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L  a  G r a n  E n c ic l o p e d i a   I l u s t r a d a  d e l   P r o y e c t o  S a l ó n  H o g a r

DICCIONARIO FILOSÓFICO CIENTÍFICO

"Como yo no puedo detenerme en espera de la muerte, ella espera amablemente por mí. En el carruaje sólo cavemos (3) tres, Ella, Yo y la Inmortalidad".

Proyecto Salón Hogar

 A-B- C- D- E-F-G- H-I-J-K-L- M-N-O- P-Q-R-S- T-U-V
                                                                                                    

Absolutizar: Afirmar algo como verdadero excluyendo otra forma cualquiera de afirmación.

Accidentes: Son los que no pueden ser concebidos más que como perteneciente a otro, la sustancia (o u s i a ) es éste otro que no es pertenencia de ninguno.

Acontecimiento: Al vincular definitivamente el tiempo al universo, la relatividad ha prolongado el esfuerzo del pensamiento moderno al descubrir la importancia del factor temporal como inteligibilidad del mundo. En la relatividad, la noción de acontecimiento adopta todo su sentido. No es ya algo accidental, sino la expresión de una estructura de la realidad. Por todos esos rasgos, la relatividad constituye un ejemplo típico de la superación de una visión mecanicista y positivista del mundo y con ello muestra la verdadera naturaleza del conocimiento humano, obra de la razón que aprehende la realidad en sus más íntimas leyes, porque lejos de significar relativismo y escepticismo, la relatividad nos da a conocer las verdaderas invariantes de la naturaleza.

Durante mucho tiempo, el mundo no científico rechazó esta síntesis en la que veía una elegante y original visión del espíritu, acerca de la que se podía muy amablemente discutir. La explosión de la primera bomba atómica, en 1945, reveló trágicamente que Einstein, al que muchos consideraban como un visionario, había sabido penetrar las leyes más profundas de la materia. Por todo ello, la relatividad, sobre todo la restringida, se ha convertido en uno de los elementos esenciales de nuestra visión actual del mundo.

Actuar: "Agere sequitur esse" (El hacer sigue al ser) (Tomás de Aquino).

ADN: A partir de 1941 se sabía que cada gen controla la formación de una enzima, como demostró G.W. Beadle (n.1903) y E.L. Tatum (n.1909). En 1955 S. Ochoa logró sintetizar ARN in vitro y en 1956 A. Kornberg obtuvo (también in vitro) ADN. En 1961 F. Jacob y J. Monod demostraron la existencia de un ARN mensajero, es decir, una macromolécula de ARN que se sintetiza según el modelo de ADN (proceso de transcripción) y se engancha a los ribosomas, partículas subcelulares del citoplasma donde tiene lugar la síntesis proteica. En los años 60 M.W. Nirenberg y J.N. Matthei (incubando con extractos de Escherichia coli moléculas de ARN sintético constituidas por una sola base, uracilo) lograron formar un polipéptido constituido por una secuencia de un solo aminoácido, polifenilalanina. El triplete uracilo-uracilo-uracilo designaba así al aminoácido fenilalanina, y este descubrimiento permitió descifrar la clave del código genético, igual que la piedra Rosetta permitió descifrar los jeroglíficos egipcios. Todo el código fue puesto en claro por Nirenberg, Crick, Khorana y otros, que identificaron el significado de los 64 tripletes que constituían el código mismo. La síntesis de la cadena polipeptídica que concreta en la secuencia proteica la información procedente del ADN tiene lugar en el proceso llamado "traducción", cuya secuencia de todo el proceso de biosíntesis proteica puede representarse así:

 

ADN ¾¾¾¾® ARN ¾¾¾¾® Proteínas
  transcripción   traducción  

 

El descubrimiento del código genético ha permitido interpretar de modo mecanicista fenómenos como la reproducción, la herencia, las variaciones las mutaciones. Dicho código es universal y por lo tanto representa un lenguaje común a todos los organismos, desde los virus hasta las bacterias, las plantas y los animales.

Alienación: En oposición al marxismo, el cristianismo sostiene que la razón profunda de la alienación no es simplemente el desorden económico sino la división interna del hombre que alcanza niveles profundos de alienación no sólo en el ámbito profano sino incluyendo el dolor, la enfermedad y la manifestación suprema de la alienación (la muerte). Por tanto, un proyecto alternativo a la alienación del hombre y la sociedad debe ofrecer a su vez una solución total a dicha problemática y esto no es sólo exigido por la globalidad misma de los problemas sino por el alcance duradero y profundo de las alternativas. Si tal es la cuestión, el mismo marxismo no está en capacidad de dar una respuesta satisfactoria al mal radical del hombre: la muerte. Ante ella sucumbe todo: la esperanza, el amor, y la misma praxis que se ve abocada en último término a la aniquilación y a la nada.

