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Hernán Cortés

Conquistador de México

 

Cristóbal Colón acababa de llegar a España cuando en 1485, nacía Hernán Cortés en Medellín (Extremadura). Su padre, Martín Cortés, era un pequeño hidalgo que se ocupaba con mucho cuidado de su hacienda. Poseía un molino, una viña, colmenas y campos de cereales. Excelente negociante, legará esta cualidad a su hijo.

Medellín se encuentra sobre la ruta de Cádiz donde los marinos irían a embarcarse para las Indias. Desde su infancia, Hernán Cortés se apasionaba por los relatos épicos de la guerra que llevaban los capitanes españoles contra los árabes. Pero cuando Cristóbal Colón descubrió las Indias, se fascinó por las historias que él traía. El Gran Almirante habría descubierto los Jardines del Edén, tierras de una riqueza insondable. El tío del joven Hernán, Picos Pardos, le contó que había visto con sus propios ojos a los Indios y los tesoros traídos de las Indias. El oro, le dijo él, se encontraba en tal abundancia que fluía de los ríos.

El niño estaba encantado por estos relatos. Pero su padre quería que Hernán estudiara las ciencias y las Letras. A los 14 años, Hernán dejó la casa familiar en compañía de su tío para ingresar a la Universidad de Salamanca. En la época, Salamanca era uno de los centros humanistas más importantes de España y contaba con más de 8000 estudiantes. Permaneció dos años en esta ciudad y bajo la tutela de otro de sus tíos, Francisco Núñez de Valera, aprendió a brillar en sociedad por su erudición.

Pero los estudios en Salamanca no eran de su gusto. Sin consultar a sus padres, dejó sus hábitos de estudiante y regresó a Medellín. Su madre, Doña Catalina, estaba colérica y su padre se preguntaba qué iba a hacer Hernán más tarde. En esta época los hidalgos no tenían más que algunas posibilidades de carrera. Un hidalgo era un noble español y su título le prohibía trabajar manualmente. El mayor de los hijos heredaba las tierras de su padre mientras que los menores tenían la elección entre:

  • Los estudios para ser Jurista, Hombre de Letras o Teólogo.
  • Engancharse en la Armada Real y combatir en Italia.
  • Engancharse en la Marina y partir para las Indias.

Pero Hernán renunció a los estudios. Irá entonces a Nápoles o a las Indias.

Cortés se va entonces a Sevilla en el momento cuando Nicolás de Ovando preparaba una expedición para descubrir y poblar nuevas tierras en el Nuevo Mundo. Estaba listo para partir cuando una sombría historia de amor lo retuvo en Sevilla, dejando a la expedición irse sin él. Pensó entonces partir para Nápoles. Pero erró una decena de meses sin decidirse realmente.

Hernán Cortés en Hispaniola y Cuba

En 1504, Hernán Cortés partió por fin a las Indias a la edad de 19 años. Una vez llegado a Hispaniola, comenzó una vida mediocre de "gratte-papier", hasta que Don Diego Velázquez, Conquistador y gobernador de la isla, le ofreció de partir para su primera aventura militar. Esta expedición tenía por misión someter a una tribu india en Haití. La tarea cumplida, Hernán Cortés recibió una encomienda (tierras con esclavos indios) y comenzó a ocuparse de su propiedad. Pero no se enriqueció.

Diego Velázquez, devenido su amigo, lo contrató posteriormente como secretario y partieron a Cuba en 1511. Juntos colonizaron la isla. Los Indios pacificados, Cortés se ocupó entonces de sus crías de brebis, de vacas y yeguas. Se casó con Catalina Juárez Marcaida. Durante varios años Cortés vivió feliz y tranquilo cerca de su mujer, administrando sus bienes ocupando la función de alcalde de Santiago de Cuba, recientemente fundada. Aumentó su fortuna y creó una sociedad de comercio con Andre de Duero.

El Nuevo Mundo evolucionó sin cesar. Diego Velásquez, deseoso de brillar a los ojos del rey de España, encargó a Hernández de Córdoba de montar una expedición para ir a descubrir nuevas tierras hacia el oeste. Pero la expedición se tropezó en Yucatán con tribus mucho más belicosas que las antillanas. Hernández murió a consecuencia de sus numerosas heridas.

