia. Fueron precisamente estos elementos geográficos los que hicieron de Macedonia un lugar invertebrado políticamente hablando, dividido entre varios poderes, pero con recursos muy abundantes. Era el más extenso de los territorio griegos pero carecía de unidad política e incluso cultural. Los macedonios permanecieron al margen del devenir del resto de los pueblos griegos por lo que, pese a que pertenecían al mismo grupo étnico y hablaban la misma lengua, en numerosas ocasiones fueron considerados dentro de los pueblos bárbaros. Pero desde el siglo V a.C. esta situación empezó a cambiar, gracias principalmente al impulso del primer rey conocido de Macedonia (se sabe que hubo reyes anteriores pero las fuentes historiográficas no han destacado sus nombres), Alejandro I Fiheleno (494-454 a.C.). Alejandro I logró que Macedonia fuera reconocida por el resto de los estado griegos como uno de ellos, al tiempo que reformó el ejército hasta convertirlo en un instrumento adecuado para mantener sus fronteras y consolidar las conquistas; no obstante, supo mantenerse al margen de las Guerras Médicas. Su sucesor, Pérdicas II, continuó la política de neutralidad para con los conflicto griegos y logró mantenerse al margen de la Guerra del Peloponeso. Arquelao I (413-399 a.C.), su sucesor, fue el artífice de la organización económica del reino y del traslado de la capital de Egas a Pellas. Tras el caótico gobierno de Amintas III (393-370 a.C.) subió al trono uno de sus hijos, Alejandro II, el cual llegó incluso a enfrentarse al poder hegemónico de Tebas. Perdicas III (365-359 a.C.) acabó de unificar toda Macedonia bajo su mando y obtuvo importantes beneficios de su alianza con Atenas. En el año 359 a.C. subió al trono de Macedonia Filipo II (359-336 a.C.), el más grande de los reyes macedonios hasta el advenimiento de su hijo, Alejandro Magno.

Filipo II se encontró un reino al borde de la desintegración, ya que tras la violenta muerte de Perdicas III todos los estados limítrofes se lanzaron sobre Macedonia con la idea de sacar algún tipo de provecho territorial. Filipo acabó con todos sus enemigos, gracias a la importante reforma del ejército que llevó a cabo y cuyo aspecto más importante fue la creación de la falange macedonia, una adaptación de la falange de Epaminondas, pero con mayor fondo; que armada con la temible sarissa, pica de cinco metros que Alejandro haría famosa en todo el Mundo Antiguo, formaba una masa prácticamente inexpugnable. Tras acabar con los problemas internos, Filipo se lanzó a la expansión de las fronteras, para ello aprovechó la debilidad de la Segunda Liga Marítima ateniense y los sucesos de la Guerra Social (o de los Aliados) y conquistó Anfípolis, Potidea, Metone y Pidna. Gracias a estas nuevas conquistas, que le conferían buenos puertos, y a los recursos de ellas obtenidos, Macedonia se había convertido en uno de los estados más poderosos de la región; ahora Filipo sólo esperaba la ocasión de lanzarse sobre Grecia. Entre el 355 y el 346 a.C. Grecia se sumergió en la que se conoce como la Tercera Guerra Sagrada, esta era la ocasión que esperaba Filipo para imponer la hegemonía de Macedonia. La anfictionía de Delfos fue el origen de la disputa. Tebas, enemistada con Fócide desde la batalla de Mantinea, acusó a esta de cultivar terreno sagrado de Delfos, pero dicha acusación también afectaba a Esparta; la reacción de los estados acusados consistió en la ocupación de Delfos con tropas de Fócide subvencionadas por Esparta. A consecuencia de estos hechos, el Consejo de la anfictionía de Delfos declaró la guerra sagrada en el 355 a.C. En el 353 a.C., bajo la excusa de ayudar a las ciudades de Tesalia contra los tiranos de Feras, Licofrón y Pitolao, Filipo II penetró en Tesalia al mando de su poderoso ejército, pero fue expulsado por el fócido Onomarco. Al año siguiente Filipo regresó sobre Tesalia con nuevas y más numerosas tropas, a las que unió las de la confederación de Tesalia; frente a él, de nuevo Onomarco, apoyado por la ayuda de la flota de Atenas. En la batalla del Campo de Azafrán Filipo arrasó a sus enemigos y Tesalia quedó bajo su control. Posteriormente se dirigió a las Termópilas, pero un fuerte ejército le esperaba y Filipo decidió retirarse sin presentar batalla.