Alma: Voltaire afirma: "después que tantos razonamientos hicieron la novela del alma, vino un sabio que hizo modestamente su historia; Locke desenvolvió en el hombre la razón humana, lo mismo que un excelente anatomista explica los resortes del cuerpo humano". Entonces se realiza la palabra profética de Le Bovier de Fontenelle, de que "la verdadera física se eleva hasta convertirse en una especie de teología".

Alteridad: El ser otro, el situarse o constituirse como otro. En la filosofía de la liberación es el ámbito más allá del sistema y de la totalidad del ser.

Ambigüedad: Situación o connotación que implica varios sentidos, designados o alternativos.

Anacronismo: Desusado, fuera del tiempo actual

Análogo: Es análogo cuando se aplica a los términos comunes en sentido no entera y perfectamente idéntico o, mejor aún, en sentido distinto, pero semejante desde un punto de vista determinado o desde una determinada y cierta proposición (como "despierto" aplicado a un ser que no duerme y a un ser que tiene una inteligencia viva).

La analogía es extrínseca (como lo muestra el ejemplo "sano") o intrínseca (como lo muestra el ejemplo de "ser", que conviene a todos los entes increados y creados, sustanciales o accidentales). En este último sentido la analogía es llamada metafísica.

Es el concepto de sano el que se refiere a realidades muy distintas, aunque todas con relación a una realidad en que tal concepto se verifica de modo propio o pleno; de esta forma, cualquier realidad puede existir como sustancia y cualquier otra como accidente, como materia o como forma, como acto o como potencia.

Año-luz: La mayor distancia alcanzada por los radiotelescopios gigantes actuales es del orden de 5 mil millones de años-luz, considerando que el año-luz tiene, a su vez, 9,461 mil millones de km.

A posteriori: Después de la experiencia.

A priori: Antes de la experiencia.

Apropiarse: La manera típicamente humana de apropiarse de la naturaleza para dominarla, ha sido siempre la de comprenderla, de explicársela para penetrar sus secretos; el ser dirigirá esencialmente al modo de explicación (animista y verbal, primero; racional después); la antropología cultural moderna ha renunciado a la idea de que el hombre primitivo habría tenido otra lógica y otra mentalidad distinta de la del hombre moderno, mostrando con ello la permanencia de este comportamiento humano, ante la naturaleza. Con mucha razón L. Lévy-Bruhl afirma: "Desde la perspectiva estrictamente lógica, no hay ninguna diferencia entre la mentalidad primitiva y la nuestra" (Les carnets de L. Lévy-Bruhl, en Revue philosophique, 1947).

Arabes: Los árabes conquistados al pensamiento de Aristóteles por los medios intelectuales de Siria, fueron su vehículo en occidente, pero no sin haberle hecho sufrir grandes retoques (destinados a hacerle encajar con las tendencias neoplatónicas presentes en su cultura desde hacía mucho tiempo, y con el Corán). Esta interpretación árabe de Aristóteles adoptó dos formas distintas, que llegaron a occidente en dos oleadas sucesivas; la primera, de origen oriental (siglo XI-XIII) estaba representada principalmente por Avicena, cuyo papel fue esencial en esa transmisión; la segunda, de origen español, se vincula al gran nombre de Averroes (2a. mitad del siglo XII); se le llamaba el "comentador" por excelencia, y su tendencia panteísta no podía menos que comprometer gravemente la fama de Aristóteles, tal como lo representaba, y suscitar fuertes oposiciones. Tal introducción del aristotelismo representaba un peligro real, una profunda ambigüedad, agravados además por el éxito y la fascinación que ejercía sobre los espíritus por su amplitud.

Luego Tomás de Aquino se esforzó en encontrar al verdadero Aristóteles, para purificarlo y completarlo si era necesario con la investigación personal. El resultado fue una obra inmensa que asombra aún por su amplitud, aunque insuficientemente conocida, algo eclipsada por la de su brillante discípulo; su principal mérito está en haber distinguido claramente la filosofía de la teología, valorando los derechos de la razón, y en haber realizado una amplia toma de contacto con la naturaleza, estudiada en sí misma.

Aristóteles: (384-322 a.C.) Es bueno recordar la amplitud de su empresa: Quiso reunir todos los conocimientos científicos de su tiempo. Además de la Biología, a la que se aplicó con predilección (hizo el inventario de la anatomía, la fisiología y la ecología animales conocidas entonces), trató de casi todas las ciencias físicas (astronomía, física, química, mecánica, meteorología...); hizo un estudio profundo del hombre, tanto desde la perspectiva sicológica como de la social y política (así, reunió en una compilación 158 constituciones políticas como base documental de su Política); y todo ello prosiguiendo una obra aún más importante de filósofo, de teólogo (en sentido natural) y de moralista: por ella pasó todo, desde la naturaleza metafísica de Dios hasta el régimen de los vientos o el comportamiento del más simple molusco. Por todos estos títulos, afirma J. Chevalier, "no es excesivo decir que llevó el pensamiento humano a su más alto punto de desarrollo" (Histoire de la pensée, 1955).