Velázquez decidió enviar a Grijalba hacia estas tierras hostiles a fin de redactar un informe más completo. Éste siguió la misma ruta que Hernández y bordeó la costa de México hacia el norte. Las noticias que hizo llegar a Velázquez dieron a conocer tribus indígenas mucho mejor organizadas que las antillanas. Eran disciplinados, vestían telas tejidas y coloreadas, y practicaban una religión sanguinaria que consistía en ofrecer hombres en sacrificio a sus dioses. Estas ceremonias se desarrollaban en la cima de templos de piedra: los teocallis.

Pero sobre todo, estos indios tenín oro que cambiaban a veces con los españoles. A la recepción de este mensaje, Velásquez puso en pie una armada mucho más importante y confió el comando a Hernán Cortés. Su misión era de ayudar a Grijalba, puesto en dificultades por los indios, y de entrar en contacto con los indígenas, someterlos por la diplomacia y pedirles un tributo en oro, perlas y piedras preciosas. Pero Velásquez no había recibido las "Capitulaciones" (una autorización) del rey que le permitiría llevar más lejos una guerra de colonización. También pidió él a Cortés de mantenerse en su misión de reconocimientos y de traerle las pruebas de que estos territorios valían la pena de ser explorados más tiempo.

Pero Cortés interpretó diferente las órdenes. Una nueva personalidad se despertó. Se mostró mucho más ambicioso. Vuelto Capitán General de la Armada, se vistió de atuendos lujosos, adornos de plumas, medallas y cadenas de oro. Con todos los honores se desplazaba, con el estandarte que había hecho hacer para él, y sobre el cual se podía ver una cruz y leer este lema: "Amici, sequamur crucem et si nos idem habemus, vere in hoc signo vencemus" (Amigos, sigamos esta cruz y, si tenemos fe, con este símbolo venceremos). Cortés no va a hacer comercio para Velázquez sino a hacer triunfar la Cruz.

Los amigos de Velázquez no dejaron de denunciarlo como un intrigante a la autoridad del Gobernador. Pero Cortés se fascinaba cada vez más del mundo, y numerosos fueron los hombres de valor que se aliaron a él. Esta expedición no es más ya una misión de socorro a Grijalba, sino una verdadera campaña de colonización de México. Los más fieles al Gobernador se colocan a las órdenes de Cortés. La armada estaba constituida de los hombres más audaces que se ilustraron después en las futuras conquistas: Pedro de Alvarado, Conquistador de Guatemala, y sus hermanos; Alonso de Ávila, Juan de Escalante, Cristóbal de Olid, Conquistador de Honduras; Gonzalo de Sandoval, Francisco de las Casas, Hernández Puerto Carrero y Francisco de Montejo, Conquistador de Yucatán.

Cortés desembarca en México

El 18 de noviembre, una flota compuesta de 11 navíos, 110 marinos, 570 soldados, 250 indígenas antillanos, 11 caballos, 6 yeguas y 10 cañones de bronce, dejó el puerto de Cuba. Cortés siguió la misma ruta que sus predecesores y se dirigió hacia la costa del Yucatán. Pedro de Alvarado, enviado como aclarador, desembarcó y saqueó la isla de Cozumel. Esta acción personal provocó la cólera de Cortés quien hizo encadenar al capitán español. Él era ante todo un emisario del rey Carlos Quinto y de Dios. También hizo restituir a los Indios los bienes que Alvarado les había robado. Por otra parte, Cortés intentaba cada vez que podía establecer contactos pacíficos con los indios.

En Tabasco, encontró a Jerónimo de Aguilar, un español que había naufragado algunos años antes y quien había sobrevivido entre los indígenas y aprendido la lengua Maya. Al mismo tiempo, Cortés conoció a una joven esclava de origen Azteca que los Indios de Tabasco habían cedido a los comerciantes Mayas. Esta india, llamada Malinche, fue bautizada por los españoles con el nombre de Doña Marina. Ella aprendió rápidamente el español y devino una ayuda preciosa para Cortés cuando él necesitó comunicar con los misteriosos aztecas.

Después de haber pacificado varias tribus y echado abajo sus ídolos para imponer la Cruz, prosiguió su camino por el mar hasta San Juan de Ulua. Cortés entró pacíficamente en contacto con los indios de Cempoala quienes sufrían la dominación de los Aztecas. Los indígenas ofrecieron hospitalidad a los españoles. Poco tiempo después, Cortés recibió la visita de embajadores del emperador Azteca, Moctezuma. Llegaron los brazos cargados de presentes: oro, perlas, plumas coloreadas... Para Cortés, no había ninguna duda; había encontrado el país tan soñado por los exploradores españoles desde el descubrimiento del Nuevo Mundo.