Durante el verano del año 349 a.C. un nuevo conflicto vino a demostrar el poder de Filipo, la Guerra Olíntica, en la cual, el rey macedonio haciendo uso de su impresionante diplomacia preparó una sublevación en Eubea que mantuviese ocupados a los atenienses, el tiempo suficiente para que sus ejércitos se hicieran con Olinto y destruyeran la ciudad. El año 346 a.C. supuso la gran consagración del poder de Filipo II, por un lado firmó un ventajoso tratado con Atenas, la paz de Filócratas, al mismo tiempo acabó por controlar la totalidad de la Fócide y logró ser nombrado presidente de la anfictionía de Delfos y de los Juegos Píticos. Ante la cada vez más imparable importancia de Filipo II de Macedonia, y debido a una serie de incidentes de carácter diplomático, Atenas acabó por declarar de nuevo la guerra en el año 340 a.C. Filipo penetró en Grecia y se adueñó de Anfisia, Quereto y Naupacto; posteriormente, en el 338 a.C. los ejércitos macedónico y ateniense se encontraron en la batalla de Queronea, donde las fuerzas de Atenas sufrieron una estrepitosa derrota, pese a la cual, Filipo se mostró magnánimo y firmó una paz muy ventajosa para Atenas.

En la primavera del 377 a.C. se reunió el Congreso de Corinto, al que asistieron todas las polis griegas a excepción de Esparta. El Congreso eligió a Filipo como general en jefe de todos los ejércitos griegos y le dio plenos poderes para realizar su gran sueño, la invasión de Persia por parte de una unida Grecia. Pero Filipo fue asesinado por Pausanias al año siguiente, sin poder cumplir su sueño.

Las colonias griegas de Occidente

Las colonias griegas de Sicilia y la Magna Grecia, formaban parte de la unidad cultural del mundo griego, permanecían conectadas con sus respectivas metrópolis, y con el resto de las polis, tanto en el ámbito cultural como económico o político.

Sicilia, debido a que su impresionante riqueza y lo mal distribuida que se encontraba, estableció como modelo de gobierno la tiranía, precisamente, como la única forma de evadir el poder de las oligarquías. Todo ello favorecido por la continua amenaza de Cartago. Entre el 491 y el 466 a.C. Sicilia estuvo gobernada por los Deinoménidas, los cuales lograron mantener a Siracusa fuera de las Guerras Médicas, siendo como era su gran problema la amenaza de Cartago y no la de Persia, no obstante, investigaciones recientes apuntan la posibilidad de que en el año 480 a.C. se produjese un pacto entre Persia y Cartago para atacar de forma conjunta al mundo griego. Contextualizada dentro de estos conflictos entre cartagineses y sicilianos se encuentra la figura del tirano Dionisio de Siracusa, que alrededor del 406 a.C. fue elegido strategos autokrator para hacer frente a una invasión cartaginesa. Dioniso logró la paz con Cartago y posteriormente se lanzó a una serie de conquistas a costa de los restantes estados griegos de la isla, que dotaron a Siracusa de un extenso imperio al conquistar la zona oriental de Sicilia y algunas ciudades de la península Itálica, también se le ha hecho responsable de la fundación de ciudades costeras en la Galia. Posteriormente intervino repetidamente en Grecia continental en apoyo de Esparta, gracias a su poderosa flota, con la cual controlaba el Mediterráneo de un extremo al otro. El caótico gobierno de su sucesor, Dionisio II (367-357 a.C.), motivó la sublevación de Timoleón y con ella el fin de la tiranía siracusana que fue sustituida por una serie de gobierno a medio camino entre la democracia y la oligarquía. Finalmente en el 337 a.C. las ciudades siciliotas se aliaron en una Liga bajo el liderazgo de Siracusa.

Economía, sociedad y cultura en la época Clásica

Existe una gran dificultad para hacer un estudio sobre las densidades demográficas de la Grecia Clásica, debido a la escasez de datos de las fuentes del período. De forma orientativa, y sin perder de vista que se trata de un estudio estadístico, presentamos los datos ofrecidos por V. Ehrenberg. Según éste investigador, la población ateniense total para el período 480-360 a.C. variaría entre los 120.000 y los 250.000 individuos (de los cuales no más de 45.000 serían ciudadanos libres, unos 100.000 serían esclavos y el resto metecos); para período 480-371 a.C. en Esparta la población total fluctuaría entre los 190.000 y los 270.000 individuos (de los que menos de 10.000 serían ciudadanos de pleno derecho, entre 40.000 y 60.000 serían periecos y entre 140.000 y 200.000 ilotas); finalmente, para Beocia (siglo V-IV a.C.) los datos sería de 110.000-165.000 individuos (de ellos algo más de 100.000 serían ciudadanos libres y sus familias, unos 10.000 metecos y unos 30.000 esclavos). Estas cifras de población son indicativas de los desastres demográficos que conflictos como las Guerras Médicas o la Guerra del Peloponeso pudieron producir.