El mismo Aristóteles, a la vez filósofo y hombre de ciencia, ha desarrollado paralelamente y en el interior mismo de su visión filosófica del mundo, una explicación científica (teorías de los cuatro elementos y de los "mínimos" con que ha querido conservar lo mejor del atomismo). El carácter caduco de estas explicaciones científicas de Aristóteles no puede, por tanto, afectar el valor filosófico de su doctrina hilemórfica.

R. Lenoble sostiene que "es patente, pues, la injusticia que se comete con el estagirita cuando se repite que él volvió deliberadamente la espalda a la experiencia. Los aristotélicos siempre han sostenido, contra los mitólogos e incluso platónicos,... que sus principios se fundaban en la experiencia, y de hecho, no querían otra regla que ésa. Bien es verdad que introdujeron en sus construcciones un cierto número de ideas a priori, pero sabemos que, sin a priori, ninguna ciencia puede ni siquiera empezar. Su ciencia se vio un día rebasada, no porque ellos se hubiesen negado deliberadamente a la razón y a la experiencia, sino porque la descripción que ellos nos dan de la razón es precisamente la que podían inventar unos hombres de buen sentido en función de esa experiencia, cuando esa experiencia permanecía ligada a una técnica y a un instrumental de la mente todavía en sus comienzos. No es posible sentar un juicio sobre la ciencia de este tiempo, si siquiera comprenderla, sin situarla en el conjunto de las condiciones humanas y de las preocupaciones que entonces se imponían. La historia recupera ahí todos sus derechos" (Origine de la pensé moderne, Histoire de la science, 1957).

P. Brunet, actual historiador de la ciencia, hace una apreciación del método aristotélico anotando: "Por la preponderancia que concede a la investigación de los conocimientos, es decir, de los fenómenos que acompañan al hecho estudiado, y que, aprehensibles por los sentidos, forman la base del conocimiento científico, el estagirita llega a reconocerle a la observación metódica el papel primordial en las ciencias de la naturaleza" (La science dans l'Antiquité et le Moyen Áge, en Histoire de la Science, 1957)

Aristotelismo: Uno de los grandes méritos del aristotelismo consiste en enseñarnos la sumisión a la realidad.

Aristóteles, enfrentado a una enorme documentación científica, no pudo hallar el método plenamente adecuado para expresarla; a pesar de sus inmensos méritos, no ha estado siempre a la altura de la tarea; influido por la juventud de la obra, poco crítico, con frecuencia le faltó unidad, ha mezclado los campos (a la vez filosófico y científico), traicionando así la preocupación profunda de su autor, pues quiso reunir todos los conocimientos científicos de su tiempo. Preocupado por descubrir lo que son las cosas, creyó conseguirlo por la simple observación y una experimentación titubeante y partiendo de definiciones dadas por el sentido común. "La fuente principal de estos errores... , afirma L. Bourgey, consistió, a nuestro modo de ver, en la forma apresurada, enciclopedista, con que Aristóteles, que no quería suprimir nada, llevaba a cabo sus encuestas. Resultó de ello un saber inmenso, pero a algunos elementos del mismo les faltaba seguridad... Para llegar a la verdad hubiera sido necesario multiplicar las observaciones, rectificándolas en cierta manera las unas por las otras; el filósofo impaciente por alcanzar el fin no lo hizo" (Observation et expérience chez Aristote, 1955). De todos modos estas deficiencias no ponen en cuestión la doctrina filosófica misma.

A pesar de que los árabes nos dieron un conocimiento parcializado de Aristóteles, debemos reconocer que si Aristóteles se encuentra materialmente completo en santo Tomás, es después de haber sido repensado en profundidad, en función de un nuevo contexto, incluido en una vasta síntesis teológica, cuyos principales argumentos fueron proporcionados por Agustín de Hipona (que a su vez había asimilado lo mejor de Platón). En este esfuerzo de integración es donde mejor se revela el genio de santo Tomás. Tal integración se proponía, más que interpretar las fuentes utilizadas en su propia estructura histórica, unificarlas en una síntesis original que les confiere una vida nueva.