Cortés decidió entonces partir en la conquista de este "Eldorado". Pero los hombres de Velázquez le hicieron remarcar su misión primera y establecer un contacto con los indios y que no se podía colonizar un territorio tan vasto y tan poblado con tan pocos hombres. Pero Cortés no quería regresar a Cuba e hizo destruir los navíos excepto tres. Después pidió a los hombres que deseaban regresar a Cuba de declararse. Por esta estratagema, Cortés pudo conocer los nombres de sus adversarios. Uno de los navíos que quedaban estaba cargado de todos los presentes de Moctezuma: entre estos regalos, un sol de oro, grueso como una rueda de carreta, y una luna de plata. Era el testimonio de Cortés al rey de España en cuanto a las riquezas de esta región. Pero los dos otros navíos fueron destruidos y Cortés obligó a sus oponentes a seguirlo a México.

Hernán Cortés fundó la ciudad de Villa Rica de Vera Cruz, primera gran ciudad española en México, y se hizo reconocer por todos como Capitán General. De este modo, él percibiría un quinto de todas las riquezas a descubrir. Por este acto, se liberó totalmente de la autoridad de Velázquez. Las relaciones con los indios eran amistosas, y las visitas de los embajadores Aztecas, siempre acompañadas de presentes, se hacían cada vez más numerosas.

Cortés hizo uso de mucha diplomacia y ardides a fin de preservar a los ojos de los indios el prestigio del cual gozaban los españoles. Malinche le enseñó una vieja leyenda azteca según la cual un dios antiguamente caído, Quetzalcoatl, volvería por el este para tomar posesión de su reino. Este dios tenía la piel clara y era barbudo. Y el emperador Moctezuma había siempre vivido en la idea de que Quetzalcoatl regresaría entonces a su reino. Por otra parte, los aztecas creían que los soldados españoles montados sobre sus caballos eran uno solo. Estos seres fabulosos, los teules, podían asimismo disociarse en dos. Cuando los primeros combates, Cortés puso mucha atención en disimular los cadáveres de los caballos y los españoles para que los indígenas continuaran creyendo en su inmortalidad.

Cortés marcha sobre Tenochtitlan

Pero es sobre todo gracias a su arte de la diplomacia que Cortés mostró su genio y su poder. Pidió a su aliado, el señor de Cempoala, de rehusarse a pagar el tributo reclamado por los Aztecas. Cuando los emisarios de Moctezuma vinieron a percibir el impuesto, Cortés les hizo aprisionar. Pero secretamente, él les devolvió la libertad y favoreció la evasión. Gracias a esta estratagema, ganó la confianza de los indios de Cempoala, persuadidos de ser protegidos por los españoles; y obligó a Moctezuma a considerarlo como un amigo.

Marchando sobre México, los españoles cayeron sobre los Tlaxcaltecas, enemigos seguros de los Aztecas. Cortés debió impulsar una lucha encarnizada contra ellos pero, a fuerza de coraje y de genio, los Tlaxcaltecas aceptaron alinearse detras de los españoles. A partir de este momento los Tlaxcaltecas y los Aztecas iban a disputarse los favores de este ser fabuloso que era a sus ojos el Capitán español.

Poco a poco, las tribus indias sometidas a la autoridad Azteca veían en Cortés una esperanza de liberación. Las ciudades de Texcoco, Axapocho y Tepeyacucho se unieron a Tlaxcala y Cempoala detras de las tropas de Cortés. En Cholula, los españoles estuvieron a punto de caer en una emboscada, pero Doña Marina descubrió a tiempo la trampa. Cortés reprimió entonces Cholula de forma sangrienta y Moctezuma no intentaría más oponerse al avance de los españoles. Llegando a Tenochtitlan, Moctezuma lo recibió con todos los honores y le confió "el trono que había cuidado esperando el retorno del dios Quetzalcoatl". En cambio, Cortés ofreció su protección al emperador, amenazado por una parte de la aristocracia Azteca.

En Cuba, Velázquez venía de recibir las "Capitulaciones" reales autorizándolo a colonizar las tierras descubiertas por Cortés. Decidió enviar 18 navíos y unos 1300 hombres bajo el mando de Pánfilo de Narváez, para matar al rebelde Cortés. Al anuncio del desembarco de esta fuerza, Hernán Cortés dejó una parte de sus tropas en Tenochtitlan, y partió con 300 soldados y 400 indios frente a la armada de Narváez. Pero casi todos los hombres de Narváez estaban dispuestos a alinearse a las órdenes de Cortés. Su capitán fue hecho prisionero.