Los ciudadanos lo eran por nacimiento y reconocimiento paterno, se definían por su participación en la vida política y por la exclusividad sobre la posesión de la tierra. Las personas libres no ciudadanos, sólo en casos excepcionales podían llegar a alcanzar la posesión de la tierra o de una casa, mientras que a los esclavos les estaba totalmente vedada dicha posibilidad. Tan solo la asamblea popular podía conceder la ciudadanía a un no ciudadano y en casos extremadamente excepcionales, al no ser que por motivo de una guerra fuese imprescindible ampliar el número de ciudadanos, momento en el cual se concedía la ciudadanía de forma masiva. En Esparta los ciudadanos conformaban una casta guerrera, dedicada en exclusiva a las actividades militares, por lo que eran mantenidos por el resto de los grupos sociales que trabajaban las tierras de los ciudadanos; los ciudadanos espartanos estaban obligados a participar y proveer los banquetes de ciudadanos y en caso de que no pudieran contribuir a las comidas de ciudadanos perdían inmediatamente la condición de tales. En el caso de Beocia para que un ciudadano pudiese participar de la vida política se le exigía un mínimo de fortuna personal; en Atenas, por el contrario, todos los ciudadanos participaban de la actividad política independientemente de sus rentas, pero existía una clara diferenciación según la riqueza entre una clase dirigente aristocrática y una masa de pequeños productores o artesanos.

En la totalidad de los estados griegos la mujer estuvo subordinada a la autoridad masculina, primero al padre y luego al esposo. Carecía de representatividad política y de hecho su situación social era inferior a la de los esclavos, pues estos podían en un momento determinado acceder a la ciudadanía y adquirir derechos políticos. Por el contrario, las mujeres tenían un papel muy activo en el mundo religioso y en las festividades, y en el caso concreto de Atenas eran imprescindibles para transmitir la ciudadanía, ya que desde el siglo IV a.C. era necesario que ambos padres fuesen ciudadanos para que su descendencia tuviera tal status. La mujer ateniense tenía incluso prohibido salir de casa sin el consentimiento de su marido; por el contrario, en Esparta, éstas tenían libertad de movimientos y se sabe que practicaban ejercicios gimnásticos y recibía cierta formación.

En el caso de que no se pudiesen cumplir los requisitos que cada Estado establecía se perdía la condición de ciudadano y se pasaba a ingresar en un grupo intermedio, el de los no ciudadanos libres. En Esparta, y en otros muchos estados como Tesalia o Creta, existía un grupo especial, el de los periecos, miembros de comunidades autóctonas sometidas muy tempranamente. Estos vivían en sus propias comunidades, las cuales gozaban de una cierta autonomía supeditada a los intereses del Estado. En el caso concreto de Esparta, el término lacedemonio hace referencia a la unión de los espartanos y los periecos, pero estos carecían de voz y voto en los asuntos políticos estatales. Frente a los periecos se encontraban los metecos, grupos de desplazados que pululaban por toda Grecia debido tanto a las actividades comerciales como a las constantes guerras. Los metecos, ya fuesen griegos o no, carecían de derechos políticos por ser considerados extranjeros, pese a que estuviesen residiendo en una ciudad determinada. En Atenas los metecos, que tenían la obligación de registrarse una vez que llevasen un mes residiendo en la ciudad, debían de hacer frente al pago de una serie de impuestos por su condición de extranjeros, pero podían participar de la vida ciudadana e incluso en el ejército, y estaban protegidos por el Estado. Los metecos se ocupaban fundamentalmente de las actividades comerciales, por lo que su importancia económica fue cada vez mayor.

La categoría jurídica de los no libres variaba de un Estado a otro dependiendo de su desarrollo, de modo que en los estado más desarrollados el número de esclavos era muy elevado, la excepción era Esparta, donde el número de esclavos propiamente dicho era muy reducido, ya que los espartanos contaban para realizar el trabajo con la mano de obra ilota, los cuales no eran esclavos sino población indígena sometida por medio de la conquista militar. Para los estados que no contaban con estas poblaciones sometidas, el esclavo-mercancía se convirtió en una pieza económica fundamental ya que durante la Época Clásica no hubo actividad económica o doméstica en la cual los esclavos no estuviesen presentes, lo que hizo que su número aumentase sin cesar. El esclavo carecía de cualquier tipo de derecho y era propiedad bien del Estado bien privada, siendo considerado, en uno y otro caso, como un bien mueble del que se podía disponer a antojo.