Tomás de Aquino sustituye el mundo de Aristóteles cerrado sobre sí mismo, sin verdadera historia, permaneciendo siempre idéntico a sí mismo, en un movimiento cíclico, y constituido por el acoplamiento eterno de la naturaleza y de la divinidad, por un universo radicalmente dependiente de Dios, su obra siempre nueva, surgiendo del poder divino para realizar un proyecto divino. Este universo está, de hecho, englobado en una historia, un destino, orientado hacia un término escatológico desde y por la encarnación de Cristo en la humanidad, llamada a desempeñar una función de la mayor importancia en esta historia. Esta concepción axiológica puede acoger (en forma muy distinta de la de Aristóteles) el gran descubrimiento de la historia y de la evolución del universo. De hecho, semejante mutación implicaba una manera nueva de comprender el universo y al hombre.

Pero, la comprensión no siguió su ruta; por lo que es indispensable distinguir en el aristotelismo que:

1) Los sucesores de santo Tomás no hicieron otra cosa sino continuar en la misma perspectiva teológica, sin interesarse por la obra científica de Aristóteles y por la corrección de la misma que se hacía necesaria a causa de los nuevos descubrimientos; en vez de incitar a un esfuerzo de renovación, cosa que hubiera estado en la verdadera línea del aristotelismo, la admiración por la gigantesca obra del estagirita desembocó (en filosofía natural) a una esterilidad y a un fijismo doctrinal lamentables, y que acabarían comprometiendo gravemente su reputación; la apelación a su autoridad erigida en absoluto (Aristóteles lo habría resuelto todo) parecía dispensar a sus discípulos del final de la edad media de todo esfuerzo hacia un progreso cualquiera, cosa que, en el fondo, constituía la negación misma de la enseñanza del maestro que pretendían seguir. "Se le reprochó (a Aristóteles) haber detenido así, afirma A. Mansion, durante más de mil años, el vuelo del pensamiento científico. Pero este último reproche alcanza más bien a sus discípulos, quienes, faltos de iniciativa, en vez de continuar y perfeccionar su obra, se contentaron, en muchos puntos, con comentarla" (Introduction à la physique aristotèlicienne, 1945)

Se trata en este caso de un fenómeno, a propósito de la suerte del aristotelismo de la antigüedad, más inclinado a admirar el carácter enciclopédico de la obra de Aristóteles que a prolongarlo (los sucesores de Aristóteles, a pesar de sus méritos científicos, fueron en general muy inferiores a su maestro); asimismo, la amplitud de la síntesis teológica de santo Tomás suscitó más la admiración, a causa de la grandiosa unidad que atribuía al saber religioso, que un esfuerzo por conocer mejor el universo y transformarlo para dominarlo; no había llegado aún el momento propicio para ello; la edad media tenía que afirmar, primeramente, su pasión de unidad religiosa y política contra las fuerzas disertadoras que durante tan largo tiempo habían dominado el occidente desde la ruina de la unidad romana antigua. Habrá que esperar los tiempos modernos para que se empiece a vislumbrar una tendencia hacia este doble fin, profundamente marcado, no obstante, por el aristotelismo cristiano: prolongar el método científico de Aristóteles y extender el dominio y la regencia del hombre sobre el mundo; la desgracia consistirá en que, para dar este paso, se repudiará a la vez lo más válido del pensamiento de Aristóteles (indistintamente confundido con representación anticuada del mundo y conservada tal cual por los comentadores rutinarios) y el sentido religioso dado por santo Tomás a este universo. La veneración hacia los maestros era tal que los discípulos no tuvieron la lucidez y la audacia para realizar las adaptaciones necesarias en un mundo en total renovación, y llegaron a una especie de petrificación de una doctrina, cuyo profundo realismo hubiera debido ser una invitación a integrar los nuevos campos conquistados por el hombre.

2) Sin embargo, no hay que atribuir al tomismo de aquellos tiempos la responsabilidad de esta petrificación del aristotelismo; porque no hay que olvidar que el éxito del pensamiento y de la síntesis de santo Tomás no fue tan rápido y general como con frecuencia se cree. De hecho, excepto entre dominicos (y no de manera absoluta) el tomismo no tuvo la audiencia de que goza en nuestros días en la Iglesia; "esta influencia es indiscutible, afirma E. Gilson, sobre todo en ciertos ambientes, pero no fue tan general como nos lo invita a creer el lugar que ocupa hoy en la historia de la filosofía... En el siglo XIV, si hubo quien se adhirió al tomismo, nadie continuó verdaderamente la obra del maestro" (La philosophie au moyen Age, 1947). No hay que olvidar que hasta la segunda mitad del siglo XVI la Suma Teológica no suplantó en la enseñanza las Sentencias de Pedro Lombardo. Desde el siglo XVI tuvo que competir con otro poderoso sistema doctrinal, que también se apoyaba en Aristóteles y en los árabes, el de Duns Escoto; y estos dos sistemas se vieron muy pronto suplantados, en numerosos ambientes, por el nominalismo, (los conceptos no designan la realidad, lo que las cosas son, sino que sólo son puros nombres sin referencia ontológica), de Guillermo de Occam, el cual, reaccionando contra Aristóteles, orientó el pensamiento hacia una dirección totalmente distinta, y preparó el camino al conocimiento experimental de los tiempos modernos; hay que añadir también la permanencia de un averroísmo filosófico y político. De este modo se comprende que el final de la edad media estuviera caracterizado sobre todo por una abundancia ideológica en la que las doctrinas más diversas se oponían a un inmenso verbalismo estéril, y se agotaban en disputas escolares interminables. En esta forma decadente conocería el siglo XVIII a la escolástica, y la ridiculizaría (la "virtud dormitiva" del opio, de Juan Bautista Molière '1622-1673'), olvidando que la gran escolástica del siglo XIII había sido algo muy distinto.