El 24 de junio de 1519, Cortés estaba de regreso en México. Pero debió hacer frente a una rebelión. Durante la ausencia de su jefe, Pedro de Alvarado se volvió loco y había hecho asesinar varios nobles Aztecas. Los españoles fueron sitiados por millares de indios. Moctezuma, intentando apaciguarlos, fue muerto por una piedra lanzada por uno de los insurgentes . Cortés no tenía otra solución que abandonar la ciudad. Es "la noche triste". Al atardecer del 30 de junio, centenas de españoles encontraron la muerte huyendo por las ciénagas que rodeaban Tenochtitlan. Ciertos, recargados por los objetos de oro que habían robado antes de su huída, se hundían y se ahogaban en las aguas barrosas. Otros fueron capturados y sacrificados por los Aztecas a su dios Huitzilopochtli.

Cortés triunfa en México

El 7 de julio de 1520, otra batalla comenzó en Otumba. Les Tlaxcaltecas vinieron a reforzar las tropas de Cortés. Pero hubo que combatir sin armas de fuego porque la pólvora, mojada por las ciénagas cuando la fuga, era inutilizable. Las tropas españolas perdieron los dos tercios de sus hombres. Sin embargo, Cortés recibió el refuerzo de soldados españoles venidos de Cuba y reorganizó su armada. Con mucho coraje los españoles batieron a sus adversarios en Otumba.

El 26 de mayo de 1521, Cortés emprendió el sitio de Tenochtitlan. Los Aztecas intentaron resistirse pero debieron afrontar un terrible enemigo: muchos españoles eran portadores de enfermedades llegando a México. Estas enfermedades, desconocidas para los indios, se propagaron bajo forma de epidemia. Los Aztecas cayeron uno a uno hasta que el emperador Cuauhtemoc decidió rendirse el 13 de agosto de 1521. Entrando a la ciudad, los españoles fueron sorprendidos por la cantidad de cadáveres que cubrían el suelo. El olor de la putrefacción era insoportable. Cortés recibió a Cuauhtemoc felicitándolo por su bravura. En adelante Tenochtitlan estaba entre sus manos.

Decidió reconstruir la ciudad. Palacios y vastas casonas coloniales fueron construídas sobre las ruinas de los templos Aztecas. Cortés se hizo construir una residencia suntuosa de donde gobernará al ex imperio Azteca rebautizado la Nueva España. Impuso a los indios la sumisión a la Corona española y la conversión a la fe cristiana. Los sacrificios fueron prohibidos y los misioneros vinieron a imponer, a menudo por la fuerza, la religión católica. Los antiguos ídolos fueron destrozados y muchos indios torturados o muertos.

Cortés estaba decepcionado por la escasa cantidad de oro que había encontrado en Tenochtitlan (apenas más de 500 kilos). Guardó entonces prisionero a Cuauhtemoc, esperando hacerle confesar el escondite del tesoro azteca. El soberano caído no hablaría. El tesoro tal vez no existía y no era sin duda más que el fruto de la imaginación de los conquistadores sedientos de oro. En 1524, en curso de uan expedición hacia Honduras, Cortés hizo ejecutar a Cuauhtemoc.

Gobernador de la Nueva España, Hernan Cortés se mostraba insaciable. Continuó sus exploraciones y fundó nuevas ciudades, extendiendo aún más el imperio español de Carlos Quinto. Envió sus capitanes más al sur para conquistar Guatemala, Honduras y Yucatán. Los navíos partieron a explorar las costas del océano Pacífico hasta California.

Pero Cortés generó envidias e intrigas que llegaron hasta los oídos de Carlos Quinto. En 1527, acusado de rebelión, fue llamado a España para justificarse delante del Consejo de Indias. Fue a justificarse y regresó a México. Pero su poder llevaba cada vez más recelo a la metrópolis. En 1535 debió entregar el poder al Virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza. En compensación recibió el título de Marqués del Valle de Oaxaca.

En 1540, no teniendo prácticamente más influencia en México regresa a España y participa con Carlos Quinto del sitio de Argelia. La guerra terminada, regresó a Castilla. Fatigado y habiendo perdido todo crédito, murió el 2 de diciembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta (Sevilla).

 

 
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