En prácticamente la totalidad de los estados griegos la posesión de la tierra no era solo una fuente de ingresos económicos, además era una fuente de prestigio social. El ideal ciudadano, y en esto Esparta era el paradigma, consistía en vivir de las rentas de sus propiedades sin tener que trabajar, habitualmente se despreciaba el trabajo frente a las actividades políticas o culturales, quizá la salvedad más importante sea Atenas, donde por una ley de Solón todos los ciudadanos estaban obligados a enseñar un oficio a sus descendientes. El trabajo agrícola estaba considerado como el más digno de cuantos existían y de hecho, a lo largo del período Clásico, Grecia vivió una época de desarrollo agrícola, basado en los monocultivos de cereales, vid y olivo, que permitió por primera vez que la producción agraria no se destinase únicamente al consumo inmediato y pudiera emplearse parte de ella en la exportación. En los estados griegos existía una dicotomía importante entre el campo y la ciudad, en el ámbito rural las familias solían ser autosuficientes en sus necesidades, mientras que la ciudad era el mercado de exportación por excelencia de la producción rural. En conjunto, la máxima aspiración del Estado era la autarquía, producir todo lo necesario sin tener que depender de aprovisionamientos exteriores, pero esto no era más que un sueño utópico que ninguna polis fue capaz de alcanzar. De hecho, los problemas de abastecimiento de algunas de las más importantes polis griegas, como el caso de Atenas, fue un continuo foco de conflictos que en numerosas ocasiones estuvo detrás de importantes guerras.

Los oficios artesanales en Grecia se encontraban ya desarrollados con anterioridad a la época Clásica, pero fue durante esta cuando se singularizaron y se diversificó el trabajo. Surgieron los talleres, aunque nunca fueron demasiado grandes, especializados en la manufacturación de un producto determinado, pese a lo cual continuó siendo habitual el trabajo de los artesanos de forma individual e incluso, la realización de oficios artesanales en el propio hogar, lo que contribuyó a que los talleres no adquiriesen mayores dimensiones. El funcionamiento normal de los talleres incluía la mano de obra esclava. No se produjeron avances tecnológicos debido a que salía más barato adquirir más esclavos que arriesgar el capital en invertir en desarrollo. De toda la producción artesanal, el elemento más destacado fueron las cerámicas, debido a que la arcilla era un elemento muy abundante en Grecia, las cuales eran omnipresentes en la vida cotidiana griega; las cerámicas de lujo se elaboran para la exportación y para una muy limitada clase social rica dentro de la propia Grecia. Algo semejante ocurría con la industria textil, casi todos los estados poseían en mayor o menor abundancia cabañas ganaderas y plantaciones textiles, en ambos casos la producción se realizaba en pequeños talleres e incluso, a nivel particular, en los propios hogares. Los recursos mineros por el contrario eran muy escasos en Grecia y los pocos estados que disponían de los mismos los suministraban al resto de las polis, con lo que era una actividad altamente productiva, máxime si se tiene en cuenta que el trabajo pesado era realizado por mano de obra esclava. Las actividades extractivas se complementaban con las metalúrgicas, normalmente eran las propias familias las que realizan sus utensilios, aunque existían talleres de fundición; el cliente más importante de la industria metalúrgica era la industria bélica, en continuo crecimiento dado la multitud de guerras de la Época Clásica.

Sin lugar a dudas, de todas las actividades comerciales de los griegos, la que rindió mayores beneficios y en la cual los griegos se convirtieron en consumados especialistas, fue el comercio. El comercio al por menor se realizaba en los mercados urbanos de cada polis, hasta donde el pequeño productor, que normalmente gozaba de muy mala reputación debido a su baja ascendencia social, llevaba sus productos que vendía a sus vecinos, era un mercado local, de gran importancia, pero de limitadas dimensiones. Por otro lado se encontraban los grandes comerciantes dedicados a la exportación, usualmente marítima dadas las dificultades de los transportes por tierra, de sus productos. Atenas fue la ciudad más destacada en cuanto al comercio se refiere, hasta el punto de que a lo largo del siglo V a.C. se convirtió en el principal centro comercial del Mediterráneo. Pero a pesar de la importancia de las relaciones comerciales para el mundo griego, ninguna polis alcanzó un desarrollo financiero relevante. El dinero tuvo no pasó de un desarrollo incipiente, en parte debido a que la importancia social no dependía tanto del dinero como de otros valores, tales como la ciudadanía o la tenencia de tierras. Los estados griegos carecían de los más rudimentarios sistemas de previsión, no tenían de un presupuesto estatal, y vivían sus finanzas al día, lo que fue especialmente grave durante los períodos de guerras, ya que los estados tenían tendencia a arruinarse en cuanto recibían los primeros reveses importantes. Cuando los ingresos superaban a los gastos el superávit resultante era bien repartido entre los ciudadanos, bien empleado en donaciones religiosas o bien en gastos suntuarios. Lo más parecido a un fondo de reserva que desarrollaron los estados griegos fueron los tesoros de las diferentes ligas supraestatales, por lo que era común que en momentos de necesidad el Estado dominante se adueñase de dichos fondos con la promesa, frecuentemente incumplida, de devolverlos en tiempos de paz.

Fundación Educativa Héctor A. García