3) El renacimiento del siglo XVI apenas mejoró la situación: su entusiasmo por las obras de la antigüedad habría podido desembocar en un más auténtico retorno a Aristóteles; prácticamente no fue éste el caso; ante una renovación del platonismo, hubo ciertamente en Italia toda una corriente aristotélica; pero con un espíritu liberal que quería romper los marcos de la escolástica (en la ignorancia de la del siglo XIII), cayó de nuevo en las peores elucubraciones de los comentadores árabes, mezclando con ellas consideraciones estoicas y sobre todo un inverosímil arsenal de supersticiones (un ejemplo de este aristotelismo nos lo proporciona Pedro Pomponazzi '1462-1525'). De hecho, el renacimiento, que la estampería popular representa a menudo como una época de las luces, como el advenimiento del racionalismo, no parece haber brillado en absoluto por su lucidez y espíritu crítico en cuanto a filosofía natural; rechazo el aristotelismo escolástico para caer en una especie de culto mágico de la naturaleza; "la ruptura con Aristóteles, afirma R. Lenoble, libró a la naturaleza de las pocas reglas que permitían, por insuficientes que fuesen, darle un sentido; no se encontró otro mejor y desde este momento la naturaleza se convierte otra vez en la magia universal de la imaginación popular. Si la ciencia aristotélica está en esta época de acuerdo con el estado del espíritu de los políticos y de los teólogos dispuestos a imponerse una disciplina, la de la escuela naturalista empalma maravillosamente con los espíritus aventureros y con la masa... A juzgar por la opinión general, esta ciencia ha dado la preciada satisfacción de una consagración racional" (Histoire de la science, 1957). Esta pretensión de la ciencia "natural" iba acompañada, además, por un dogmatismo ciego, que no tenía nada que envidiar a la de sus adversarios teólogos católicos, especialmente protestantes. Pues "el enorme florecimiento de la superstición en esa época, sostiene R. Lenoble, primeramente en Italia y luego en Francia,... no es, sino una consecuencia lógica del éxito de los primeros innovadores". Y J. Chevalier añade: "¿Acaso no se decía del paduano Cremonini, como de Melanchton, compilador de Aristóteles al servicio de la Reforma protestante, que se habían negado a mirar el cielo por el telescopio, por miedo, decía Galileo, de alterar en algo el cielo de Aristóteles?" (Historia del pensamiento, 1963).

Por esto, cuando la ciencia moderna empezó a tomar vuelo, no tenía ante ella más que lamentables caricaturas del aristotelismo (el de la escolástica decadente, y el del renacimiento antiescolástico), cuya molesta autoridad tenía que destruir. Lo triste fue que lo hizo creyendo que se trataba del verdadero Aristóteles y su nombre se convirtió durante mucho tiempo en sinónimo del mayor obstáculo que había que destruir, obstáculo contra el cual se cristalizó el esfuerzo de renovación. El aristotelismo entonces se convirtió verdaderamente en la ciudadela intelectual que había que destruir. El asedio se prolongó durante los siglos XVII y XVIII, en varios asaltos dirigidos contra diversos baluartes destinados a derrumbarse los unos después de los otros.

Pero es importante señalar, que la escolástica conoció en esa época un renacimiento verdadero y fecundo: la famosa escolástica española (llamada la segunda escolástica) del siglo XVI, cuyos principales representantes fueron, y, fuera de España, el cardenal Belarmino y Lessius. Uno de sus principales méritos es haber aplicado la doctrina escolástica medieval a los nuevos problemas humanos, y en particular haber creado una moral internacional y el derecho de gentes (sobre todo, Vitoria y Suárez). Finalmente, debe anotarse que uno de sus representantes, Soto, hizo una hermosa obra de cosmólogo y de pionero científico: más de medio siglo antes de Galileo, enunció la ley de la proporcionalidad de la velocidad con la duración de la caída de los cuerpos (los trabajos de P. Duhem y de A. Maier la han sacado del olvido).

Armonía: La armonía no se establece por sí misma, sin luchas, sin antagonismos y sin conflictos entre las razas, las naciones y las clases, así como entre las especies naturales y los individuos. De lo cual los economistas no tardaron en darse cuenta, ya que se manifestó a los ojos de todos, cuando, en 1789, algunos años después de la caída de Turgot, estalló la Revolución, a la que conducía toda la evolución económica, financiera, política, intelectual y social del siglo.

Astronomía: Ciencia que estudia las posiciones de los astros, las leyes que rigen sus movimientos y su constitución física, y también los instrumentos y métodos que se emplean para su estudio. Comprende la astronomía de posición, mecánica celeste, astrofísica o astronomía física, astroquímica, radioastronomía y astroquímica práctica. En Grecia se intentó, por primera vez, una explicación científica del Universo. La astronomía de los primeros griegos se desenvolvió dentro de las escuelas filosóficas, cuyos representantes, Filolao de Crota, Eudoxio y Aristóteles, elaboraron distintos sistemas para explicar el movimiento de los astros. En la escuela de Alejandría se reveló el genio griego a través de Aristarco de Samos, precursor de Copérnico; de Hiparco, creador de la astronomía matemática y descubridor de la precesión de los equinoccios, y de Ptolomeo con su sistema geocéntrico, que subsistió durante catorce siglos.

En el siglo XVI se produjo el gran adelanto con la teoría de Nicolás Copérnico (1473-1543) expuesta en De revolutionibus, que fue objetada por los defensores del inmovilismo de la Tierra. Tycho Brahe (1546-1601) elaboró un nuevo sistema geométrico, en que los planetas giran en torno al Sol, mientras éste gira en torna a la Tierra. Juan Kepler (1571-1630) en 1627 resume la armonía de los mundos en las tres leyes: 1ra. Cada planeta describe una elipse, uno de cuyos focos ocupa el Sol. 2da. El radio vector de cada planeta recorre áreas iguales en tiempos iguales. 3ra. Los cuadrados de los tiempos de las revoluciones de dos planetas, son proporcionales a los cubos de sus distancias medias al Sol. Los aportes de Galileo, de Newton y de otros acentúan el desarrollo.

En el siglo XIX se abre una nueva época en la investigación astronómica. Se descubre el primer asteroide, cuya órbita calculó Karl Friedrich Gaus (1777-1855) por medio de su método de los mínimos cuadrados; Friedrich determinó la primera paralela estelar.

La astronomía se abrió al sentido de la historia ampliada entonces a la dimensión del universo, descubriendo, por ejemplo, que el estudio de las estrellas no podía concebirse sino por la determinación de su edad, de su grado de evolución (reparto de las estrellas según el diagrama de Hertzsprung-Russel, por ser sus autores el alemán Ejnar Hertzsprung y el norteamericano Enrique Norris Russell '1877-1957').

Atómica (Bomba): Robert Oppenheimer (1904-1967) es el padre de la bomba atómica.

Atómica (Teoría): El positivismo no cesó, durante todo el siglo XIX, de combatir la teoría atómica con un encarecimiento que debía perderle. En esa lucha coincidía con los energetistas (Ostwald, Duhem), a la manera de hermanos enemigos que se reconcilian ante un peligro común. La teoría atómica pretendía no ser una simple hipótesis sin implicación sobre la realidad; se negaba a entrar en las normas fijadas por el positivismo; quería ir más allá de los simples hechos y ver en los átomos algo real, aunque sólo fueran conocidos por razonamiento. Se demostró que los átomos deducidos racionalmente por la teoría existían de hecho, pues su energía, su velocidad (en los gases) y sus dimensiones eran mensurables. Fue un mérito indiscutible de Jean Perrin (1870-1942, premio Nobel de Física 1926) haber podido alcanzar este resultado en 1908 consiguiendo determinar el número de Avogadro a partir de bases experimentales. El volumen de los gases compuestos está en relación simple con el volumen de los gases componentes. El estudio de los gases desemboca en la hipótesis de Avogadro: En un mismo volumen y a la misma presión, las moléculas de todos los gases son en igual número; el número de moléculas contenido en 22,4 1 de un gas a 0 grados y a la presión de 76 cm constituye el famoso número de Avogadro (=6.023 * 1023); el establecimiento de este número fue una de las primeras pruebas de la teoría atómica.

J. Ullmo nos dice: "La prueba suprema, el test - si se quiere emplea este término expresivo - de todas estas teorías estrictamente positivas que culminaron, a finales del siglo XIX, en las diversas formas de energética, fue la discusión sobre la teoría atómica y el triunfo de la misma. Ostwald, Duhem, Mach fueron antiatomistas por no querer admitir "objetos" reales en la construcción científica; lo fueron con encarnizamiento y pasión. El advenimiento del objeto científico "átomo", su fecundidad ilimitada, sellaron la suerte del positivismo estricto" (La pensée scientifique moderne, 1958).

Atomismo: Demócrito fue el fundador del atomismo, sistema que tuvo un destino extraordinario en los tiempos modernos. Partiendo de la idea del ser, uno e inmutable de Parménides, quiso salvaguardar, al mismo tiempo, la realidad del cambio y la multiplicidad revelada por la experiencia; para ello desmembró y multiplicó el ser hasta el infinito, en partes de ser, los átomos, y de átomos homogéneos entre sí. En semejante perspectiva unitaria, no habría más que una salida posible; la diversidad sólo podía provenir del único dato susceptible de variar en este sistema, es decir, el conjunto de las características cuantitativas y mecánicas de los átomos, en sus relaciones mutuas (tamaño, forma, posición, movimiento). Se solucionaba al nivel de las diferencias cuantitativas; de aquí el calificativo de mecanicista. La idea era sencilla y elegante; y si Aristóteles la rechazó, fue porque semejante conciliación, a pesar de su grandeza, le pareció demasiado simple, por no considerar toda la realidad experimental que había de explicar.

Ciertamente la experiencia y el análisis racional parecían conciliados; se conservaba la inteligencia del ser, a través de los cambios y de la multiplicidad, pero ¿a qué precio? Se limitaba al orden puramente cuantitativo y matemático.

El atomismo, como corriente de pensamiento matematicista de la ciencia moderna, toca la realidad física mucho más cerca que el mecanicismo y el dinamismo. Aunque el atomismo tiene dos milenios y medio de existencia, ha revestido formas radicalmente distintas, que no hay que confundir. Durante mucho tiempo fue una pura doctrina filosófica a priori. Sólo desde hace un siglo y medio ha pasado a la categoría de teoría científica y desde hace algunas décadas a la categoría de una comprobación experimental. El atomismo de la ciencia moderna no tiene nada que ver con el de los filósofos, y no se debe extender el prestigio de la ciencia atómica moderna a la filosofía antigua.

Aristóteles lo rechazó porque la naturaleza de estos átomos, concebida según la idea de Parménides, no podía explicar la variedad de la realidad. En el fondo, era ya el germen del mecanicismo filosófico: explicar la extraordinaria complejidad de los seres con la sola ayuda de los datos geométricos, no puede proporcionar una completa inteligibilidad.

Cosa curiosa, de todo el edificio aristotélico, la doctrina de los cuatro elementos es la que tuvo más larga vida en la historia de la ciencia. La teoría de los cuatro elementos tuvo un solo opositor serio: la teoría de los tres elementos (azufre, mercurio, sal) de Paracelso, alquimista del siglo XVI. Durante largo tiempo, la química fue una ciencia cualitativa (sobrevivencia de los criterios químicos: incoloro, inodoro e insípido). Pero después de una mezcolanza de doctrinas secundarias, a principios del siglo XVIII apareció una nueva teoría, que creía haber hallado el agente universal explicativo de las reacciones químicas, la teoría del "flogisto" de Jorge E. Stahl (1660-1734) que tuvo éxito considerable durante casi todo el siglo.

Según esta teoría, todos los cuerpos combustibles encierran el mismo principio: el flogisto o el fuego químico, que pierden al consumirse (oxidándose); el carbón era así flogístico en estado puro; aunque primitivamente creada para explicar la transformación de los metales en cales (u óxidos), la teoría quería explicar también la mayor parte de las demás transformaciones; el hecho de que no podía dar cuenta del aumento de peso del cuerpo oxidado (siendo así que tendría que haber perdido peso en virtud de la liberación de flogisto) no parece haber sido apreciado en su justo valor por Stahl, quien ignoraba la existencia de los gases que suponía, en consecuencia, que su flogisto era imponderable.

A finales del siglo XVIII la química se orienta hacia el camino del porvenir, con la introducción de la medida cuantitativa, es decir, la apreciación precisa de los pesos de los cuerpos que entran en reacción. Lavoisier (1743-1794) permanece unido a este progreso decisivo; se establecieron las principales leyes de peso que originaron el nacimiento de la teoría atómica, la ley de Lavoisier: "el peso total de los cuerpos en reacción no varía en la reacción"; la ley de las proporciones definidas (ley de José Luis Proust '1754-1826', 1801): "cuando varios cuerpos se unen para formar un nuevo cuerpo llamado compuesto, la combinación sólo es posible según relaciones ponderables invariables".

El químico inglés Dalton (1766-1844) halló la tercera ley, la de las proporciones múltiples: "cuando dos elementos dan varios compuestos, la cantidad ponderal de un elemento sólo puede unirse a múltiples enteros de la cantidad ponderal del otro elemento". Así, a 2 g de hidrógeno pueden unirse 16 g de oxígeno para dar 18 g de agua; a esos mismos 2 g de hidrógeno no pueden unirse más que 2 veces 16 g de oxígeno (=34 g de agua oxigenada); 28 g de nitrógeno pueden unirse solamente a 1, 2, 3, 4,o 5 veces 16 g de oxígeno para dar compuestos diversos (44 g de protóxido de nitrógeno, 60 g de bióxido de nitrógeno, 76 g de anhídrido nitrogenoso, 92 g de peróxido de nitrógeno y 108 g de anhídrido nítrico).

Todas estas leyes no pueden tener más que una sola interpretación: ya que las combinaciones sólo se hacen por saltos bruscos y de valor bien delimitado ponderalmente, hay que suponer necesariamente que los elementos que entran en reacción no son divisibles hasta el infinito (es decir, son algo continuo), sino que están formados de partículas indivisibles.

El estudio de los gases de los que José Luis Gay-Lussac (1778-1850) formuló en 1808 la ley de las relaciones volumétricas, contribuyó a precisar la teoría distinguiendo átomo y molécula. Finalmente, la mejor expresión de la teoría fue la tabla periódica de los elementos químicos (1869) de Demetrio Ivanovich Mendeleiev (1834-1907) que puso de manifiesto el vínculo entre la regularidad de las propiedades químicas y las estructuras de los átomos.

El atomismo convertido en teoría atómica, continuó evidentemente recurriendo a los recursos del mecanicismo y del dinamicismo, a los que estaba vinculado históricamente; pero, una vez franqueado este período intermedio (que duró casi un siglo), en el momento en que la ciencia pudo descubrir las propiedades profundas del átomo (y no ya sólo las químicas; descubrimiento de la radioactividad) y demostrar su existencia, se libro de sus dos padrinazgos ya caducos.

Átomos: Lo que llamamos átomos o partículas elementales corresponde a realidades observadas experimentalmente; no son puras creaciones del espíritu; y sin embargo no son representables por la imaginación, y eso radicalmente (así, hablar a su respecto de color o de temperatura no tiene ningún sentido); no podremos conceder a estos entes el estatuto o las propiedades de aquellos que experimentamos en nuestra escala, pues son ellos los encargados de explicar esas propiedades; por tanto, no podemos concebirlos partiendo de las nociones de las que ellos mismos son explicación y fundamento

Axiología: Tratado o reflexión acerca de los valores. Doctrina referente a los valores cuyo ámbito y objeto está hoy plenamente constituido frente a la metafísica.

Letra "B"

Biología: Si bien se considera que Jean Baptiste Lamarck (1744-1828) y Gottfried Treviranus crearon en 1802 el término biología, cada vez se ve más en Aristóteles al verdadero fundador de la biología haciéndole plena justicia, pues según P. H. Michel, "junto al de Pitágoras y al de Hipócrates, su nombre puede figurar como el símbolo de uno de los tres grandes creadores de la ciencia helénica: las matemáticas demostrativas, la medicina, la biología... Es Aristóteles quien, en un primer trabajo de conjunto, ha creado la zoología en tanto que disciplina científica, y, cualesquiera que hayan sido sus lecturas, se puede afirmar que han sido comprobadas por observaciones personales y con un agudo sentido crítico, del cual no volveremos a hallar ningún ejemplo en la ciencia antigua. Aristóteles utiliza los métodos comparativos, razona por analogía, comprueba sus conclusiones y extiende su investigación a todas las circunstancias de la vida animal: se interesa por las costumbres de los animales, estudia la influencia de los climas sobre su modo de vida, describe sus costumbres, sus enfermedades... Además, Aristóteles se muestra indiscutiblemente superior por la comprobación personal y el espíritu crítico" (La science hellène, Histoire général des sciences, dirigida por R. Taton, P.U.F, 1957).

"Ciertamente, afirma M. Caullery, se le puede hacer hoy muchas criticas al gran filósofo griego, pero al situar en su tiempo su obra zoológica, ésta le hace honor plenamente. Por tanto, Aristóteles no era un mal guía" (Les grandes étapes des sciences biologiques en Histoire des sciences, 1957); el gran Carlos Darwin (1809-1882) no vacila en escribir: "Linneo y Cuvier han sido mis dos dioses de muy diferentes direcciones, pero no pasan de ser unos escolares en relación al viejo Aristóteles" (Life and Letters of C. Darwin, 1905).

La necesidad de introducir la noción de fuerza, y con ello la de finalidad (Newton), mostró que el mecanicismo no podía limitarse a un puro esquema geométrico. Esta limitación aún fue más evidente cuando se trató de aplicar este mecanicismo al puro mundo viviente, en el que el animismo parecía más justificado

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